Revista Cine
Director: Richard Wilson
Un exsoldado confederado, un rebelde como les dicen, vuelve a su pueblo. Regresa a su vieja granja, visita la tumba de su madre pero no es bienvenido: escopeta en mano, un extraño le grita que se aleje de su propiedad, el "su" que quede a criterio de quien lea. Resulta que el banquero local, inescrupuloso por supuesto, se apropió de su granja y la vendió al primer postor. El rebelde ahora es un problema, más aún cuando el otro día el actual dueño de la granja amanece muerto: el rebelde fue, o eso dicen. El rebelde debe irse del pueblo, orgullosamente unionista, aunque, primero, es justo notarlo, es un pueblo que mantiene a los mexicanos bien allá, bien de lejitos, viviendo como perros y como burros, y que mantiene el poder en mano de los pocos comerciantes liderados por el banquero; las mujeres, por su parte, la mayoría viuda de valientes soldados unionistas, pueden vegetar por ahí y si quieren ir a las asambleas en donde se delibera, por ejemplo, cómo solucionar el tema del rebelde (descartada la posibilidad de recurrir a un juicio justo), pueden ir, claro, hasta pueden escuchar, por supuesto, pero que no voten por favor ni que tampoco pidan la palabra mira que hay hombres trabajando, deliberando, entonces qué, ¿llamamos a un pistolero?, ¿de acuerdo?, conforme; dispongan; dispensen.
El pistolero es un Yul Brynner de magnética y fascinante presencia, que acepta el encargo, aunque tiene sus propios planes en ese pueblo racista como se ve, dolido de tener que contratar a un natural de Nueva Orleans (otro rebelde dicen) de piel oscura y seguro de sí mismo, este también dolido, a su modo, de racismos e ignominias que ha vivido y visto en carne propia, a diferencia de esos blancos anti-esclavitud que seguramente nunca vieron un esclavo o un negro en su vida, que lo son de la boca para afuera. Sí, el pistolero tiene una mirada fina y precisa, no sólo para disparar, también para notar la hipocresía y podredumbre moral del pueblo y, sobre todo, para mostrárselas con la claridad de un espejo. Como él, la película mete el dedo en la llaga y esta premisa de pistoleros y encargos es la excusa ideal para desentrañar las siempre contradictorias y conflictivas bases morales de una sociedad a la que parece no gustarle su variedad de colores.
El director es Richard Wilson, también productor y guionista junto a su esposa (supongo: comparten el apellido), también director de "Man with the Gun", aquel western visto la semana anterior sobre un Robert Mitchum que, buscando respuestas, llega a un pueblo casualmente embadurnado en sus propios problemas, reacios a recurrir a un pistolero pero qué se le va a hacer, de alguna forma hay que limpiar la ciudad, ya sea de malhechores o, si se puede aunque sea un poco, de racismos y discriminación.
La película, desde luego, además de ser precisa, certera y coherente en cuanto a lo que nos cuenta, está muy bien narrada, es decir escrita y dirigida, con personajes bien trazados, bien construidos, moralmente estimulante y desafiante, escenas de tensión rodadas con mano y pulso firmes (genial cuando Brynner se pone rabioso), y, en definitiva, ya saben lo que les estoy diciendo, "Invitation to a Gunfighter" es un excelente western y acá seguimos en buena racha, seguimos dando en el blanco, la puntería no nos falla, no señor.