Vamos a comprar helados, pero sólo elegirán el sabor de los helados de todos, aquellos que prefieran los helados de chocolate. El resto se tendrá que aguantar.
Lauenburg, 1938.
Adoptar las referencias, el lenguaje y los significados del adversario es presentarse al partido con un cinco a cero en contra. No se trata de si Cataluña seguirá o no en la UE o en el euro (tontería en la que se insiste como si hubiera algún misterio en ella). No se trata de buscar ningún encaje especial para que el niño mimado no llore. No se trata de que todos nos pongamos a fumar pimientos para que así los palurdos no se sientan idiotas. No se trata, en definitiva, de qué escenario de derrota nos parece más cómodo. Al menos no es esto lo que yo acepto.Sé que en España tenemos una debilidad especial por la derrota. Fue Calderón de la Barca quien ponía en el mismo plano la dicha y la desdicha (el «aborrecido vivo» y el «favorecido muerto»). No tratamos de buscar la equidistancia sino la condición de favorecido muerto, pues nadie quiere ser el aborrecido en vida. Como resultado, y tal y como acertó el inmortal calderoniano, somos el favorecido muerto y, antes de fallecer, el aborrecido en vida.
Hildburghausen, 1937.
Lo trágico del asunto es que teniendo motivo, razón y causa para no aceptar el derrotismo que supone buscar la felicidad del adversario, no se haga. Se trata al palurdo como si estuviera en igualdad de condiciones. Es común —abunda el ejemplo— escuchar entre quienes no se muestran partidarios de dar un golpe de estado en España aquello de "todas las ideas son legítimas" o "todas las posiciones políticas son respetables". Si partimos de esto, partimos de un dos a cero en contra. Añádase a esto la educación en la apología de la diferencia durante no menos de una generación. Ya tenemos el tres a cero en contra. Si sumanos, para mayor gloria de nuestros jerarcas, el dominio de los medios de comunicación y la nunca bien explicitada función informativa de un gobierno autonómico, tenemos finalmente el cinco a cero en contra con el que partimos desde el minuto uno.Yo no quiero jugar un partido en el que las reglas las determina sobre la marcha mi contrario. Por eso a mi me da exactamente lo mismo si en Cataluña hay dos secesionistas o dos millones. Al cajero que atracan le da igual si le apuntan con una pistola o con dos. Y esto es ni más ni menos que un atraco. Cosa que digo no por difamar al que lo comete sino por advertir a quien teniendo la obligación no lo impide.
La inseguridad que provocan tanto las declaraciones y silencios del gobierno como los habituales tuiteos de la oposición causa más daño que las muestras de particularismo servil de los palurdos. Nuestros adversarios sabemos en qué posición están y eso los hace predecibles. Por los leales a la ley y a la Constitución no podemos poner la mano en el fuego. Yo no la pondría. Han sido estos los mismos que durante décadas han estado alimentando a la bicha. Ciertamente es momento de que cada uno cumpla su función, pero llegará el momento de rendir cuentas a los de casa. Combatamos el cinco a cero en contra con el que salimos al campo, pero en un momento habrá que decirle al entrenador que por lo menos no saque a los cojos de titulares.
Y como las metáforas que se estiran son como el pescado, que al alargar su estancia empieza a oler, paro ya con lo del cinco a cero.
No se trata de decidir, no se trata de definir la palabra "nación", no se trata de sentarse a hablar de conceptos esencialmente controvertidos. Ni siquiera se trata de reirnos de los palurdos, con sus antorchas nazis, sus pasión romántica por las banderas de colorines y la ridiculez de su historia mal inventada.
Se trata de una cuestión de igualdad de derechos y de poner límites a quienes ejercen el poder político. Lo peor que nos puede pasar tras la intentona golpista es que nadie rinda cuentas. Lo que nos ha llevado a esta situación debe ser detenido y debemos procurar que no vuelva a suceder.
¿A santo de qué una administración pública puede contratar páginas enteras de los periódicos para promocionarse políticamente? Esto ningún político lo ve como un problema porque todos se benefician. Está el tema de los medios de comunicación públicos: radios y televisiones (¿por qué no periódicos? Ah, ya). Lo que en origen podía ser una forma de homogeneizar a una población que a comienzos del XX venía literalmente de dormir entre animales de granja, un siglo después, cuando el coste de la tecnología se ha abaratado tanto, esa función ya la hace el sector privado. Incluso si alguien argumentara que programas educativos y de información pública (el tiempo atmosférico, los horarios de las farmacias, etc) pueden ser válidos para una tele pública, no comprendo lo de comprar derechos de emisión de partidos de fútbol, por ejemplo.
Sobrevolando las herramientos que nos han llevado al envalentonamiento de los golpistas nazis está la educación, claro. Mirad esto:
El muerto favorecido que lleva dentro el Defensor del Espectador de TVE (?) le lleva a disculparse y no a enviar por correo una caja de zapatos con un zurullo de perro a la damisela herida.
Podemos darle vueltas infinitas al tema que siempre nos toparemos al final del camino con la eterna pugna entre los palurdos y quienes no son tan palurdos.
Y no, demonios, no todo es legítimo ni todo es respetable. El personal tiene a veces unas ideas que son una porquería cuando no dañinas y hay que decirlo más. Esto a su vez tiene el reverso tenebroso de establecer un dogma, pero para evitarnos derivas indeseables tenemos el elixir de la limitación del poder y la consagración del ámbito de lo privado. Es dificil, pero no imposible.
Escoria ignorante y servil: