Revista Libros

"Irredento" - Álex Portero Ortigosa

Por Marapsara

Los poemas de Irredento son poderosos, salvajes, con la fuerza contenida de un animal desbocado y, al igual que los de Fantasmas, me atrapan y me elevan y me transportan muy lejos (sin necesidad de una máquina del tiempo, usando tan sólo palabras), a ese universo misterioso y oscuro que se encuentra situado en algún punto del pasado, ese mundo antiguo que existe de verdad y que describe y explica cómo y desde dónde nos habla Álex, y dónde quiere llevarnos: un lugar mejor en el que vivir, donde las cosas se hacen de otra manera.
Al caer la noche desando los pasos de la historia,y me deslizo como el fantasma de un gato muerto por las sombras del pasado.


SOY cuando desligo al materia que me envuelve
y revisto mi espíritu de tenue amor de cuento...


Irredento es un paseo por una historia que evoluciona, y se divide en tres partes.
Lo que fue” es una presentación y una declaración de principios (o de intenciones).
Como una criatura desprovista de toda razónme agazapo tras la espesura y te observo esta noche.A punto de abalanzarme sobre ti.
ó
El día, mi día, permanece boca abajo,haciendo que al mismo sol se le suba la sangre a la cabeza,hasta que entiendo, a fuerza de gravedad,que amo la carne pero sólo abrazo vapor de estrellas
Abismo” ensalza o denuncia (según) los aspectos del presente y así, se unen el horror de la pederastia con los viajes al otro lado de la consciencia del poema dedicado al líder de los Doors, con los homenajes a Kafka y Robert Walser, o con la dolorosa verdad de las perseides.
La tercera y última parte, “Vivo”, es una hermosa conclusión del camino recorrido, un repaso, un balance. Llega un momento, en toda vida, en el que se impone hacer las paces con el pasado -que ya no duela-, dibujar un punto y aparte y seguir caminando (libre de culpa, que no necesariamente absuelto), siempre hacia adelante.
Necesito colgar de tu cuello un collar de flores raras,mancharte la lengua con esencia de hada verdecomprada en Bourbon Street,soltarte el pelo, muy despacio,formar parte de él, derramarme por tus hombros.Brindar, beber de tu vientre y tú del míoen el café Du Monde,laissez les bontemps rouler!
ó
No quiero.No sé interpretar el mapa de este océano desconocido.Estoy perdido.Habré de mirar a las estrellasy que ellas marquen -como siempre- mi fin.O dejar de navegar sin rumbo y sucumbirdesnudo, enloquecido y naufragadoal rumor de tu oleaje.
El texto se enriquece, además, con las dedicatorias que acompañan a algunos de los poemas, tremendamente líricas y cargadas de significado. Son pequeñas obras de artesanía que, sin pretenderlo, embellecen al texto y, a pinceladas, nos dicen mucho de su autor, si sabemos verlo.
No se encuentra a lo largo del libro ni una sola palabra que haga alusión a la posibilidad ni al deseo de ser redimido: irredento, hasta el final. Y esto me parece importante.
Este poemario es un paso más (firme y coherente) en la carrera de Álex como escritor. Envueltas en ese universo antiguo y mágico están sus señas de identidad, en las que se le reconoce con esa voz suya tan perfecta y única. Estos poemas pueden o no gustar, o pueden gustar más o menos: pero nadie será capaz (y esto es un reto) de decir que no son buenos. Si algo puede afirmarse es que se trata de un poeta que tiene unas influencias literarias soberbias (los poemas están plagados de referencias), que controla la técnica (cada verso está medido con precisión), que posee una sensibilidad increíble y también -y esto es muy difícil- la capacidad de transmitir al lector imágenes y sensaciones.
Personalmente, me gusta reencontrar esa recuperación de elementos del pasado y su fusión con este presente impersonal y cruel (¿qué le ha pasado al mundo?). Figuras como los miedos atávicos, las pasiones, el honor y la palabra, que se mezclan con otras sólo posibles en este presente frío y cada vez más inhumano.
El asfalto cuenta, sin torcer el gesto, complacido,la historia de unas criaturas que dormían a salvo en el bosquey que despertaron, un día aciago,bajo enormes bloques de soledad,con la imposibilidad de regresar a casaclavada entre los omoplatos.
Para terminar (seguiría hablando de Irredento, tratando de contagiar mi entusiasmo, pero no quiero resultar pesada), una mención a la tremenda ilustración de la cubierta. ¿Cómo se ve, la golondrina: desde arriba o desde abajo? ¿Conseguirá escapar volando a esas tijeras abiertas? La línea de puntos no la atraviesa por equivocación, en lugar de rodearla. Ese dibujo es una metáfora perfecta de estos poemas: no se está nunca a salvo.

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