“Invisible”, de Eloy Moreno: cuando mirar hacia otro lado también duele

En el mismo día en que miles de estudiantes se manifiestan contra el acoso escolar, la novela de Eloy Moreno vuelve a recordarnos que el silencio también es una forma de violencia.

Por: Alberto Berenguer / Instagram: @tukoberenguer; @delecturaobligada

Hay libros que se buscan, y otros que te encuentran. Invisible, de Eloy Moreno, me encontró a mí. Apareció un lunes cualquiera, extraviado en el laboratorio del instituto, probablemente olvidado por una alumna al inicio del curso. Pasaron semanas. Nadie lo reclamó. Y así, como quien recibe un préstamo del destino, comencé a leerlo durante los quince minutos de lectura diaria del centro. No imaginaba entonces que eso se transformaría en algo más: conversaciones con los alumnos, miradas cómplices, confesiones a media voz… Descubrí que muchos ya lo habían leído, otros estaban leyéndolo, y algunos incluso me hablaron de “la serie”, que yo ni sabía que existía. De pronto, Invisible se convirtió en un punto de encuentro. Un espejo compartido. Un libro que no se lee, se siente.

Desde hace un tiempo tenía pendiente la lectura de Tierra de Eloy Moreno. Sin embargo, estoy satisfecho de haber comenzado con Invisible. El escritor tiene una habilidad extraña: escribir desde la sencillez para golpearte con fuerza. Su prosa no busca deslumbrar, sino llegar. Invisible se construye con capítulos breves, directos, casi como respiraciones contenidas. Cada parte del libro funciona como una capa que se va desprendiendo hasta dejar a la vista lo que nadie quiere mirar: el dolor del que se siente fuera, el silencio de los que miran y no hacen nada, la indiferencia que duele más que cualquier insulto. Porque sí, este libro habla de acoso escolar, pero también de algo más profundo: la complicidad del silencio. Esa pasividad cotidiana que convierte a tantos en monstruos sin darse cuenta.

Eloy Moreno se mete en la mente de un adolescente y lo hace con una precisión que desarma. No hay artificio. El lector escucha sus pensamientos, sus miedos, su lógica ingenua y brutalmente honesta. Es imposible no reconocerse en alguno de sus fragmentos. En esa vez que no dijimos nada, que pasamos de largo o que fingimos no ver.

Además, varios alumnos me han hablado del universo simbólico que construye Eloy Moreno en Invisible. Muchos confiesan que esa parte les resulta enigmática, difícil de descifrar del todo. El autor recurre a superhéroes, monstruos y dragones, pero no como simples adornos narrativos. En ellos se mezclan el deseo de huir y la necesidad de ser visto. Y es precisamente en ese contraste donde la historia golpea con más fuerza: cuando comprendemos que, a veces, la fantasía es la única forma posible de sobrevivir a la realidad.

Leer Invisible con adolescentes cambia la experiencia. Por ello, es un libro que abre una conversación urgente y que realmente quiero trabajar desde tutoría. Porque el acoso no empieza con un golpe, sino con una risa, un gesto, un “no es para tanto”. Porque los monstruos no viven debajo de la cama, sino en los pasillos, en los móviles o en los silencios. Tengo claro que este libro debería leerse en todos los institutos, pero también en todas las casas. No solo para hablar de bullying, sino para hablar de empatía.

En definitiva, aquel libro perdido ya no está solo en la estantería del laboratorio. Ahora pasa de mano en mano. Ha dejado de ser un objeto extraviado para convertirse en un pequeño motor de conversación, de conciencia. Y pienso que, tal vez, esa sea la verdadera magia de Invisible: hacernos visibles los unos a los otros.