Hablar de las tecnologías móviles y de las redes sociales en la posmodernidad, implica reflexionar en la inmediatez de nuestros tiempos y en la configuración de la comunicación. Así pues, los contextos se remiten a los antecedentes de la modernidad cuando se empezó a hablar de la industria cultural y de la globalización, ciertamente porque las prácticas comunicativas han empezado a generar nuevos métodos de interacción en los usuarios. Pero ¿cómo influye la comunicación en las redes sociales para configurar una estética en los usuarios?
Las redes sociales son uno de los elementos que configuran la nueva estética del hombre posmoderno; de hecho, la filosofía de la liberación marcó un concepto de emancipación y reflexión en la época del siglo XX. La retórica y la oratoria fueron principios fundamentales para propiciar el cambio en América Latina; igualmente, no hay que desobedecer las prácticas comunicativas que propiciaron los caudillos para movilizar a los sectores sociales. Ahora, el crecimiento de la comunicación y de tecnologías, que se remiten a estos escenarios globales, evidencian los enfrentamientos culturales que hay en gran parte de la población.
La individualización, por ejemplo, se observa en la cotidianidad de los seres humanos porque la sujeción de identidades, carentes de realidad, permite reconfigurar la estética y la esencia del sujeto a partir de artefactos tecnológicos, acercándolo a una mirada dominante del consumo. “La intensidad de utilización de los medios de comunicación de masas, no es significativa, pero sí en relación con los grupos sociales que utilizan los teléfonos móviles. Igual de sorprendente es descubrir que los no-usuarios ven la tecnología como algo innecesario porque tienen alguna alternativa o porque creen que los teléfonos móviles son difíciles de elegir y utilizar”. (Wyatt Sally y Terranova Tiziana, 2002, p. 50). El despliegue comercial reside alrededor de la inmediatez y lo “ciberespacial”; en estos momentos el auge está mirado hacia las redes sociales y a la composición de los cuerpos.
El cuerpo no es estático -al igual que la tecnología-. ‘La sociedad virtual’ movilizó las expresiones mediante un conocimiento tardío, por lo que el discurso requiere de una insistente sociabilidad, además de una reconstrucción política que garantice el derecho a la comunicación, visto desde las nuevas formas de concebirlo. Por eso se propone evaluar los aspectos cotidianos, desde todos sus ámbitos, promoviendo una mayor cobertura con relación a las tecnologías de la información. Imaginemos el poder de ‘los cuerpos y la tecnología’. Ana Martínez (2004) expone un argumento sobre la intervención humana: “gracias a las nuevas tecnologías, el alcance de los expertos raya lo que hace pocos años se consideraba ciencia-ficción. Al poder modificar las condiciones que definen el inicio o el fin del cuerpo, se crean unas posibilidades en el ámbito de la reproducción en la sociedad de la información. Lo más significativo es que se genera la necesidad de redefinir la relación entre el cuerpo humano y la identidad individual”. (p. 143)
La adjudicación de sistemas informáticos y sobretodo aparatos que generen conectividad, rigen sobre el consumo de la industria y de la cultura. La construcción de identidades nuevas ‘raya’ con la sensibilidad de quién realmente es, puesto que la estética y la esencia de pertenecer a un ‘sistema lineal’, modifican los procesos de cambios adquiridos durante el tiempo. No es necesario caer en cuestionamientos filosóficos para explicar que la utilización de redes sociales es un espacio gestor de pensamientos y opiniones, además es el combate rutinario de afectos y nuevos lenguajes, donde confluyen, simbólicamente, discursos emanados de diferentes ámbitos sociales y preferencias correspondientes a entornos cotidianos y virtuales.
No hay que ser ajenos a nuestra historia ni a nuestra organización comercial. En redes como “Facebook o Twitter”, se pretende relacionar los sujetos de acuerdo a gustos e intereses; en esos casos, las plataformas ofrecen procedimientos de construcción acordes a la personalidad de los usuarios o consumidores -lo determinante de lo que puede llegar a ser, si la posición recae en una lógica propia de innovación-.
“Entendida como la totalidad de las redes que han surgido y han sido configurados decisivamente por los impactos de las nuevas TIC digitales, la cultura digital abarca más allá de los sistemas, prácticas, entornos y medios culturales simbólicos como los directamente relacionados con la información, la comunicación, el conocimiento o la educación. Se extiende por todos los ámbitos de la sociedad digital, pues los rápidos procesos de innovación desencadenados por las TIC digitales han transformado radicalmente la información”. (Lévy Pierre, 2007, p. 17) La herencia cultural ha tergiversado los antecedentes de comunicación en todo su conjunto. La interacción reafirma nuestra conducta hacia los gustos y razones, porque cada individuo, ciertamente, maneja una especialidad en el manejo de redes sociales. La necesidad de comunicarse frente a los intelectuales de turno, atribuyen las herramientas precisas para conceptualizar las tácticas de sujeción ante los contradictores que abordan la complejidad desde el otro lado de la pantalla, según porque su adversario (creen) tiene, también, un alto grado de intelectualidad a él. Así se configuran las redes de quienes no demeritan la buena utilización de estos medios. Sin embargo, la conspiración que se respira frente a la ilegalidad y violación de la información, cuestiona la falta de control que hay sobre la cultura digital, y a su vez genera una desestabilización del consumo porque la incompatibilidad de gustos representa la complejidad de la información aún cuando a través de las redes se extorsiona y se violan los derechos humanos. Como lo afirmé en párrafos anteriores: el cuerpo no es estático. Por otro lado, las críticas que se adjudican a estos emporios de las comunicaciones y marcas, cuestionan la intervención por parte de agentes implicados; es decir, los usuarios quienes creen ser críticos a partir de un hecho o noticia.
“Las herramientas de navegación son cada vez más sofisticadas, pero también las tácticas de marketing diseñadas para atraer a los usuarios. Una de las maneras en las que se está abordando el problema de la complejidad y el caos de internet, es guiando a los usuarios hacia subgrupos concretos de contenidos aprobados”. (Wyatt Sally y Terranova Tiziana, 2002, p. 51). Así es como influye más que todo en los jóvenes el asunto de las redes; siempre habrá pequeños grupos donde se intensifique un grado de aceptación según la relación con los demás. El atractivo y la ‘experiencia del internauta’, permite diseñar espacios reducidos para generar inmediatez; por ejemplo Twitter solo acepta 140 caracteres para reproducir la información.
Durante largo tiempo, la maquinaria publicitaria ha polarizado a algunos usuarios por la intromisión de material que se valida negativamente. Así mismo, contrae la disponibilidad para publicitar en otros medios, lo que convierte al sistema en un programa donde el capital crece significativamente. Desde ahí es como se empieza a constituir la estética de los usuarios a través de las redes sociales y de las nuevas tecnologías; la influencia constriñe la proposición de los mercados y la legitimidad para el uso y control.
En estos tiempos la era digital está llegando a los rincones más pobres, ahora internet no es un lujo sino una necesidad para entablar encuentros cognoscibles y de crecimiento.
Referencias Bibliográficas
- WOOLGAR, Stiver, 2002, “¿Sociedad Virtual? Tecnología, ‘cibérbole’, realidad”. Reino Unido. Universidad de Oxford, editorial UOC.
- MARTÍNEZ, Ana, 2004, “La construcción social del cuerpo en las sociedades contemporáneas”. Universidad de Coruña.
- LÉVY, Pierre, 2007, “Cibercultura: informe al consejo de Europa”. Anthropos Editorial
- CASTAÑO, Martha, 2012, “Una aproximación a Michel Maffesoli”. Medellín, Colombia. Revista colombiana de ciencias sociales.