Revista Historia

Isaac Peral y la envidia que logró frustrar un prodigioso submarino

Por Ireneu @ireneuc

Isaac Peral y la envidia que logró frustrar un prodigioso submarino

Isaac Peral y la envidia que logró frustrar un prodigioso submarino

El Peral en Cartagena (2007)

Isaac Peral ha pasado a la Historia como uno de los inventores del submarino moderno. El hecho de que fuera español (de Cartagena, más concretamente) ha permitido que su figura sea profusamente utilizada como referente del ingenio y la iniciativa de los españoles, lo cual ha llenado de orgullo y satisfacción a más de un alma patriótica. Sin embargo, sorprende como, a pesar de tener dos figuras cruciales en el desarrollo de los submarinos como fueron, primero Narcís Monturiol y posteriormente Isaac Peral, que España no llegara a poder despuntar mínimamente en la construcción de este importantísimo armamento naval... y sobre todo en el caso de Peral, el cual en 1888 ya construyó un submarino prácticamente moderno. La ignorancia, la envidia y un alto grado de cazurrería política lo impidieron.

Isaac Peral y la envidia que logró frustrar un prodigioso submarino

Isaac Peral (1851-1895)

A finales del siglo XIX, la otrora potentísima armada española era tan solo una caricatura de lo que había llegado a ser. La mala gestión, los problemas políticos y los continuos problemas con las colonias hacían que el presupuesto para mantener una flota naval en condiciones fuera tan escaso que difícilmente podía asegurar la defensa, ya no tan solo de las colonias, sino incluso de la propia península. El colmo hacía que muchas de las veces, a pesar de las intenciones de modernización de la Marina, los barcos salieran ya obsoletos de los astilleros, dejando el protagonismo a barcos viejos -incluso de madera blindados- que no eran ninguna oposición a los poderosos cruceros oceánicos británicos, americanos o franceses.
Ante este panorama desolador, el Teniente de Navío (lo que en el ejército de tierra sería un capitán) Isaac Peral, presentó en 1885 a sus superiores un proyecto de submarino eléctrico que con una cierta autonomía podría defender los puertos y las costas españolas ante cualquier amenaza extranjera. El proyecto tuvo éxito -encandiló a la propia Reina Regente- y fue presentado al ministro de Marina de entonces, Manuel de la Pezuela, el cual, intuyendo mínimamente las posibilidades del artefacto, dio su apoyo incondicional. Se le otorgó un presupuesto inicial de 5.000 pesetas para comenzar el proyecto, cosa que hizo ipso facto.

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Ministro Beránger

Después de los estudios previos, en 1886 el nuevo ministro de la Marina -José Mª Beránger- le otorgó un nuevo presupuesto de 25.000 pesetas  para tirar adelante, y en 1887, un nuevo ministro, el ministro Rafael Rodríguez de Arias, firmó la autorización de construcción del submarino al cual se le dio el nombre de "Peral". Sea como sea, los dos últimos ministros no eran tan entusiastas como De la Pezuela, por lo que pusieron multitud de trabas, creando una junta de especialistas que supervisara el trabajo de Isaac Peral. Pero no eran los únicos que no estaban a favor del proyecto.
Un grupo de oficiales de la Marina veía con malos ojos que el gobierno invirtiera dinero en un aparato que, para ellos, estaba condenado al fracaso, ya que creían que era prioritario gastarlo en una armada clásica y dejarse de memeces de submarinos ni similares (la I+D no estaba bien vista en la España de aquel entonces), lo que les hizo no solamente oponerse frontalmente al proyecto de Peral, sino incluso intentar reventarlo. Todo sea el decirlo, que la altanería y, hasta cierto punto, soberbia de Isaac Peral para con su invento, tampoco le ayudaba a granjearse demasiadas amistades.

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El Peral, el día de su botadura

Peral, intentando ser lo máximo de discreto posible, compró las piezas en diversos países europeos y se montaron en el astillero de La Carraca, en San Fernando (Cádiz). El  Peral era un submarino de acero con forma de huso, de 22 metros de largo y  2'87 de ancho que era capaz de sumergirse a unos 30 metros y, gracias a su propulsión eléctrica de 60 CV, era capaz de tener una autonomía de 637 kms y disparar un torpedo de 360 mm desde la proa. El proceso de construcción, empezado el 1 de enero de 1888 se concluyó el 8 de septiembre de ese mismo año, en que se botó. La opinión pública estaba entusiasmada con el invento.

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Planos del submarino Peral

La "oposición", al frente de la cual estaba el Capitán de Fragata Víctor Concas (superior, por tanto, de Peral), en todo ese tiempo se dedicó a malmeter y a conseguir apoyos contra el proyecto del "artefacto submarino" en los ministerios -convencieron al propio Beránger-, para lo que no dudaron en propagar calumnias e, incluso, a llegar a enseñar el proyecto a agentes extranjeros de dudosa discreción. Peral, que tenía el convencimiento que otros países que estaban trabajando en el proyecto (Francia e Inglaterra, sobre todo), podrían acabar por conseguir por su cuenta lo que él ya había conseguido, se cabreó como una mona cuando se enteró. A pesar de todo, la voluntad de Peral era de acero.

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El Peral durante las pruebas

Llegado el momento de las pruebas, la Junta evaluadora -formada por gente ignorante de las técnicas revolucionarias de Peral, opositora  al proyecto e influenciada en contra- le puso todas las trabas que se le ocurrió. Se le limitó la velocidad, la distancia de actuación y se le negó la posibilidad de cruzar el Estrecho de Gibraltar como había pedido Peral. A pesar de todo ello, las maniobras contra un barco pero sin fuego real se hicieron, tanto de día como de noche. De día, el barco "atacado" los detectaba a un km vista porque desde la Junta se le obligó a navegar con la torreta del periscopio fuera, por lo que los resultados no fueron buenos, pero en las pruebas de noche se pudieron acercar hasta los 15 metros del barco sin ser detectados. 

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Cánovas del Castillo

La Junta, con los resultados obtenidos -que no cuadraban en nada con los obtenidos por Peral- le sacó pegas a todo. Dijo que era lento, inestable, que no servía para atacar, que se producían gases tóxicos en el interior debido a las baterías, que era demasiado grande, que el presupuesto se había disparado respecto lo esperado... eso si, no pudieron negar que la pruebas de noche eran inmejorables. A pesar de esto, la Junta resolvió que muchas gracias por el esfuerzo, pero que era un trasto y que no seguía con el proyecto. Se le concedió una condecoración al mérito a Isaac Peral y su tripulación (que Concas llegó a recusar) y por orden de Cánovas del Castillo, en 1890 se le obliga a desmontar el Peral, el cual queda abandonado en La Carraca hasta 1928, que se lleva a Cartagena lugar donde se encuentra en la actualidad.

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El submarino en 1888

Isaac Peral, frustrado y aburrido por el tema, abandonó la Marina en 1891 y se dedicó al aprovechamiento civil de la electricidad, trasladándose en 1895 a Berlín para tratarse de un cáncer, donde murió aquel mismo año por causa de una meningitis adquirida por negligencia médica mientras se lo trataba. Su cuerpo, tras ser repatriado a Madrid, fue trasladado también a Cartagena donde está enterrado, dando fin a uno más  de tantos vergonzosos episodios de la "burrocracia" española (ver  El indignante caso del doctor Ferran i Clua y su vacuna contra el cólera).

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U-Boot Alemán U-9 (1910)

Resulta irónico comprobar cómo, lo que fue evaluado torpemente como los resultados de un "trasto", llegaba a superar los resultados de los submarinos alemanes de la Iª Guerra Mundial e incluso de algunos de la II Guerra Mundial, casi 50 años después, por lo que lejos de ser un "artefacto" era un auténtico prodigio para su época. Pero no solo era una cuestión técnica, Peral utilizó su submarino, no como le pedían los burócratas, para atacar, sino como se utilizaría en las dos guerras mundiales, como "lobo a la caza de presas desvalidas" (convoyes mercantes, por ejemplo), donde se demostraron absolutamente decisivos. Sea de una forma o de otra, España perdió la oportunidad de despuntar en algo por simple y puro cainismo, costumbre que, desgraciadamente y a pesar de los años pasados, parece que aún está en plena vigencia.

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Los restos del Peral, siendo remolcados a Cartagena en 1928


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