Inside Job es una película documental (2010) - de visión absolutamente recomendable, casi diría que obligatoria -, que se presentó en el Festival de Cannes, y obtuvo un Academy Award (Oscar) al Mejor Film Documental en 2011. Su tema es el origen y desarrollo de la crisis financiera norteamericana e internacional de 2008, que estamos pagando todos y en todas partes, con sangre, sudor y lágrimas. Y, como conclusión preocupante, pone el énfasis en que los responsables de la crisis siguen ocupando cargos de responsabilidad en el Gobierno de Estados Unidos.
(Fuente: lonelyplanet)
Con un presupuesto de producción de dos millones de dólares (del que el 5% se les fue en pagar la licencia por utilizar la canción Big Time de Peter Gabriel en los créditos), la película está muy bien realizada, con una excelente fotografía. Hay, especialmente, vistas aéreas de Islandia y de la Gran Manzana que refrescan el ánimo.
La película se inicia en Islandia, un país de poco más de 320.000 habitantes, y que ha sido protagonista de uno de los mayores descalabros bancarios de esta crisis, aunque seguramente no de los más conocidos. Con un PIB del orden de los 13.000 millones de dólares, algunos grandes bancos islandeses llegaron a estar endeudados por un importe diez veces mayor. Los Bancos y los reguladores islandeses se montaron en el carrito loco de la montaña rusa, y estaban convencidos de que la inercia les iría subiendo a las sucesivas cimas, cada vez más altas. Hasta que la realidad de las cosas les echó para atrás y para abajo. Un proceso que se parece sospechosamente al timo piramidal.
En Islandia, los políticos y los banqueros se volvieron locos. El sistema financiero sufrió de una hipertrofia absolutamente artificial, y recaudó ahorros de los ciudadanos (especuladores, cierto, porque creyeron poder conseguir duros a cuatro pesetas) de otros países (especialmente Reino Unido y Holanda). En el más puro ejercicio de creación de burbujas, sus bancos fueron creciendo y creciendo, hasta que todo estalló en pedazos.
Sin embargo, Islandia raramente está en los noticieros. Es cierto que se trata de una isla en el Atlántico Norte, que no forma parte de la Unión Europea, con una modesta población, y todo ello hace que no sea noticia especial casi nunca. Sólo cuando la Naturaleza, más salvaje en esas latitudes, impone su poderío en forma de un volcán que inundó de cenizas el cielo de medio mundo, o cuando se quieren presentar imágenes idílicas de tierras heladas, o géiseres que surgen de la tierra.
Un documental de visión obligatoria
(Fuente: filmaffinity)
Sin embargo, hay un muy buen motivo por el que Islandia debería ser seguida en los Telediarios de toda Europa (por lo menos). Y es que Islandia (y muy particularmente el pueblo islandés) ha puesto en marcha algunas variaciones respecto a la forma canónica (neoliberal por más señas) de hacer frente a la crisis financiera que nos tiene a todos abrumados. Parece que todos nos hayamos resignado a que la única forma de salir del descalabro sean los ajustes y los recortes en el gasto de los Gobiernos, que afectan directamente al estado del bienestar que tanto costó construir tras la Segunda Guerra Mundial. Estamos obligados a comer en escudillas porque otros rompieron la vajilla. Y ya estamos insensibilizados viendo cómo responsables del colapso ahora son Primer Ministro de Italia o Ministro de Economía en España. O cómo muchos de los responsables en Estados Unidos siguen asesorando al Presidente Obama.
Pero conviene ser precavidos, porque en ciertos foros circulan informaciones interesadas sobre lo sucedido en Islandia que no responden a la realidad. Especialmente en ciertos círculos de la izquierda extrema y de la indignación popular, se intenta presentar a Islandia como ejemplo de lo que todos los ciudadanos del resto de países deberíamos hacer. Y, para ello, se tiende a manipular los datos para que encajen en el escenario que se quisiera describir. Se habla enfáticamente de la revolución que llegó del frío, pero la realidad de los hechos es bastante más mediocre. Es cierto que se dejó quebrar a algún gran banco, por la simple razón de que el Estado era incapaz de salvarlos, pues sus deudas suponían hasta nueve veces el PIB anual del país. Pero no se nacionalizaron, sino que se vendieron a otras entidades.
Es cierto que hubo una revuelta popular en contra de que las pérdidas de ahorradores (o especuladores) británicos u holandeses las pagaran las familias islandesas durante 15 años al 5.5% de interés, hasta totalizar unos 3.500 millones de euros. La ley con esta propuesta, una absoluta locura, por otra parte, no prosperó y fue vetada por el presidente. Pero la Unión Europea tiene amenazada a Islandia de no poder ni siquiera pedir su ingreso mientras no cancele sus deudas. Es cierto que ha habido algunos arrestos de responsables políticos y banqueros, pero de ahí a que se pudran en la cárcel hay un abismo. Cambió el gobierno, eso sí.
Es cierto que se eligió una asamblea de 25 ciudadanos para que contribuyeran a la elaboración de una nueva Constitución, que sustituya a la actual, copia de la de Dinamarca, de quien se escindió Islandia en 1944. Pero esa elección fue impugnada y, de hecho, no han empezado todavía los trabajos, que serían, en todo caso, puramente consultivos.
Mario Monti, Primer Ministro de Italia. Cuesta entender
que personajes que fueron parte del problema puedan
ser ahora parte de la solución.
(Fuente: mundo-com)
No es cierto que el estado del bienestar no haya sufrido serias mermas en Islandia, ya que hubo ajustes y recortes muy importantes, que han provocado y provocan sufrimiento en los ciudadanos islandeses.
Recientemente he recibido por el correo electrónico una llamada vehemente a hacer publicidad de lo ocurrido en Islandia, como un revulsivo a las decisiones que vienen siendo tradicionales en los gobiernos occidentales (apriete de cinturón, ajustes del gasto público, recortes de todo tipo,...). Pero para ello utiliza falacias y medias verdades, que me parece nefasto seguir difundiendo.
He leído informaciones muy divergentes sobre los hechos de Islandia. Parece que algunos tienen un exagerado interés en utilizar a este pequeño país como ejemplo de que una Revolución es posible en este mundo globalizado, y que se puede afrontar la crisis de una forma diferente. Pero hay que tener en cuenta que Islandia no es más que una isla cerca del Ártico, con su propia moneda nacional, que se devaluó de forma muy seria (creo que más del 75%). Y que toda su población cabría en una capital mediana de provincias en España. Y que no parece que tenga opciones de ingresar en la Unión Europea en los próximos tiempos.
Imágenes de la llamada revuelta de las cacerolas
en Islandia (2008)
(Fuente: noticiascuriosas)
En esto, como en casi todo, el tamaño sí importa. No es lo mismo lo que pueda suceder en un país económicamente bastante aislado, con su propia moneda nacional, y 320.000 habitantes, con lo que sea posible en un entorno mil veces mayor, con una única moneda comunitaria, etc. Y si además, interesadamente, la revuelta islandesa se quiere teñir de revolución, forzando la realidad, tenemos el engaño servido. Todos debemos aprender que para argumentar contra alguien que dice blanco, nunca deberíamos enarbolar el negro como bandera, pues sólo nos juntaríamos a ellos en el error. La realidad tiene tonos intermedios y otros matices. Eliminándolos no le hacemos ningún favor a la verdad.
Porque, ahora mismo, el desafío real para Islandia es saber si será posible para el país vivir y sobrevivir casi, al margen del mundo entero. Es totalmente idealista intentar presentar la realidad islandesa como la de una nueva Arcadia. Tienen demasiadas heridas sin cicatrizar en su relación con los países vecinos como para que su crecimiento económico sea solamente un dato, y no una noticia.
Ante algunos libelos que circulan por Internet, recomiendo una lectura más calmada de otras fuentes que parecen menos interesadas y flamígeras, como por ejemplo Pressenza o La Saga de Dashiell. La realidad completa sólo la conocen del todo, si acaso, los 320.000 habitantes de Islandia.
Paremos, por favor, de difundir mentiras o verdades maquilladas.
JMBA