Creo que James Rhodes ya no necesita carta de presentación. Desde hace algún tiempo, su nombre ha sonado por los libros que ha publicado y por su escalofriante testimonio, por esa historia que habla de un hombre marcado por los abusos sexuales de su profesor de gimnasia, que primero encontró una cura transitoria en las drogas y la medicación, y después una sanación definitiva en la música clásica.
Como cabe esperar, escuchar cualquier entrevista de James resulta una acción dolorosa que supone todo un ejercicio de empatía. Y leer su autobiografía bajo el nombre de Instrumental: memorias de música, medicina y locura es llevar al papel las palabras que hablan de esa experiencia que comparte a corazón abierto, con total sinceridad.
De entre todo lo que me impactó de esta narración, destaco a continuación las TRES GRANDES COSAS que me ha aportado Instrumental:
1. El tabú de los abusos sexuales, a los que James llama como se tienen que llamar: violaciones. Sin recrearse en el morbo, el autor utiliza la dosis de dureza suficiente como para que entendamos no solo el horror de violar la infancia de un niño, sino también la impunidad, el desconocimiento y los oídos sordos que mostramos en ocasiones contra la pederastia, esa vergonzosa lacra social que puede joder tu vida para siempre. Más aún, esta obra pone de manifiesto el silencio que miles de personas han guardado bajo el insoportable manto de su sufrimiento, y cómo es que, aún ahora, esas voces apenas comienzan a alzarse.
2. El mundo de la música clásica necesita renovarse. Soy completamente ignorante en lo referente a este estilo musical, por no hablar de mis dotes nulos en cuestiones de pentagramas y melodías. No obstante, y a pesar de mi ignorancia, coincido plenamente con James en que la música clásica se ha empeñado en automarginarse. En este sentido, el autor realiza una crítica feroz a ese mundo de hombres estirados vestidos de etiqueta que consideran la música clásica un espectáculo selecto dirigido a un público aristócrata y pudiente, apostando por su apertura y por dar la oportunidad de escuchar y tocar el piano a quien así lo desee, sin importar nada más.
3. Así como hay heridas que nunca se terminan de curar, también existen sueños que se hacen realidad. Rhodes no se anda con rodeos, pues afirma con rotundidad que ser violado por su maldito profesor le dejará secuelas físicas y psicológicas para el resto de sus días. Sin embargo, nos muestra a la vez su esperanza por haber logrado salir con vida de esta situación, y por haber logrado ese sueño que tenía desde los 7 años, que al final lo salvó. A día de hoy, su éxito y sus deseos de hacer de la música clásica un género accesible y su denuncia social lo convierten en una figura imprescindible que simboliza la lucha constante y la capacidad de superación.
Una autobiografía sobre nuestro mundo exterior e interior que no deja indiferente.