El viernes pasado saludé a mis hijas desde la calle mientras ellas se asomaban a la ventana desde un sexto piso. Había ido a recogerlas para que se vinieran conmigo el fin de semana pero no pudo ser, por un posible contagio laboral de El Ingeniero decidimos que era mejor que se quedaran en cuarentena los tres juntos.
Es la decisión correcta. Ellos van a estar perfectamente. Yo voy a estar perfectamente.
Lloré cuando no me veían. Y por la noche me desperté con un precioso ataque de ansiedad que se parecía muchísimo a los ataques de ansiedad que tuve cuando estuve enferma de depresión.
La incertidumbre, y esto no lo sabía cuando escribí el último post, puede prolongarse en el tiempo y aprendes a convivir con ella o, como la famosa curva, puede escalar rápidamente y dar el salto a angustia, para luego relajarse, volver a subir a un pico de pánico y volver a bajar. Eso me pasó a mí la noche del viernes al sábado y parte de la mañana. Después, fue bajando y calmándose y la incertidumbre ya ha desaparecido porque lo más acojonante de toda esta situación es cómo en un par de días, algo que hace una semana nos hubiera parecido ciencia ficción, se está convirtiendo en rutina. Y la rutina da calma, da seguridad. Y te acostumbras al miedo.
Y en esta rutina y en este miedo nos está salvando la vida "el malvado internet y la larga mano negra de las redes sociales". Hay muchas tonterías, muchas mentiras, mucha gente mal metiendo, claro que sí, como la hay en tu curro, en el bar de la esquina, en los periódicos y en tu gimnasio pero también hay millones de cosas buenas. Para empezar estamos aislados pero dándole a un botoncito podemos ver las caras de los que no están con nosotros, ver que están bien, que se acaban de levantar y, en mi caso, que están hasta el moño de que las llame. «No hay nada nuevo, mamá. Estamos encerradas en casa, ¿qué quieres que pase? ¿Una gotera?»
«El malvado internet» nos proporciona películas, series, podcasts y nos da una ventana para preguntar las dudas que tengamos porque «el malvado internet» está lleno de gente real, gente tan acojonada como nosotros pero que a lo mejor igual que yo sé algo de podcasts, ellos saben de otras cosas interesantes, importantes o simplemente entretenidas. «El malvado internet» nos permite saber qué está pasando y qué va a pasar, nos permite comprobar que en todos los países hay idiotas e irresponsables, que en todos los países los gobiernos están actuando como buenamente pueden y que en todas partes hay gente que como he leído hoy en twitter, no son capaces de mantener un poto vivo una semana pero creen que serían capaces de gestionar una crisis de esta magnitud.
«El malvado internet» nos permite reírnos por chat con nuestros amigos, pasarnos chistes malísimos y convocar a todo un país a aplaudir a los sanitarios en el eco de las calles vacías. ¿Sirven para algo esos aplausos? No son útiles pero como todas las cosas emocionantes de esta vida, como todas las cosas que de verdad importan, te hacen sentir que no estás solo.
«El malvado internet» nos está permitiendo ver a nuestros primos, nuestros tíos, nuestras hijas y tener ganas de achucharnos todos, de prometernos a nosotros mismos que cuanto esto pase, que cuando esta rutina excepcional acabe, nos tocaremos, nos besaremos y nos abrazaremos.
«Mamá ¿otra vez?Sí, otra vez. Os quiero muchísimo»
Con el malvado internet este miedo atroz agarrado a las tripas da un poco menos de miedo.