Cientificos de la U. de HARVAR publicaron en la revista NATURE en el 2014 que los ratones vírgenes atacan ferosmente a las crias de otro congéneres, por instinto o sistema, pero que al tener su primer encuentro sexual cambian su comportamiento y empiezan a tratar con amor paternal a sus propias crias. Esta conducta la soportan con base al hallazgo de ciertos circuitos cerebrales subyacentes a dicho comportamiento.
La agresividad se dispara por las propias feromonas que emiten los infantes ratoncitos, activando en los machos grandes , los circuitos vomeronasales encargados de percibirlas e induciendo al macho a su ataque feróz.
Cuando ya han tenido sexo predomina los circuitos del amor, tan concretos e identificables como los anteriores en el hipotálamo de estos animalitos. Un siglo de estudios en neurologia han demostrado que el cerebro esta compuesto por centenares de módulos especializados, por lo tanto no es muy sorpresivo que el amor y la agresión se encuentren en un lugar determinado en la anatomia cerebral.
Para nuestra especie lo que realmente importa son las funciones complejas como el entender un chiste, analizar un tema, generar conclusiones y acciones resultantes de éstas, donde se requiere la intervención de una serie de módulos como fonética, sintaxis, semántica, entendimiento abstracto y una interacción constructiva entre el hemisferio racional y el intuitivo.
Afortunadamente estos descubrimientos no son extrapolables a la especie humana , porque ocacionarian gran revuelo en el planeta.
IVAN RODRIGUEZ del Dpto. de Genética de la U. de Ginebra , escribe en NATURE que las contribuciones de los machos al cuidado de las crias son muy variables dependiendo de la especie y la experiencia que tengan refiriéndose a los mamíferos en general.
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