Revista Cultura y Ocio
Ayer fueron de nuevo multitudes las que ocuparon las calles de 80 ciudades españolas. Cientos de miles, millones... ¿qué más dan las cifras? Hasta los medios de la perrera mediática aceptan que ayer hubo más gente manifestándose, protestando, que en ocasiones anteriores desde hace muchos años.
Quizá desde la Transición no se habían visto multitudes semejantes. Y no solo en Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla... En pequeñas ciudades como las aragonesas Jaca y Sabiñánigo la gente salió a la calle por primera vez en mucho tiempo; en Monzón, fueron más de 2.000 personas. En algunas de esas localidades no se habían visto manifestaciones así desde los años de la Segunda República.
Todos juntos; trabajadores, empleados, parados, jubilados, estudiantes, maestros, personal sanitario, bomberos y policías de uniforme, discapacitados y sus cuidadores, veteranos de mil batallas y bebés en brazos de sus padres, parejas, grupos, gente sola. Los estafados por los bancos y los asalariados de esas casas de mala nota. Todos los sindicatos habidos y por haber (salvo los nacionalistas del País Vasco...como siempre). Todos los partidos de la izquierda ancha, diversa y plural. Viejos movimientos ciudadanos como las asociaciones de vecinos, y otros nuevos como los surgidos al calor del 15-M.
Por primera vez desde los años ochenta, la calle vuelve a ser del pueblo. Ha desaparecido de ella la chusma fachoide que los últimos años la ensució con sus llamamientos de regreso a las cavernas. De nuevo la calle es el foro natural del debate ciudadano, que se está produciendo de modo espontáneo en el marco de un movimiento de masas que avanza en forma de pacífica insurrección popular y democrática. Queremos que caiga el Gobierno de Rajoy. Queremos echar de la política al PP y a lo que representa, que desaparezca de nuestras vidas el partido de Gürtel y de Bankia, el instrumento político de los mercados y de los que esconden su dinero en el Caribe. Queremos desde luego que defraudadores, estafadores, evasores, timadores y toda la ralea crecida a las tetas de la sucursal española del Casino Global Neoliberal paguen lo más duramente posible por sus crímenes contra los ciudadanos de este país, al que han saqueado y arruinado como jamás antes hizo nadie, y eso que aquí hay una larga tradición de canallas gobernándolo al servicio de los más poderosos..
Queremos en suma que la oligarquía española y sus hermanos gemelos y compinches de negocios, las oligarquías catalana y vasca, empiecen a contribuir de una santa vez para que este sea un país normal y decente. Queremos que esos hiperprivilegiados empiecen a entregar al Estado en beneficio de todos una parte de los delirantes beneficios que esconden en paraísos fiscales. Porque si siguen sin querer compartir nada, empiezan a arriesgarse a perderlo todo.
Sin miedo. A por ellos.