A pesar de que juzguemos las palabrotas y juramentos como inaceptables socialmente, también son palabras, y algunas de sus construcciones rezuman creatividad, versatilidad e ingenio. En consecuencia, insultar con fluidez también puede ser un síntoma de una gran capacidad verbal. Las palabrotas suelen ser palabras muy cargadas de significado, con muchos matices y dobles sentidos. Una misma palabrota puede ser ofensiva o amistosa según el contexto o el tono de voz. También puede denotar un asombro, un momento de mala suerte, y prácticamente cualquier otra cosa.
No digas palabrotas, niño
A los niños solemos censurarles cuando lanzan improperios, pero esa censura solo debería nacer de la necesidad de hacerles comprender que no en todos los escenarios sociales se pueden usar las mismas palabras. En ningún caso hemos de sugerir que decir palabrotas pervierte la mente o denota un bajo rendimiento intelectual y/o lingüístico.
Lanzar juramentos en vez de un discurso más articulado tampoco es necesariamente signiticativo a la hora de evaluar la inteligencia de una persona, y tampoco su fluidez verbal. Es lo que sugieren Kristin y Timothy Jay en un nuevo estudio publicado en Language Sciences.
A decenas de estudiantes voluntarios les pidieron que dijeran todas las palabrotas que se les ocurreira en un lapso de un minuto. Paralelamente, también se les pidió decir todas los animales y palabras que empezaran por determinada letra. Tras el experimento, advirtieron que los voluntarios que eran capaz de decir mayor número de palabrotas también eran capaces de decir mayor número de palabras no malsonantes y nombres de animales.
Este mismo patrón se halló en una prueba similar en la que los voluntarios no debían pronunciar las palabras en voz altas, sino escribirlas en una hoja de papel.
Es decir, que si obviamos el tabú social, ser un gran insultador también significa ser un gran hablante. Y que tener un vocabulario rico no entiende de términos censurables. La investigación indica, pues, que un léxico bien surtido de malas palabras pueden complementar el léxico en su conjunto, lo que permite una mayor expresividad emocional.
Con todo, lo que no evaluó el estudio es si las malas palabras son más a menudo pronunciadas por personas de cociente intelectual más bajo o un vocabulario más limitado. Porque variedad no es lo mismo que frecuencia. Sea como fuere, no deberíamos ser tan tiquismiquis con algunas palabras: después de todo, las que son inaceptables fueron aceptables en muchos casos, y volverán a ser aceptables, en lo que el psicólogo cognitivo Steven Pinker denomina la rueda del eufemismo.
Vía | Research Digest
Publicado en Ciencia, Sociedad