Revista Moda
Cuando alguien se dispone a escuchar un disco de un artista nuevo el primer impulso natural del oyente es intentar clasificar al autor. Clasificar la infinidad de melodías, registros y tonalidades de la irreverencia de Julián de la Chica es una tarea ímproba. Porque aunque el autor se nos presenta como un pianista, en realidad Irreverence es un disco que va mucho más allá. Desde la música electrónica, al pop más esmerado, pasando siempre por el virtuosismo pianístico de De la Chica.
El resultado es una obra sorprendente. Su base fundamental surge del profundo conocimiento de las composiciones clásicas de su autor, autodenominado El Vagabundo del Piano. Sin embargo el continuo cambio de ritmos y sonoridades ejecutadas por De la Chica, incluso dentro de una misma pieza, desbordan por su intensidad al oyente. Envuelve la mística de todo el disco y la suntuosidad de las partes que lo componen.
Las combinaciones del piano clásico con otros instrumentos dan lugar a todo un torrente de música. Muy alejado de la actual tendencia consistente en explotar hasta la saciedad una misma melodía, De la Chica se nos descubre como un compositor generoso de principio a fin. Sus obras no escatiman, sino que encadenan melodías y armonías hasta lograr un resultado magistral.
Este torrente compositivo permite al espectador sumergirse en la música y volar a través de los sueños escuchando The Hours. Sin duda una pieza compleja y apasionada. O bien puede deleitarse de una espectacular e imaginaria tarde lluviosa escuchando Eredia. Otra de las obras claves del disco. A la vez Amy – The Tribute, acompañada de la voz dulce y delicada de Omayra, resulta ser una reveladora pieza de pop orquestada únicamente con el fondo inmaculado del piano clásico de Julián de la Chica.
Inclasificable resulta el experimento con la electrónica en The Parousia, acompañado por Aurícula. Sin lugar a dudas un descubrimiento y el comienzo de una simbiosis entre el academicismo y la música electrónica que dará mucho que hablar. Sorprenden de igual manera las obras compuestas para voces operísticas:
Gratia Plena con Ana Echandi, así como Io sono la música.
Si algo hay que destacar en esta sensacional obra a Julián de la Chica es su afán por sorprender al espectador. Aunque su mayor debilidad es el tremendo derroche musical que nos regala y que crea la duda sobre si será capaz El Vagabundo del Piano, apodo que no le hace honor a la realidad que comprobamos en Irreverence, de continuar componiendo con tanta generosidad. Esperemos que así sea. Lo esperamos ansiosos.
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