Las mediciones tradicionales de la inteligencia, en ocasiones, pecan de incompletas. En la segunda mitad del siglo XX esto fue lo que llevó al desarrollo de nuevas categorías, como la de la inteligencia emocional. Este tipo de inteligencia, presente en todas las personas, tiene un enorme rango de aplicación que puede ser analizado en cada esfera del comportamiento humano. En el caso de los niños la inteligencia emocional puede cumplir un papel vital en la escuela.
Según las últimas tendencias en investigación psicopedagógica los resultados más alentadores en rendimiento escolar son los que se basan en un contexto familiar armónico, contando en todo momento con apoyo parental. Los niños que encuentran estas condiciones satisfechas en la dinámica familiar son los que demuestran tener una mayor inteligencia emocional en la escuela. Esto les permite reforzar su motivación y afianzar su seguridad para lograr objetivos. La inteligencia emocional en la escuela, además, es muy útil para que los niños aprendan a relacionarse con sus pares de forma adecuada.
El contexto familiar debe proveer un ambiente calmo y agradable para sentar las condiciones para un desarrollo de la inteligencia emocional adecuado en los niños de la familia. Está comprobado que los niños que provienen de familias cuyos padres no discuten demasiado son los que terminan siendo más respetados tanto por sus compañeros de clase como por sus maestros y profesores. Estos niños, además, son los que tienen el mejor rendimiento escolar, menos problemas de comportamiento y la mayor facilidad para relacionarse e interactuar con niños de su edad o personas adultas.
Para conocer los niveles de inteligencia emocional en un niño pequeño se pueden poner en práctica diferentes tests y mediciones. Los resultados de los mismos deberían estar orientados a mejorar el rendimiento de los pequeños (evitando utilizarlos como estigmas sociales, en caso de obtener resultados desfavorables).