En septiembre viajamos unos días a La Alpujarra, en la provincia de Granada.Como te expliqué aquí fue el remate perfecto para nuestro verano viajero. Aunque realmente no lo podemos considerar un intercambio de casa propiamente dicho, porque cuando es con la familia, no cuenta. Y es que toda la rama de mi familia materna procede de estas cumbres altas del Mulhacén, donde todavía me quedan algunos primos lejanos.Así que podría titular mejor esta entrada con algo así como reconectar con mis raíces alpujarreñas, porque en realidad este viaje ha sido un redescubrir la tierra de mis antepasados, y he podido sentir esa fuerza y esa energía invisible que transmiten los lugares que te vinculan el alma.Si te apetece, te invito a un tour de dos minutos para que puedas (virtualmente) palpar con tus sentidos la magia de este lugar tan especial de Sierra Nevada.
(En este otro post te muestro con más detalle el pueblo y la casa dónde estuvimos hospedados, porque son tan bonitos que merecen una entrada a parte.)VISTA: ¿Qué vemos en La Alpujarra?
Un amplio horizonte de grandes picos, donde irrumpe majestuoso el Mulhacén, ante la atenta mirada del valle verde y profundo de las montañas. Todo rodeado de una intensa luz clara, venerada por muchos artistas y viajeros de todo el mundo.
Los pueblos blancos, donde la casa popular alpujarreña es la reina; con sus esbeltas chimeneas con sombrerito, terraos planos de arena, tinaos, balcones de flores y paredes blancas encaladas.
Auténticas joyas arquitectónicas que guardan la tradición de los tiempos antiguos, preparadas para ser frescas en verano y calientes en las noches de invierno.
OÍDO: ¿Qué se escucha?En la mayor parte de los caminos todo lo inunda el silencio. Un silencio atronador que se te contagia y te transmite una paz profunda, invitándote descaradamente a encontrarte contigo mismo.
O el correr del agua, salvaje y libre, que baja por las laderas desde las altas cimas, bordeando rocas y valles, y dibujando auténticas obras de arte entre los senderos.
OLFATO: ¿A qué huele?
El aire limpio y cristalino está impregnado de frescor. Un olor fresco que te llena las entrañas, algo dulce a la vez que intenso, madera y rocío, piedra y agua, montaña, madre Tierra.
Esta descripción la escribí en un momento en el que estuve sola, después de inspirar y suspirar (si no lo has leído antes, mírate en un momento esta entrada sobre los suspiros), mientras estaba sentada frente a la casa donde nació mi madre.
GUSTO: ¿La Alpujarra tiene sabor?Sí, sabores intensos, mezclas de culturas, un mestizaje complejo y variado que hace muy rica la tradición culinaria de este lugar, pero me quedo con dos sabores que me han dejado huella:El jamón. Ese manjar de dioses, salado artesanalmente con tiempo y paciencia, que guarda la sabiduría de las tierras altas de Sierra Nevada.
El agua agria. En un rincón llamado Pórtugos nace una fuente medicinal con aguas rojizas, enriquecidas en hierro con grandes beneficios para la salud. El lugar es maravilloso, y su sabor, un auténtico desafío para el paladar.
TACTO: ¿Es verdad que se pueden tocar las estrellas?
Casi, casi, las rozas con la punta de los dedos. A más de 1500 metros de altura, estás muy cerca.
Y la piel se queda tersa, limpia y relajada, después de un baño en esa agua pura de nieve. Aguas que nunca duermen.
¿Algo más?
Allí puedes descansar, desconectar, caminar, escalar, navegar, esquiar, bailar, escuchar, meditar,…
No por nada se conoce también a La Alpujarra granadina como el pequeño Tíbet, por su calidad como lugar espiritual, pues tiene algo que tranquiliza e invita a la meditación.
Sólo puedo decirte una cosa más, busca la oportunidad y descubre La Alpujarra. Es un regalo.<<Aquí en La Alpujarra encontré bálsamos milagrosos que ayudaron a cicatrizar heridas del alma, que parecían incurables. – Fidel Fernández>>
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