“Giunta, Giunta, Giunta, huevo, huevo, huevo” fue el grito de guerra durante varios de la hinchada de Boca en la década del 90. Blas Armando no era un habilidoso, un goleador serial ni el capitán del equipo, sino que era un volante central aguerrido, que levantaba al público con barridas, entradas bruscas y un perfil bravucón que se amoldaba a lo que el hincha del momento aplaudía.
En esta semana se convirtió en el hombre más nombrado tras el empate 1-1 entre River y Almirante Brown, club al que dirige desde el 7 de septiembre de 2005 siendo el entrenador que más tiempo lleva en su cargo en Argentina en el fútbol grande.
Su etapa de jugador
Como jugador comenzó de volante por derecha en San Lorenzo en 1983. En sus comienzos no era un jugador con futuro, por lo tanto, el Ciclón que encima vivía años complicados, lo cedió a Cipolletti y a Platense. En 1986 volvió a Boedo y ya en su nueva posición como volante central y con el Bambino Veira como entrenador, dio sus primeros pasos de confianza.
Giunta grita algunos de sus pocos goles en Primera
A fines de 1988, Real Murcia lo incorporó y meses después retornó a Argentina para jugar en Boca y comenzar a escribir su historia relevante. A poco de llegar ganó la Recopa Sudamericana y meses después, convirtió el penal decisivo para ganar la Supercopa frente a Independiente. Su corrida de cien metros y posterior trepada al alambrado de los xeneizes aun es recordada.
Ese fue el comienzo de un romance entre hinchas y el jugador que perduró hasta su salida en 1997 (a excepción de un paso por el Toluca en el medio) con varios títulos en su palmarés. En certámenes locales, se impuso en el Apertura 1992 con Tabárez como DT cortando una racha de once años sin títulos de cabotaje. Giunta fue fundamental compartiendo el mediocampo con Villarreal. Faltaba un tiempo para la llegada de Bianchi y para el ocaso riverplatense.
En la selección, se dio el lujo de disputar la Copa América 1991 que la selección argentina obtuvo aunque sin ser titular en el equipo que dirigía Alfio Basile. Luego dejó de entrar en la consideración del Coco y no llegó a disputar el Mundial 1994.
Al abandonar Boca, Giunta tuvo un breve paso por el ignoto Orense español y se retiró en 1999 jugando gratis para Defensores de Belgrano, dándole un impulso grande a un equipo que estaba lejos de ser el actual. Su recorrido por el ascenso continuó aunque como técnico, llegando a Almirante en 2005.
Su etapa como entrenador
Con La Fragata vivió sus años gloriosos. En su primera temporada completa como entrenador, ascendió a la B Nacional tras 21 años que el club no llegó a la segunda categoría. El día del ascenso ocurrió vs. Estudiantes de Caseros en un partido que tuvo violentos incidentes en cancha de Racing y se reanudó 25 días después en Junín. Jugadores que ahora se desempeñan en Primera como Penco y Campestrini fueron las figuras aunque la solidez defensiva fue el valor fundamental con Zavaleta y Gonzalo Peralta como artífices principales.
En Almirante, ya es ídolo
Por los incidentes ocasionados en aquel partido, Almirante sufrió la quita de 18 puntos en el siguiente torneo. Si no hubiera sido por esa sanción habría jugado la Promoción por el ascenso, sin embargo, terminó descendiendo. Para quien dice que las segundas partes no son buenas, tras rumores de salida de Giunta a Belgrano y de un supuesto interés por Boca, el “Ferguson argentino” se quedó y ascendió en 2010 con un equipo que repite en su mayoría a los actuales jugadores. Bazán Vera, Román Díaz son algunos de los que se fueron pero Centurión, Monasterio, Marrugo, el Pipi García y Maraschi permanecen con grandes éxitos.
Su estilo
Giunta hace especial hincapié en la continuidad de los proyectos. A la vista está su paso por Casanova y la fuerza que hace por mantener su once y reforzar los puestos en los que se pierde un jugador (por ejemplo Daniel Vega por Bazán Vera como centrodelantero). Encuentra en el apoyo de la dirigencia la clave del éxito y la perduración de la idea futbolística aunque se define como un “jugadorista”.
Como en su época desde adentro, los entrenamientos le resultan fundamentales para definir el equipo. Modifica la previa de los sábados con relación al rival (observa a la mayoría yendo él mismo a la cancha) aunque intentando no intervenir la columna vertebral. Califica a la derrota como un dolor que le dura una semana y el famoso triunfo “medio a cero” le resulta una alegría cortoplacista.
Otro de los beneficios que encuentra a mantener la base de un plantel es la relación con sus jugadores y la posibilidad de imponerles su estilo. La motivación y la preparación del partido las marca como fundamentales y menciona a Basile como su principal profesor en esa materia. Una costumbre que mantuvo durante un tiempo fue ir a visitar con todo el plantel la Virgen de Lourdes antes de jugar los partidos.
Aprendió del Cai Aimar, de Basile, de Bilardo, de Menotti, del Bambino y del Nano Areán, pero para él, el mejor es Tabárez a quien tuvo en Boca Juniors. A pesar de no haber dirigido en Primera, mantiene el ego alto y dice que puede dirigir “tranquilamente cualquier equipo de Primera División”. Ese perfil rudo, directo, perspicaz es el mismo que lo llevó a bromear estos días con la cortadora de pasto y las chicanas a River. Ese estilo que le gustaba y enamoraba al hincha de Boca y lo llevaba a cantar el cantito, con el que comienza esta nota.