Nos adentramos ya en la última jornada de viaje de esta escapada de una semana en las Islas Canarias.
Tocaba emprender el regreso a Gran Canaria, y para ello cambiamos los ferries que nos habían traído hasta La Gomera dando saltos por las islas, por los aviones de hélice que opera Binter, y que en 1 hora y 30 minutos (incluyendo los 30 minutos de escala en Tenerife) te tele-trasportan de una isla a otra, sin apenas darte cuenta, ¡casi tan fácil como coger el autobús!
El aeropuerto de La Gomera está en Playa de Santiago, a unos 40 kilómetros al sur de San Sebastián de La Gomera. El trayecto lo hicimos en coche, pues habíamos acordado con la compañía de alquiler devolverlo allí. Se tarda aproximadamente una hora en el trayecto, pues la carretera es montañosa y con muchas curvas, al mismo tiempo que espectacular.
Nada más salir de San Sebastián nos encontramos un mirador para decir adiós a la ciudad.
Playa de Santiago era un pequeño pueblo pesquero y de conserva de pescado que ha ido creciendo con la llegada del turismo a las Canarias, y cuenta hoy en día con el mayor complejo hotelero (y el único campo de golf) de la isla, el Hotel Jardín Tecina, gestionado por la compañía de ferries Fred Olsen. Así que os podéis imaginar que de “encanto” tiene poco, más allá del enclave natural que es precioso, vayas donde vayas en la isla. La playa es de cantos rodados y gravilla, aunque hay un área de la playa que ha sido artificialmente provista de arena.La verdad es que para echar un ratito de playa antes de salir al aeropuerto, es más que perfecta, tranquila y sin complicaciones para aparcar ni orientarse.
Para comer elegimos un restaurante del puerto, justo mirando al mar que tenía el atractivo nombre de La Cuevita. Y es que realmente ¡es una pequeña cueva!
Las paredes del restaurante están excavadas en roca viva, lo que unido a la decoración marinera del local, consigue un ambiente totalmente peculiar. Aún así, nosotros decidimos sentarnos en la terraza pues hacía un día delicioso y apetecía estar fuera.
Y ahora, la comida…¡buenísima!
Nosotros pedimos poca cosa, (una ensalada con melva y unas lapas a la plancha, por supuesto acompañado de un rico mojo rojo) pues si recordáis, al principio del viaje había tenido una mala experiencia con la mar brava en uno de los trayectos de ferries y no teníamos claro cómo iba a ser el viaje en un avión de hélices. (Ya os puedo decir que suave como la seda, así que podíamos habernos puesto las botas! :) )
Pero recuerdo los platos de pescado fresco de la pareja que teníamos sentada al lado nuestra, y eran descomunales y con una pinta increíble.
Y finalmente llegó la hora de ir al aeropuerto, esperar nuestro avión con destino Gran Canaria y pasar la última noche antes de regresar a la Península.Volver de un viaje, es siempre volver con las manos llenas de experiencias y vivencias, pero en este caso literalmente nos llevamos algo de la isla con nosotros. ¡Un delicioso queso herreño ahumado!
Y así con el dibujo grabado de la isla de Hierro en el queso, nos quedamos sabiendo que volveremos a las Islas Canarias en algún momento del futuro, pues aún nos quedan muchos rincones maravillosos por descubrir, (el Hierro, La Palma, Fuerteventura y Lanzarote).¡Gracias por venir con nosotros de viaje, Calderer@s!