Introducción a la imagen pública de la química José Antonio Chamizo.
La química tiene una mala imagen. La gente desconfía de ella por considerarla una cienciacompleja e incomprensible. Existe la tradición de aprender la química de memoria en lugar de comprenderla. Los químicos aparecen como personas retraídas y un poco peligrosas, aislados en sus laboratorios, donde confeccionan mezclas elaboradas que son peligrosas al olerlas y quizá hasta venenosas. P. Lazlo y A. Greenberg
Hace veinte años apareció, en Educación Química, el artículo de los autores del epígrafe titulado “Falacias acerca de la Química”. En el mundo y las sociedades humanas han pasado muchas cosas desde entonces, pero las preguntas alrededor de este asunto siguen siendo las mismas. ¿Por qué la imagen pública de la química es la que Lazlo y Greenberg tan atinadamente allí describen? ¿Cuál es la causa? ¿Siempre fue así? ¿Hay un momento en la historia en que la química fue reconocida de otra manera?
Veinte años, que como a continuación ejemplificaremos, corresponden al periodo que caracteriza a una revolución científica, y también lo fueron para permitir el regreso de los tres mosqueteros de Dumas, o como bien dice el tango y entendemos, aquellos que los hemos vivido de adultos…, ¡no son nada! Sin embargo, algo se podrá decir.
La periodización de la historia de las civilizaciones humanas en historia antigua, medieval y moderna proviene del siglo XVI. Desde entonces, y probablemente también desde antes, para dominar el tiempo y la historia y para satisfacer las propias aspiraciones a la felicidad y a la justicia o los temores frente al inquietante concatenarse de los acontecimientos (Le Goff, 2001, p. 11), hemos buscado la forma de dividir los tiempos históricos.
Hay muchas maneras de hacerlo, los parámetros pueden ser y son diferentes. En algunos casos se hace a partir generalmente de la aceptación de un acontecimiento singular o el cambio de maneras de pensar y/o actuar.1 Sobre ello, hace más de medio siglo, el filósofo francés Gaston Bachelard nos dice (1979, p. 9):
Si por razones de claridad, se nos obligara a poner groseras etiquetas históricas en las diferentes etapas del pensamiento científico distinguiríamos bastante bien tres grandes periodos.
El primer periodo, que representa el estado precientífico, comprendería a la vez la antigüedad clásica y los tiempos del renacimiento y de nuevos esfuerzos, con los siglos XVI, XVII y aun el XVIII.

Figura adicional a. Los metalurgistas y ceramistas fueron los primeros humanos en modificar de manera intencional la naturaleza de las sustancias.
El segundo periodo, que representa el estado científico, en preparación a fines del siglo XVIII, se extendería hasta todo el siglo XIX y comienzos del XX.

Figura adicional b. La ilustración es el periodo en que la alquimia del mundo antiguo es dividida en dos, una se llevaría todos sus aportes empíricos y su instrumentos, mientras que la otra conservaría todo el manto esotérico, a la primera la llamamos química y a la segunda alquimia.
En tercer lugar, fijaríamos exactamente la era del nuevo espíritu científico en 1905, en el momento en que la relatividad einsteniana deforma conceptos primordiales que se creían fijados para siempre.

Figura adicional c. Un laboratorio de la universidad de Brimingham que investiga sobre la química de los materiales una de las areas de investigación en química de mayor dinamismo en la actualidad.
A diferencia de Bachelard, cuyos textos son de difícil interpretación, en el estudio de la historia y la filosofía de la ciencia, las ideas de Thomas Kuhn sobre las revoluciones científicas han sido ampliamente aceptadas (Hoyningen-Huene, 2008), así como su uso en la enseñanza y la historia de la química (Jensen, 1998).
Para Kuhn, una revolución (1971, p. 277): es una clase especial de cambio, que abarca cierta índole de reconstrucción de los compromisos de cada grupo. Los compromisos que comparten los grupos o comunidades científicas se reconocen con la palabra paradigma que es (1971, p. 71): un criterio para seleccionar problemas que, mientras se dé por sentado el paradigma, puede suponerse que tienen soluciones. Las diferentes comunidades científicas comparten a lo largo de la historia un paradigma y alrededor del mismo trabajan haciendo “ciencia normal” que es (1971, p. 26):
la actividad en que inevitablemente, la mayoría de los científicos consumen casi todo su tiempo, se predica suponiendo que la comunidad científica sabe cómo es el mundo. Gran parte del éxito de la empresa se debe a que la comunidad se encuentra dispuesta a defender esa suposición, si es necesario, a un costo elevado. Por ejemplo, la ciencia normal suprime frecuentemente innovaciones fundamentales, debido a que resultan necesariamente subversivas para sus compromisos básicos.
Cuando hay una revolución científica la comunidad cambia su paradigma, cambiando las actividades relacionadas con la ciencia normal.

Figura adicional d. Thomas Kuhn revolucionó el modo en que es entendida la filosofía y la historia de las ciencias al señalar la importancia de tres ejes que afectan al mundo científico, la historia, la filosofía y la sociedad.
Esta breve introducción de carácter histórico es útil para defender el valor de la historia de la química (Nieto-Galán, 2010) como uno de los lugares privilegiados para entendernos. Cuando una comunidad renuncia a recordar por su propia cuenta el relato del pasado, del suyo propio, abdicando a reconocer aquellos eventos que deben formar parte de la memoria colectiva de esa comunidad, esta imagen del pasado, y por qué no, la del presente y el futuro, es construida por otros. Con ello, y como diría el filósofo español José Ortega y Gasset, el que vence hace mundo, y es ese mundo configurado por los vencedores el que se trataría en todo caso de transformar (Cruz, 2005, p. 172). PRINCIPAL REGRESAR