Tras la partida de Matías Almeyda, el hombre que más alegrías le dio a River, sumando sus logros dentro del campo de juego y del otro lado de la línea de cal, volvió a Núñez para tratar de encauzar el rumbo del club de sus amores. Con su estilo audaz y ofensivo, intentará sumar un nuevo título a su exitosa carrera.
Los inicios del riojano
Ramón dejó La Rioja para instalarse en la pensión de River y cumplir con su sueño de ser futbolista. Debutó en Primera el 13 de agosto de 1978. Un año después, el hábil y escurridizo delantero conquistaba el Mundial juvenil de Japón, conformando una dupla ofensiva letal junto a Maradona.
Al mismo tiempo, se destacaba por sus cualidades futbolísticas, pero también por su voz de mando, cualidad que compartía con el Kaiser. asentaba y ganaba títulos en la Primera del Millonario junto a figuras de la talla de Alonso, Gallego, Merlo, Fillol y Passarella.
En 1982 recaló en el Nápoli de Italia, para luego pasar por el Avelino y la Fiorentina, donde tuvo un gran desempeño que le permitió pasar al Inter de Milán, donde realizó aportes vitales para ganar el Calcio. Luego, jugó dos años en el Mónaco y en 1991 volvió a calzarse la banda roja.
Ganó el Apertura ’91 siendo goleador, y dos años después se fue a cerrar su carrera al Yokohama Marinos japonés, donde fue declarado héroe deportivo y goleador.
Su era como entrenador
En 1995, Ramón reemplazó a Babington en la dirección técnica y dio inicio a una de las etapas más gloriosas de la institución. En cuatro años al frente del equipo, cosechó cuatro títulos locales -tres de ellos de manera consecutiva-, una Copa Libertadores y una Supercopa.
Durante su primera etapa como DT, el Pelado se inclinó por el clásico 4-3-1-2. Siempre con laterales con proyección -Hernán Díaz, Lombardi, Altamirano, Sorín, Placente-, volantes de mucho ida y vuelta -Monserrat, Cedrés, Berti, Escudero, Gancedo-, un cinco “metedor” -Almeyda, Astrada- y enganche definido -Ortega, Gallardo, Aimar-. Arriba, Ramón siempre apostó a un 9 de área y a otro atacante que se movía por la periferia -Francescoli, Saviola-.
A principios del año 2000, Díaz renunció a su cargo y volvió poco después, para ganar el Clausura 2002, aunque la dirigencia, disconforme con sus manejos, optó porque no siga en el cargo. En esta segunda etapa, Ramón adoptó el 3-4-1-2, sistema que, hoy en día, parece ser su predilecto.
Con un volante central de quite -Ledesma- y otro de juego y distribución del balón -Cambiasso-. Siempre siguiendo con los mediocampistas de ida y vuelta (característica que deberá impregnar en este nuevo River), el enganche -D’Alessandro- y el delantero “por afuera” -Ortega-.
A fines de 2006 recaló en San Lorenzo y ganó el Clausura 2007 utilizando el mismo sistema. Juego atractivo, garra y efectividad caracterizaron a ese equipo, que sufrió cambios constantes en el once inicial, pero siempre mantuvo la idea de juego y el esquema.
Además, logró alcanzar los cuartos de final en la Copa Libertadores de 2008; recordada por haber dejado eliminado a River en octavos de final en el mismísimo Monumental.
Tras dejar San Lorenzo, firmó para el América de México, donde obtuvo resultados decepcionantes que lo llevaron al despido. En 2010 volvió a Boedo. Con la misma táctica, no logró resultados satisfactorios y se fue sin pena ni gloria.
Su último equipo fue Independiente, donde sumó sólo 20 puntos en 17 partidos por el torneo local y presentó su renuncia. Allí, también comenzó utilizando la línea de 3 en el fondo y luego pasó por el 4-3-1-2, pero nada le dio resultado.
Ahora, el riojano tiene una nueva oportunidad para volver a saborear la gloria. Será en su casa, en el club que lo vio nacer y consagrarse. En el club que lo llamó para recuperar su esencia.