Sabes que son las 4:27 o cualquier otra hora innecesaria en cuanto abro los ojos. En medio de la noche estás completamente despierta en tres segundos. Estas dormida y estas despierta sin transición. Pasas de un estado a otro sin una razón, sin un sentido pero tampoco sobresaltada. Esto solo te pasa por la noche, durante la mañana hay un momento de aferrarte al sueño, de querer engancharte en el estar dormida pero por la noche eres expulsada del sueño de repente. Mientras compruebas que efectivamente son las 4:27 piensas que el insomnio de alerta comienza como cuando pierdes en una partida en un videojuego: estás jugando y al segundo estás muerto, fuera del juego. Game over del sueño y no te quedan vidas para volver a él. Como en el Candy Crush tienes que esperar. Nunca sabes cuanto tiempo. A veces media hora, a veces sesenta minutos, a veces un par de horas o a veces, como hoy, hasta el día siguiente.
Al insomnio de alerta se aprende a jugar. Al principio, cuando te encuentras en esa realidad alternativa que consiste en ser incapaz de dormir cuando todo a tu alrededor está dormido, te pones nervioso, te alteras. Quieres volver al juego en el que estabas, a la pantalla anterior, quieres volver a dormir y te afanas en conseguirlo. Cambias de postura, de almohada, de lugar en la cama. Vas al baño aunque no tienes ganas, bebes agua y te re acomodas queriendo creer que con eso se arreglará todo. Después, cuando ya has estado muchas noches en ese juego, sabes que nada de eso funcionará. Hay que tomar otras medidas. Como jugadora master pro del insomnio de alerta sabes por experiencia propia que pensar nunca funciona. Es increíble como tus pensamientos se vuelven algo aterrador y muy adictivo cuando estás en la hora que no existe, las 4:27. Además, como con la ayahuasca, quieres que tus pensamientos sean relajados y te transporten a algún lugar feliz pero eso no siempre funciona y la mayoría de las veces te llevan a un viaje aterrador. Tu cerebro, en vez de proyectarte sitios felices, montañas nevadas y chimeneas encendidas, te lleva al accidente de coche que has visto hoy en la carretera, al herido que el Samur estaba tratando de reanimar justo cuando tú pasabas y de ahí te lleva a pensar en las cigueñas que cada mañana ves posadas en la autopista. «Eh, cerebro, ¿qué es esto?» quieres preguntar pero no te da tiempo porque de repente estás pensando que esas cigueñas solitarias, una tras otra, encima de las farolas cada amanecer, son la escolta imperial de todos los que pasáis cada mañana. Quizás ellas saben quién volverá por la tarde y quién se quedará para siempre en la carretera, como el herido de esta mañana. «Ya está bien, por ahí no sigo», le dices a tu cabeza y te giras en la cama. Te das cuenta de que te duele un hombro, quizás te has despertado por eso, quizás te duele el hombro porque te pasa algo, quizás lo que te pasa no es una contractura, quizás es algo más grave, un cáncer de huesos que acabará con tu vida en un par de meses y, entonces, ¿qué pasará con tus hijas? Estarán bien pero tú te perderás su vidSTOP. Enciendes la luz, estiras el brazo y coges la novela sobre la que te quedaste dormida a las 11, cuando creías que esta noche no jugarías al insomnio de alerta.
Leer alivia el insomnio de alerta pero no lo cura. Lo único que cura el insomnio de alerta es el paso de las horas. Según te vas a acercando al momento de levantarte, los párpados empiezan a pesarte, tu cerebro entra en calma y el cuerpo empieza a pesar sobre la cama, a relajarse. Y te duermes y vuelves al juego anterior y ahora, cuando toque dejar esa partida, el salto al mundo consciente no será limpio e indoloro como a las 4:27. Será agónico, lento y te dejará molido. Sentirás que tus brazos y tus piernas y tu cabeza se estiran intentando tirar de ti para que te quedes en el mundo de los sueños «una pantalla más, una pantalla más».
Si juegas muchas noches al insomnio de alerta te conviertes en un zombie intratable, huraño e irascible. Todo el mundo te cae mal y tú le caes aún peor a ellos porque solo puedes pensar en dormir, en volver a tu cama, en enterrarte bajo el edredón y descansar. En las manos del insomnio de alerta eres un mequetrefe en medio de una tormenta de pensamientos espantosos que al levantarte, al contrario que los sueños, se te quedan pegados.
Hoy has tenido escalofríos al ver las cigüeñas al amanecer. Te aterra el insomnio de alerta.