Tras el fracaso de las últimas huelgas generales, las protestas en España van hacia un estadio diferente, el de la insumisión general.
Propugna sublevaciones masivas y difusas, de momento pacíficas. Quiere sustituir la pesada pero necesaria burocracia parlamentaria por la emociones colectivas impuestas por presión social en desafíos a un Gobierno que ha renunciado a ejercer su responsabilidad.
Estamos en los ensayos iniciales de este nuevo género de protesta para ejercer el poder. Comenzaron el 15M, cuando supuestos indignados tomaron las principales plazas de las ciudades guiados por sentimientos sin ideología definida, y se asentaron en ellas ante la pasividad policial, a pesar de la prohibición de los tribunales.
El responsable de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, prefirió “no crear problemas” y coqueteó con esas tomas de la Bastilla simbólicas para ganarse su simpatía y apoyo posteriores.
En Barcelona, donde la policía actuó contra unos antisistema, las oposición a la Generalidad y Amnistía Internacional denunciaron a los mossos d’esquadra por obligar a desalojar una plaza.
Autoproclamados indignados acudieron después a los desahucios, quizás injustos, e impidieron cumplir la ley en actos que se expanden y ocurren ya en decenas de lugares.
En Madrid, las masas expulsan a la policía en barrios como Lavapiés cuando va a detener, entre otros, a atracadores, narcotraficantes, y quizás cosas peores.
En el País Vasco los proetarras comienzan a acosar a la Guardia Civil también en masa, como cuando impidieron en Francia la detención de una jefa etarra.
El Estado ha renunciado a usar el monopolio de su autoridad. Masas amorfas y emotivas, las oclocracias que conducen al fascismo y al comunismo, están incubándose para eclosionar cuando gobierne el PP.
Parecen actos de entrenamiento, sabiendo que las escaladas así suelen terminar muy mal.
En estos magmas, en la Europa actual prosperan casos como el noruego, atribuible a grupos o personas irritadas y enfermas que tienen a la violencia.
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SALAS. Estas tiras corresponden a distintos momentos. Pero encajan. Son perennes.

