Tras ocho horas de lucha a ritmos desbocados, al límite de la resistencia, tan sólo 58 segundos separaron la derrota de la gloria. Un margen muy estrecho. Pero eran 58 segundos que valían un reinado. Era Hawái. Era el Campeonato del Mundo Ironman. Pero terminaría siendo mucho más que una carrera, aunque los protagonistas igual no lo supieran la mañana del 14 de octubre de 1989 cuando se preparaban en la orilla de la playa de Kailua-Kona.
Dave Scott, de 35 años, era seis veces campeón del mundo en Hawái y el gran referente de las pruebas Ironman. Mark Allen, a sus 31 años, era el eterno aspirante, un competidor voraz que había logrado victorias en numerosos triatlones de prestigio en distancia olímpica, pero que parecía tener alguna maldición en el Ironman de Hawái, la carrera que reunía a los principales patrocinadores y a los mejores triatletas. Por aquel entonces, para ser “alguien” en el triatlón había que destacar en Kona.
Y por uno u otro motivo (desfallecimientos, averías mecánicas…) a Mark Allen se le había resistido en sus seis intentos. Prácticamente invencible en otras carreras, parece encontrar un muro mental en Hawái y en Dave Scott. Por eso, muchos no le veían como favorito aquel 14 de octubre, pese a llevar pleno de victorias (nueve de nueve, y dos de ellas sobre Scott) en las pruebas que había disputado en 1989. Pero esta carrera es otra historia. “Cuando se llega a Hawái hay que poner todo lo que hiciste antes en el cubo de basura”, dijo Allen a la cadena ABC Sports antes del Ironman de 1987.
Lo que muchos no sabían es que, tras seis intentos fallidos, Mark buscó respuestas físicas y mentales en su interior. Así, meses antes de la carrera, decide viajar a Nueva Zelanda para aislarse completamente y entrenar más duro que nunca aprovechando el clima benigno de aquella época en la isla. Allí se exprime durante seis semanas como nunca antes lo había hecho, sin ningún tipo de distracciones, comprobando hasta donde puede llevar sus entrenamientos si está totalmente centrado en ello. Además, empieza a trabajar su concentración, buscando aislarse mentalmente de los obstáculos que una vez tras otra se encontraba en Kona: la distancia, el calor, la humedad, Dave Scott… Debía superar todo eso que le bloqueaba y pensar únicamente en sí mismo.
Codo con codo
A las siete de la mañana, con los primeros rayos del sol, se daba la salida a una carrera que sería calificada como “la mejor jamás vivida en el mundo del triatlón”. Tras 48 minutos nadando (3,8 km), salen del agua destacados el alemán Wolfgang Dittrich y el norteamericano Rob Mackle. Menos de un minuto después llegan a la primera transición, practicamente igualados, Dave Scott y Mark Allen, quienes parecen marcarse. Nada más iniciarse el segmento de bicicleta (180 km) se destaca Dittrich, formándose detrás un grupo de cinco perseguidores: Mark Allen, Dave Scott, Mike Pigg (2º en Kona el año anterior), Rob Mackle y Ken Glah. Los cinco harían juntos casi todo el segmento ciclista, que transcurre en su mayor parte por Queen Kaahumanu, una interminable carretera con piedra volcánica a ambos lados y algún que otro arbusto como único adorno. Auque aprieta en los kilómetros finales sobre la bicicleta, Scott no puede distanciar a Allen, llegando juntos a la segunda transición, dos minutos después del alemán.
Pocas millas después de empezar a correr, rebasan a un exhausto Dittrich. Para entonces, ya corrían en paralelo, hombro con hombro, por la autopista Queen Kaahumanu, en dirección sur hacia la costa de Kailua-Kona. Y así fueron durante más de 30 kilómetros, sin dirigirse una palabra, sin cruzarse una mirada, para configurar una imagen que ha pasado a la historia. Ambos concentrados en su esfuerzo, mirada al frente, rictus de concentración.
Dave Scott, con el dorsal 23 pintado en brazos y muslos, camiseta de tirantes blanca y pantalón verde y negro, visera y gafas deportivas. Mark Allen, con el dorsal 5, camiseta blanca, amarilla y negra y pantalón amarillo, gorra del mismo color y gafas deportivas a juego. Y siguiéndoles, una caravana de coches y motos que controlaban la carrera a la vez que disfrutaban en silencio del espectáculo. Entre ellos se encontraba Bob Babbit, editor de la revista Competitor, quien viajaba en un descapotable 50 metros detrás de los atletas. Maravillado por el duelo, ideó el título para la portada de su próxima edición: “Ironwar”. Con ese nombre se conocería la carrera a partir de entonces.
Sólo se escuchaba el jadeo de sus respiraciones, el golpe rítmico de sus pisadas contra el suelo y el esporádico grito de ánimo de algún espectador. Desafiando todas las teorías conocidas sobre el agotamiento físico en una prueba de la dureza del Ironman, corrieron en todo momento a un ritmo desbocado, camino de pulverizar el record de la prueba en poder del propio Scott (los 8:28:37 que marcó en 1986). Sobre el infierno de la Queen Kaahumanu, cuyo asfalto rondaba los 40º C, con sus cuerpos al límite del sufrimiento, parecía el momento de confiar en el poder de sus mentes, aquel que –según reconocería después Mark Allen- le llevó a dar ese último paso que siempre le faltó en Hawái.
El poder de la mente
Y aquí entra en escena un episodio que pudiera parecer anecdótico a primera vista, pero al que Allen atribuye gran parte de su éxito en aquella carrera. Dos días antes se encontraba ojeando una revista cuando le llama la atención el anuncio de unas charlas sobre chamanismo en México. Las mismas estaban dirigidas por un indio de 100 años de edad llamado José Matsuwa y por su nieto adoptivo, Brant Secunda. Leyó con interés sobre sus tradiciones y filosofía de vida -que hablaban de la fuerza interior, de la energía de la verdad, y de la felicidad de sentirse libre y vivo-, y se le quedó muy grabado el rostro de aquel anciano chamán, “que transmitía una absoluta confianza en la vida”. El recuerdo de su imagen y sus palabras pareció darle, por fin, la determinación mental que necesitaba para reactivar su cuerpo y triunfar en Kona.
Estaba a punto de cumplirse las tres de la tarde y algo histórico iba a suceder. Se acercaban al kilómetro 40 cuando Dave Scott empezó a acusar el esfuerzo y a quedarse rezagado de su rival. Allen, imperial, seguía rodando a un ritmo descomunal para tratarse de aquella prueba: 3:47 el kilómetro. Buena prueba de ello es que el tiempo que empleó en completar esos 42,195 km (2:40.04) sigue vigente, 25 años después, como el record del maratón en el Ironman de Hawái.
Así recordaba Mark Allen esos instantes decisivos: “A mitad del maratón empecé a estar muy cansado y pensé: “otra vez igual; Scott va a ganar… nunca voy a poder triunfar en esta carrera de locos”. Me concentré tanto en tratar de mantener su ritmo que mi mente se tranquilizó y, en ese momento, la imagen del viejo chamán del que leí algo unos días antes volvió a mi mente. En aquel folleto estaba la imagen de su rostro y decía: “estoy contento de estar vivo”; de alguna manera en aquel momento pensé en ello y recobré fuerza interior. Me di cuenta que era feliz por estar aquí junto a este hombre. Me sentía como si estuviera ganando energía pese a que la intensidad del duelo iba en aumento. A dos kilómetros y medio para finalizar, en la subida final, me alejé. Era consciente de que no había terminado aún; en la cuesta abajo había alguna posibilidad de que mis piernas sufrieran calambres, pero cuando llegué a la parte inferior de la colina y miré hacia atrás ya no veía a Dave. Corrí los últimos tres cuartos de milla con la mayor sonrisa y con lágrimas de alegría porque había sido difícil llegar a ese momento”.
Una rivalidad feroz
Y así, después de 140 agotadoras millas (226 km), tras más de ocho horas de castigo al cuerpo, menos de un minuto separó a ambos triatletas en la línea de meta en el Paseo Marítimo Ali´i Drive. Con una bandera norteamericana en sus manos, y exultante de alegría, Allen ganaba en 8:09.15, nueva record de la prueba. 58 segundos después llegó Scott, quien a pesar de la derrota mejoró su record personal en distancia Ironman ¡¡en 18 minutos!! 23 minutos y 1 segundo después del vencedor llegó Greg Welch, tercero, y cuarto fue Ken Glah, a 23:17. Pronto sería considerada la carrera de resistencia más impresionante jamás disputada. Además, aquel triunfo –que le reportó un premio de 20.000 dólares- supuso un cambio en el status quo del triatlón, pasando a ser Mark Allen la nueva referencia en este deporte.
El desempeño de ambos en el Ironman de Hawái 1989 fue tan impresionante que revolucionó por completo todas las creencias existentes sobre los límites de la capacidad de resistencia. Supuso también el punto álgido de una de las rivalidades más feroces conocidas en la historia del triatlón. Porque Allen y Scott, sin ser enemigos, se mostraban muy distantes por sus opuestas formas de ser.
El primero era una persona espiritual, cercana a la filosofía del New Age, que dedicaba tiempo a la meditación y escuchaba a su cuerpo en los entrenamientos. Por su parte, Dave era un deportista de la vieja escuela, seguidor de la teoría del “no pain, no gain” (“sin dolor no hay beneficio”); en su caso, la fuerza mental se encontraba en la cantidad y calidad de sus entrenamientos. Le gustaba entrenar en soledad, a diferencia de Mark, quien compartía entrenamiento en San Diego con otras figuras como Scott Tinley, Mike Pigg, Scott Molina o Kenny Souza. A raíz de aquel duelo, además, se multiplicó el interés por un deporte aún muy joven que había nacido de manera casual a finales de los años 70. Y todo empezó con una discusión.
Orígenes de una prueba mítica
Los orígenes del triatlón hay que buscarlos en 1977, a raíz de una discusión durante la entrega de premios de la Oahu Perimeter Run, una carrera de 124 km alrededor de Honolulu. Allí, con la presencia de numerosos atletas y nadadores que debatían sobre la aptitud física necesaria para triunfar en ambos deportes, intervino el Comandante de Marina John Collins para señalar que, según un artículo de la revista Sports Illustrated, el ciclista belga Eddy Merck tenía registrado el mayor consumo de oxígeno jamás medido en ningún deportista, por lo que quizá los ciclistas estaban más en forma que nadie.
Collins, familiarizado con pruebas que combinaban varias disciplinas deportivas (como las Mission Bay disputadas a mediados de los años 70), propuso que la mejor forma de averiguar quiénes eran los deportistas más completos sería mediante una competición que combinara, una detrás de otra, tres de las pruebas de larga distancia existentes en Hawái: la travesía a nado de la bahía de Waikiki (4 km), la Vuelta Ciclista a Oahu (180 km), y el Maratón de Honolulu (42,195 km). “El ganador será considerado el Hombre de Hierro”, sentenció.
La idea prosperó, y la primera edición de aquella prueba se disputó el 18 de febrero de 1978 en Waikiki, con la participación de 15 valientes, cada uno de los cuales debía llevar su propio equipo de asistencia para que le suministraran agua y comida. Doce de ellos la completaron, resultando vencedor Gordon Haller, el primer “Hombre de Hierro” de la historia, con un tiempo de 11:46:58. Nacía así el Ironman de Hawái, el más antiguo y prestigioso triatlón. En 1979 un reportaje publicado por un periodista de Sports Illustrated, quien quedó fascinado por la carrera, disparó la atención en todo el país hacia una prueba hasta entonces desconocida. Al año siguiente (1980), John Collins le da permiso a la cadena ABC para televisar el Ironman de Hawái, dando una trascendencia mundial al evento. En 1981 la participación supera los 320 deportistas, y los organizadores deciden trasladar la prueba a Kona, la isla más grande de Hawái, de donde ya nunca se movería.
Al año siguiente, la cervecera Budweiser se convierte en el primer patrocinador de una competición que ya reúne a más de 500 participantes y que por primera vez establece tiempos máximos para completarla. En ese 1982 se produce un cambio de fechas (de febrero a octubre), dándose la circunstancia de que ese año se disputan dos Ironman de Hawái, uno en la fecha original y otro en la nueva, el sábado de octubre más cercano a luna llena. En 1983, debido al auge mundial de la prueba, se vuelve a bajar –a 17 horas- el tiempo límite para terminarla, y por primera vez se establece un sistema de clasificación para participar.
Desde aquellos inicios muchas cosas han cambiado. Las decenas de participantes de las primeras ediciones se han convertido en la actualidad en cerca de 2.000 atletas que cada año acuden a esta cita mundial en la Isla. El premio para el vencedor es ahora de 100.000 dólares. Posteriormente al de Hawái surgieron carreras Ironman en otras muchas ciudades del mundo. Pero esta sigue siendo la genuina, la más mítica, y la que ostenta la denominación de Campeonato del Mundo. Y nadie podrá negar que al gran auge que tuvo este deporte contribuyó sobremanera aquel duelo de 1989 entre Allen y Scott, “la carrera más grande de la historia del triatlón”.
Artículo publicado en Octubre de 2014 en la Revista TRIATLÓN: http://www.triatlonweb.es/triatletas/articulo/dave-scott-vs-mark-allen
PERFILES Y ENTREVISTAS
Dave Scott: el primer gran mito del triatlón: http://www.triatlonweb.es/triatletas/articulo/dave-scott-triatleta
Mark Allen: el insaciable deseo de triunfar: http://www.triatlonweb.es/triatletas/articulo/mark-allen-triatleta
ENTREVISTA MARK ALLEN: “Estaba allí sólo para hacer un trabajo: hacer la carrera como nunca antes había sido capaz": http://www.triatlonweb.es/triatletas/articulo/entrevista-mark-allen