De la mayoría es sabido que los problemas asociados a la producción de biodiesel a partir de aceites vegetales mediante transesterificación ácida o básica han sido ampliamente debatidos con muy dispares comentarios a favor y en contra. Una gran cantidad de estudios sobre ciclos de vida, capacidad de tierras potencialmente útiles, cultivos energéticos, modificación de precios en el sector alimentario…, han creado una disparidad de opiniones que no logran ponerse de acuerdo.
Lo que es indudable es que el sector del transporte debe tener una alternativa a los combustibles de origen fósil, que además sean ecológicamente sostenibles y rentables, para evitar de esta manera la dependencia del sector petrolífero. Creo que el biodiesel de primera generación ha servido como “chivo expiatorio” para tapar las inmundicias de otros sectores tales como las petroleras, industrias alimentarias y madereras. La generación de nuevos sectores, tal y como fue en su día el biodiesel, provocan modificaciones y alteraciones en otros sectores en los que se comparten las materias primas, pero ¿acaso no tienen derecho los productores a tratar de vender biodiesel?. El mercado es flexible y capaz de adaptarse a nuevas iniciativas.
Pero en fin, ya se habla de la segunda generación de biocarburantes y estos debates y problemas serán pronto olvidados. Para la obtención de diesel sintético-mineral o biodiesel de 2ª generación se pueden utilizar una gran cantidad de materias primas, tales como material lignocelulósico, residuos forestales, residuos de industrias alimentarias, RSU, la fracción orgánica de los RSU (FORSU), neumáticos fuera de uso, cultivos energéticos…, que abren nuevas opciones antes limitadas a los procesos de combustión o incineración.
Las vías tecnológicas para la obtención de biocarburantes a partir de los diferentes tipos de materia prima serían los procesos termoquímicos (catalizados o no) como el proceso Fischer-Tropsch, procesos pirolíticos, la gasificación de la materia orgánica, entre otros, que transforman el material de entrada en un conjunto de cadenas carbonatadas de propiedades similares al del diesel de origen fósil (> de C16), por lo que lo hacen apto para su uso en motores de combustión interna.
Las tecnologías aún están inmaduras y en muchos casos no pasan de planta piloto, debiendo aún ajustar los costes para lograr una rentabilidad apreciable.