Toledo es un remolino de calles, como el agua y las rocas del Tajo. Hay hombres y mujeres en Toledo, pero viven ociosos entre los muros intrincados de conventos y conventos, de capillas y de iglesias. Más bien que hombres y mujeres que se unen en el dolor y en placer de la carne, parece que aquí viven criaturas del dogma y de la oración. Casi no se ven niños en las calles, que aparecen como los cuerpos de un credo y de un rito. Cuando estas calles se abren, dan al desierto, y cuando la luz entra en ellas, parece una ironía.Waldo Frank España virgen (1926)