¿Alguna vez te has preguntado por qué es tan difícil manejar las emociones?Para entender un poco mejor el espectro emocional es importante remontarse a la naturaleza primitiva de las emociones que básicamente son el medio de supervivencia para existir.El problema ocurrió cuando a lo largo del tiempo esas emociones se fueron transformando y se proyectaron hacia eventos sociales o suposiciones imaginarias que generalmente no son acordes con una realidad objetiva. Generando así un desbordamiento emocional que no cumple el objetivo primario de protección, con emociones tales como el miedo, la ira o la tristeza, que en esencia son emociones necesarias para nuestra supervivencia, ya que por el ejemplo el miedo nos permite reaccionar rápidamente ante situaciones de peligro real como ante un ladrón, un animal peligroso o algún otro elemento externo que esté poniendo en riesgo nuestra vida.Así mismo la ira también busca proteger ante situaciones en las que la persona se siente agredida en algún sentido, permitiendo reaccionar a través del enfrentamiento, buscando replantear el sentido de justicia. En cuanto a la tristeza su función principal seria la integración desde una perspectiva distante de la realidad, es decir en este estado puede haber un espacio de introspección y reflexión para reordenar los aspectos necesarios para continuar.El punto de desequilibrio aparecería cuando estas emociones desbordan su función primaria y transgreden el umbral. Como cuando el temor paraliza un proyecto que tenemos o nos impide realizar algo que realmente anhelamos de corazón por especular e impregnar la mente con planteamientos irracionales y posibles escenarios dramáticos que generalmente nunca suceden.De igual manera cuando la ira ya no solo busca proteger a la persona desde unas posibles alternativas justas y racionales sino que se desborda hacia la violencia y el ataque cegada por la situación. Allí se evidencia claramente la falta de juicio y empoderamiento mental para autorregular las emociones. Entendiendo como empoderamiento mental la capacidad que tiene una persona para hacerse cargo de su mente de forma responsable y lograr de ella su máximo potencial.Así como también puede ocurrir con la tristeza, cuando esta ya se hunde en un estado crónico de apatía hacia el mundo y hacia su propia existencia, se pierde el sentido esencial de ésta y busca también cualquier planteamiento que pueda justificar o aparentemente evidenciar su estado.Partiendo de este hecho en el cual se puede identificar que nuestras emociones no siempre nos juegan una buena pasada, es que como seres humanos tenemos el compromiso propio y con la sociedad de desarrollar esa tan importante inteligencia emocional o como se mencionó anteriormente el empoderamiento de nuestra mente para así reorientar y gestionar de forma más precisa la manera en como permitimos que las emociones reaccionen en nuestra vida, afectando directamente nuestro bienestar y por ende, el del entorno en el cual nos encontremos.La premisa del autocontrol es que no debe existir conflicto interno, con lo cual se deben gestionar las emociones a través del intelecto, la reflexión y la real autoncosciencia. Aprendiendo a identificar y comprender el por qué de la emoción y a partir de ahí decidir cambiar la forma de percibirla y así entender la mejor forma de regularla.Como lo describe M.Merce Conangla en su libro ‘Crisis Emocionales’:Cuando no somos capaces de gestionar éstas emociones correctamente a través del intelecto y el sentido común, pueden ocurrir dos cosas;
1-Reprimirlas, modo del “neurótico” (pienso pero no digo) la violencia es interna, nos degollamos psicológicamente.
2-Expresarlas desproporcionalmente y contra los demás, modo psicópata (hago pero no pienso), casi siempre trae consecuencias en nuestro entorno.Por ello es tan importante no reprimir la emoción sino buscar la forma de entenderla y regularla conscientemente, pues la forma en que percibo la emoción transforma el sentimiento. De igual forma es importante cuando entramos en un desequilibrio o desbordamiento emocional distanciarnos del momento o la situación y vernos desde afuera como un espectador, para poder parar, hacer una pausa y ser capaces de procesar la emoción de forma inteligente y no solamente de forma reactiva.