Revista Cine
Nota: crítica sobre la versión doblada y en 2D
Suena el despertador y uno no puede levantarse sin una sonrisa cuando sabe que en pocas horas estará sentado en Disney para ver lo nuevo de esos genios llamados Pixar. Y empiezan a aparecer ciertas emociones: te cabreas por el calor, te asquea ir sudando como si no hubiera un mañana y además entras en un bucle de miedo-nostalgia donde aparecen en la mente (fijo): el Sheriff Woody y el guardián espacial Buzz Lightyear, los añorables robots Wall-e y Eva, los cómicos monstruos James P. Sullivan y Michael Wazowski (Sulley y Mike para los muy amigos) o el anciano explorador Carl Fredricksen junto al joven Russel. Piensas en lo alto que está el listón. ¡Que no!, que seguro que se superan. Además, la dirige Peter Docter, y ya estuvo detrás de Monstruos S.A (2001) y Up(2009), no puede ser mala. Pero, ¿y si no consiguen una de esas pelis que te marcan un cierto momento en tu vida cinéfila?. Y mientras, siguen el calor y los sudores jugando con tu bienestar personal.
Nos acercamos al lugar. Hay una especie de fiesta en mi cabeza y casi comienzo a cantar Hay un amigo en míy al momento me pongo a echar lagrimones pensando en las desdichas que vivió el pobre Wall-e en su aventura espacial (¿donde estabas Buzz?). Pronto me convierto en una especie de Boo, pero el susto me lo da una mujer amable, pidiéndome el nombre y el medio (Santi, me acordaré de ti si no me dejan entrar). He pasado. Elijo sitio y me siento.
¡Estoy en Disney! ¡Que empieza! ¡Qué empieza! ¡Shhh!
Intento mantener las emociones pasadas a un lado cuando aparecen los créditos, pensando en que la crítica debe intentar ser lo menos subjetiva posible, pero mi mente se colapsa y se niega a ver esto como (no) se debe, sin prejuicios, sin barreras, con una mente de niño, que no infantil (más que nada por su connotación negativa). Y poco a poco te vas dando cuenta de que ni lo necesitas, la cinta te guía por donde quiere y te lleva a disfrutarla con mente de niño, de adulto convertido en niño, o de gato. Sí, de gato (quedaos a los créditos, por favor).
Estamos hablando de una película sincera, tremendamente elaborada desde un guión que me atrevería a decir que roza la perfección y que convierte lo denso que contiene en un sencillo baile de sentimientos encontrados. Tenemos una historia que nos traslada al crecimiento personal de una joven llamada Riley y de su familia. Debido a al nuevo trabajo del padre y con ello la necesidad de mudarse, la joven protagonista debe dejar su antigua vida en el Medio Oeste para comenzar otra nueva en San Francisco. Su emociones se convierten en el efecto de la historia, ya que cobran vida y pasan a ser los personajes principales dentro de la mente de Riley. En ese momento, y debido al caos generado por el cambio, las emociones sufrirán el efecto y tomarán decisiones impulsivas que nos llevan a vivir una etapa adolescente en fase de crecimiento.
Aquí es cuando me bajo de mi mismo. Es imposible no dejarse llevar por unos personajes humanos que demuestran una vida que no se diferencia de otras muchas existentes en al realidad. Pero cuando entran en juego esos diminutos personajes, ya no estás en tú sitio, estás dentro de la historia. Una maravillosa representación de todo aquello que pueda haber pasado alguien a lo largo de los años, en su momento actual, o lo que dentro de unos años le llevará a una aventura que sólo termina cuando decides estabilizarte. ¿Y quién quiere eso cuando el choque de emociones es lo más emocionante que nos puede pasar?
Detalle a detalle, la cinta va avanzando y nos va adentrando en el submundo mental de Riley, donde se unen con otros personajes no menos hilarantes con los que vivirá algunas de las mejores secuencias que se han podido ver en el cine de animación. Se convierte, en cierto modo, en una road movie aventurera en el que el humor está tan bien integrado como lo están los grandes momentos dramáticos que hacen girar tanto la historia como lo que uno saca de ella. Un equilibrio entre la narración sobre los personajes mentales y la familia real que te lleva a integrarte como medio y en los que la alegría, la tristeza, el asco, la ira o el miedo te hacen reir, te hacen recordar, te hacen pensar y te hacen llorar.
Todo para llevar a un mágico final con una no menos fantástica moraleja que puedes coger y asumirla, obtener y echarla o directamente rechazarla. Pero no es más que una reflexión sobre lo que somos tanto por fuera como por dentro, una especie de fábula que nos retrata y nos evidencia.
Sólo puedes salir feliz al terminar una película que puede convertirse en la referencia dentro de esta maravillosa fabrica de sueños que es Pixar. Como decía un anuncio, está hecha para todos los públicos, algo de agradecer y que suele ser marca de la casa. El adulto y el niño experimentarán sensaciones diferentes, y esto puede ser lo más bonito que puede ofrecer una cinta de este tipo.
En una frase: gracias Pixar por existir.
Además: Existe un cortometraje llamado Cerebro dividido (Brain Divided, 2013) dirigido por Josiah Haworth, Joon Shik Song y Joon Soo Song dentro del Ringling College of Art and Design en Estados Unidos. Al comenzar la proyección me vino a la mente, y diversos medios por internet se han hecho eco de él por la similitud. Simplemente decir que todos estos proyectos llevan años de preparación, por lo que seguramente estemos hablando de una feliz coincidencia. Podéis visionarlo en este enlace: Brian Divided.
Victor J. Alvarado