Revista Diario
Esta mañana he llevado a David al parque de bolas.
Siempre lo llevo entre semana, cuando la mayoría de los nenes están en la guardería, así que normalmente estamos solos.
Pero hoy, poco antes de la hora de irnos ha llegado otro nene, dos meses más pequeño que David , con su madre. Aunque era unos meses mas pequeño, tenía bastante agilidad para subir y bajar por el parque de bolas y parece ser que no le apetecía nada tener que esperar que mi nene subiera para subir el, ni compartir el mismo espacio.
Así que David, que se ve que ha notado cierta hostilidad en su compañero de juegos, ha pasado de las bolas y ha venido donde yo estaba a comerse unas papitas.
Pues el otro niño, en un momento dado que ha pasado al lado nuestro, ha pegado a David si motivo alguno. Y no contento con eso, ha intentado darle un golpe con un trasto de madera que llevaba en la mano. Ante esta reacción, su madre se ha limitado a seguir tomándose su cocacola, mientras sin demasiado entusiasmo decía a su hijo que no se pega.
David, que de momento no ha pegado nunca a ningún nene ni a nadie, miraba al otro pequeño y a mi con una mezcla de pena y de incomprensión. Supongo que para el, que siempre es tratado con tanto cariño, es difícil de entender que otro niño le pegue o le trate mal, especialmente cuando no ha habido motivo alguno para tal comportamiento. Lo que más me ha asombrado e incluso me ha llegado a preocupar de todo esto ha sido mi reacción.
Cuando he visto que pegaban a David, mi primera reacción ha sido apartar al otro niño bruscamente y os puedo decir que durante unos segundos le he odiado... En ese momento, para mi no era un niño...simplemente se trataba de alguien que intentaba hacer daño a mi pequeño.
Me ha preocupado que, si ante una cosita de tan poca importancia reacciono así, si alguna vez algún niño hace daño de verdad a David en mi presencia me lo como...
Supongo que en parte mi reacción ha sido lógica, teniendo en cuenta que es la primera vez que nadie pega a David en mi presencia, y sin olvidar nunca que, como mamíferos que somos, nuestro instinto natural nos lleva a proteger a nuestras crías.
Sé que esto va a ocurrir muchas veces y que, hasta cierto punto, tengo que dejar que David empiece a resolver estas cosillas por si mismo, pero hoy me ha pillado por sorpresa y no he sabido muy bien como actuar.
No tengo que olvidar que el que le pega también es un niño y que no actúa con la maldad que lo haría un adulto y, por lo tanto, no debo juzgarle como tal. Pero sé que va a ser un trabajo duro porque se me ha revuelto todo por dentro al ver que alguien intentaba hacer daño a mi pequeñin.
Aunque creo que eso es algo a lo que una madre no se acostumbra nunca, cuando vuelva a pasar, tengo que tratar de respirar hondo antes de meterme y valorar hasta que punto es necesario que intervenir.
Y, en lugar de canalizar todo mi odio hacia el niño en cuestión, decirle un par de cosas a la madre que sigue bebiendose su cocacola, sin importarle ni que su niño pegue al mío ni que yo medio empuje al suyo para que deje en paz a David.
Desde luego que yo puedo pasarme de protectora, pero es que hay madres que pasan absolutamente de todo...