Sophia, Tánger, 2014. expatriadaxcojones.blogspot.com
Se llama Sophia. Tiene29 años y trabaja de secretaria en el colegio americano de Tánger. Habla cuatro idiomas y luce ocho tatuajes. Su sangre lleva una mezcla de genes ingleses y marroquíes.
—Mi madre vino a Marruecos de vacaciones. Con su familia. El último día conoció a mi padre. Le dio su número de teléfono. Una vez en Inglaterra, él la llamó y ella volvió. Se casaron. Así, sin más. Mi madre tenía dieciocho años.
Me cuenta que al principio sus abuelos paternos no la querían. No aceptaban que su hijo se casara con una mujer extranjera. Pero él peleó por ella. O se casaba con la inglesa o no se casaría con ninguna. Y sus padres no tuvieron más opción que claudicar.
—Yo veía que mi familia era diferente a la de mis amigas. Mis padres eran de mentalidad abierta. Él era musulmán pero nunca nos obligó a rezar ni a llevar el pañuelo. En casa celebrábamos la navidad pero también la fiesta del cordero. Hablábamos en varios idiomas y en la mesa había platos de los dos países.
Sophia estudió en un prestigioso colegio tangerino. El liceo francés. Cada año por vacaciones iba a Inglaterra, al condado de Kent, para visitar a la familia materna.
—Recuerdo que cuando me subía al avión estaba muy contenta pero cuando volvía no paraba de llorar. En Tánger no había nada. Iba del colegio a casa y de casa al colegio. Los fines de semana, a la playa. En Inglaterra había de todo: tiendas, cines, centros comerciales,...
Con dieciocho años Sophía se quedó embarazada. Pasa de puntillas sobre el tema pero imagino que la noticia debió caer como una bomba en la sociedad marroquí. Ella decidió irse a Inglaterra a vivir. A casa de su abuela. Y tener el niño allí.
—Es curioso —dice risueña —Hice como mi madre pero al revés.
Se casó pero el matrimonio no funcionó. Ese mismo año murió su padre. Fue un golpe muy duro para ella. Estaban muy unidos. Él había sido una figura muy importante en su vida. Su perdida fue un motivo más para quedarse en el extranjero y no regresar a Marruecos. Se quedó sola con su bebé en Inglaterra pero por poco tiempo.
—Fui a Escocia de vacaciones. Glasgow me encantó. Era tranquilo. Decidí mudarme allí. No tenía trabajo, ni casa, ni familia pero gracias a las ayudas del gobierno me pude establecer. Estuve viviendo allí casi diez años. Fue duro. Era muy joven. No había visto mundo. Estaba sola. No salía…
—¿Por eso decidiste volver? —Yo soy una persona que no muestro nunca mis sentimientos. Nadie lo sabía pero yo estaba triste. No era feliz. Un día, sola en mi casa, pensé: Mi padre no va a volver. Tengo que estar bien. Por mi hijo. Él me necesita. Pero no lo estaba. No podía. Y me ingresaron en el hospital por depresión. Estuve un mes y medio allí. —Vaya... viéndote ahora, nunca lo hubiera dicho. —Aquí en Tánger la gente piensa: Ir a Europa es fácil. No. No lo es. Yo estaba en Europa. Conozco como es. Sí, tienes trabajo. Sí, tienes dinero. Pero eso no te hace feliz. Yo volví porque quería estar con mi familia. Echaba de menos a mi madre, a mi hermana. El dinero puedes hacerlo en cualquier parte. La familia no. —¿Después de tanto tiempo fuera, te costó adaptartea la vida en Marruecos? —Un poco. Allí tenía mis rutinas. Conocía a la gente y sus costumbres. Aquí hay muchas cosas que no entiendo.
Sophia me explica que de Escocia le gustan muchas cosas. Casi todas. Menos el tiempo, me dice riendo. Porque no hay sol.
—Me gusta la manera de pensar que tiene la gente. La igualdad que se respira. Ves a un hombre que trabaja de barrendero pero tiene dignidad. Aquí a los pobres ni los miran a la cara. Nadie se preocupa por ellos. En Europa pagas tus impuestos pero a cambio recibes servicios: escuela, medicamentos, médicos,… todo es gratis. En Marruecos no hay nada. El otro día tuve un accidente en coche. La ambulancia llegó media hora después. No traía de nada, ni tan siquiera había oxígeno. Además, los enfermeros tampoco sabían hacer su trabajo.Me cogieron de cualquier manera. Podía haber tenido una lesión en el cuello. Podían haberme dejado paralítica para el resto de mi vida. En Tánger hay el Hospital público Mohammed Vpero es mejor no ir. Entras enfermo y la mayoría de las veces sales muerto.
Hasta ahora nuestra charla había sido tranquila. Estábamos rompiendo el hielo. Noto que la cosa se anima. Sophia coge la directa. Encadena una frase tras otra. Me cuesta seguirle el ritmo. Habla rapidísimo. Y yo sufro intentando escribir al mismo ritmo.
—Marruecos es un buen país. Me gusta el clima, el paisaje, el océano, la comida pero... No hay educación. No hay seguridad. La policía no es de fiar. Aquí sin dinero no eres nadie. Esto debe cambiar. Todos somos humanos. No pueden tratar al rico y al pobre tan diferente. La gente sólo piensa: dinero, dinero, dinero.
—Están haciendo carreteras nuevas, construyendo un puerto mejor que el de Marbella pero ¿Qué pasa con los niños de la calle? Necesitan comer. Que alguien se ocupe de ellos. El gobierno debería pensar más en los pobres. No es justo. Todos vamos a morir.
—Otra cosa que no me gusta es la mentalidad de las personas. No es para mí. Los marroquíes no aceptan los cambios. Pero yo pienso: el mundo no va para atrás. Siempre sigue adelante. El mundo se mueve muy rápido. Nuestros padres vivieron en uno, nosotros en otro y nuestros hijos vivirán en uno distinto. La gente debe aprender a cambiar. Adaptarse. Evolucionar. Es ley de vida.
Sophia me cuenta que su hijo tardó más de un año en acostumbrarse a la vida en Marruecos. El niño apenas hablaba árabe y cuando bajó del barco y vio a los porteadores se asustó porque pensaba que le querían robar su maleta. Le parecían gente pobre. De la calle. No entendía que esos señores simplemente querían ganarse unas monedas.
—Cuando vio que la gente aquí no respeta los semáforos. Que los peatones pasan en rojo, que los coches no se paran… casi tiene un shock. Todavía hoy me pregunta: Mamá ¿cuándo volvemos a casa? Para él su casa está en Europa.
También hablamos del Islam y Sophia me dice que se siente musulmana, por su padre. Pero al mismo tiempo reconoce que ser mujer y musulmana sólo le hace pensar en prohibiciones. Y eso no le gusta. Por ese motivo no es practicante.
—Si eres una mujer casada no puedes trabajar, no puedes salir, no puedes vestir como quieres, no puedes visitar a tu familia sin el permiso de tu marido, no puedes ver a tus amigos… No puedes hacer nada. Tu deber es quedarte en casa, en la cocina, y cuidar de los niños.
Y si no puedes salir de casa, entonces ¿para qué estudias? Yo creo que hombres y mujeres somos iguales. Estamos en 2014 ¡por favor! ¿Por qué tu único objetivo en la vida es casarte? Yo no voy a dejar que un hombre me pisotee. Una relación es confianza. Si Dios quiere, me casaré. Si no, estoy viviendo. Soy feliz. Hago lo que quiero.
Aquí a las chicas que salen las llaman putas. A mí me lo han dicho. Pero yo no les escucho. Hago mi vida. Yo creo que lo importante es ser buena persona. Tener buen corazón. Aquí hay gente que reza pero luego se comporta muy mal. Como los que me insultan. A veces creo que lo dicen porque, en el fondo, tienen envidia.
Le pregunto qué hace en su tiempo libre. Con quien se relaciona. Pues con su carácter y su modo de pensar me cuesta imaginarla.
—Voy mucho con la gente del trabajo. Son marroquíes pero de mentalidad abierta. También hay algunos extranjeros. Me gusta estar con ellos porque compartimos la manera de pensar.Yo vivo en Tánger pero cuando voy a trabajar me siento como si estuviera en Europa.
Le pregunto que es lo que cambiaria de Marruecos. Y responde rápido. Sin pensárselo. Lo tiene clarísimo.
—Yo si gobernara haría como en Europa. Educación obligatoria. La educación es muy importante. A los padres que no cumpliesen los pondría en la cárcel. Así de claro. Así de radical. Es importantísimo educar a las personas. Y ha de hacerse cuando son pequeños, luego es demasiado tarde.
Hablamos de muchas cosas pero el tiempo pasa rápido y no podemos quedarnos aquí para siempre. Ella tiene que ir a recoger a su hijo. Y a mí me esperan los míos. Así que voy terminando. Y quiero hacerlo con una de de las frases que más ha repetido en nuestra conversación: It’s your choice (es tu decisión)
—Deja a las personas ser como ellas quieran. Dales libertad. Mi padre siempre me lo decía: Vive como quieras siempre que no le hagas daño a nadie. Pero recuerda: es tu vida y solo tienes una. No dos, ni tres.
Sophia vive como quiere. De eso no hay duda. Tiene personalidad y supongo que eso le habrá traído más de un problema. Pues aquí saltarse las normas está muy mal visto. Pero parece una chica fuerte. Luchadora. Con las ideas claras. Creo que con su manera de vivir y pensar está contribuyendo a ese cambio que tanto anhela. Porque vivir es adaptarse, progresar, evolucionar y ella esto lo sabe mejor que nadie.