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Todos estamos de acuerdo con que la conciencia es algo muy personal, que todos debemos respetar. Todos debemos obrar en conciencia, y a nadie se le debe obligar a actuar en contra de la conciencia. Es este respeto a la conciencia propia y ajena algo básico en las relaciones interpersonales. Si no lo respetamos, nuestro círculo de conocidos se irá estrechando y nos quedaremos al final sólo rodeados de un grupo de amigos con ideas afines a nosotros.
Similarmente, una sociedad que no respete la conciencia de sus ciudadanos está condenada a ser conflictiva, porque le falta el respeto y la tolerancia a las opiniones ajenas. Como muy bien apunta Esteban Rodríguez, ginecólogo "algunos políticos se creen en la obligación de regular las conciencias de los ciudadanos. Deben pensar que la conciencia no es algo íntimo de la persona sino que de alguna manera es patrimonio de la casta política que dirige el Estado". Pero es la conciencia un acto de la razón práctica, es un juicio sobre un acto singular, que corresponde al individuo, al ciudadano, nunca al Estado.
"¿Por qué es tan importante que el Estado se meta en la conciencia de los agentes sanitarios y no en la de otros agentes sociales?" se pregunta el doctor Esteban Rodríguez. "La respuesta es fácil, se debe a que la clase política es consciente de qué está dictando leyes contrarias a la deontología médica que atentan contra la conciencia profesional de los médicos, de los farmacéuticos, enfermeros y demás profesionales relacionados con el ámbito sanitario".
Algunos políticos deben creer que "el celador que conduce a una mujer a quirófano para que su hijo le sea arrancado de sus entrañas, o la enfermera que hace el preoperatorio, el administrativo que hace los trámites, el ginecólogo que hace la ecografía, la orden ingreso y informe el alta etc., son ejecutores autómatassin ciencia ni conciencia". No, el Estado no es el dueño de la conciencia, puesto que la conciencia es el centro más íntimo de la persona. Si esto se olvida, caeríamos en un totalitarismo absurdo.
"La solución, por tanto, no pasa por poner un interruptor a la conciencia y decirles a los médicos qué puede atentar contra su conciencia y qué no, en un paternalismo político intolerable". La conciencia ni se puede interrumpir, ni se puede suspender, ni se puede regular. Es algo que pertenece a la esfera de lo privado, que siempre debe ser reconocido.