[7/10] La nueva película de Clint Eastwood es tan ambiciosa y compleja, tan paradójica y narcisista como su protagonista. En “J. Edgar” trata, nada menos, que de introducirse en el subconsciente del creador y organizador del FBI durante casi cincuenta años, e intentar darnos un poco de luz sobre una mente que haría las delicias de los psiquiatras. La influencia de una madre fuerte y dominante o su relación con su compañero y amigo íntimo Clyde serían objeto de un enjundioso estudio psicoanalítico, lo mismo que su obsesión por salvar al país de la amenaza comunista, de criminales y de ventajistas… o su conciencia de héroe salido del cómic que le fue alejando de la realidad para construir su propia gloria a la vez que un archivo privado.
La película adopta la forma de memorias que el propio Edgar comienza a escribir, con un ir y venir desde finales de los años treinta con la fundación de la Oficina de Investigación hasta un presente en que Nixon es presidente. La ambigüedad y opacidad del relato quedan reflejadas con el claroscuro fotográfico o con unos picados de cámara en interiores a los que Eastwood tanto partido suele sacar. Son recursos que le permiten transmitir la tensión permanente del protagonista, entre la aprobación de su madre y la liberación de sus afectos, entre su patriotismo y su desmedido protagonismo, entre su moralismo justiciero y sus maquiavélicos procedimientos, entre su afán de poder y su fragilidad interior. Tan intensa es la lucha en su alma que la misma criatura que ha creado puede terminar por devorar a su padre, y por eso poner a buen recaudo la verdad y se la entrega a su fiel secretaria Helen Gandy. Ella conoce la intimidad de Edgar mejor incluso que él mismo, pero calla y siente pena por esa alma amargada…
De esta manera, la organización y modernización de la Oficina corre pareja a una patológica de Edgar que se complica, y eso genera toda una labor de espionaje, falsificación de pruebas, chantajes y venganzas políticas donde el miedo y la desconfianza invaden cualquier rincón de la política y de su alma. Paradójicamente, lo que nació para acabar con el miedo a un enemigo interno del país se ha convertido en fuente de temor y desunión en su seno. Es el fracaso de un sistema que puede venderse como éxito por sus operaciones, pero que en realidad genera y esconde a un “enemigo público” (de ahí la alusión a la película de gánsters de William A. Wellman que aparece en varias ocasiones) que puede volverse en cualquier momento contra nosotros. Así pues, tenemos una legalidad sin ética para alimentar un monstruo, una liberalidad sin control para tergiversar la verdad… y una Oficina de cómic donde algunos juegan a ser héroes de su propio egocentrismo.
Sorprende la caracterización de los personajes para abarcar un arco de cincuenta años, y el maquillaje favorece el trabajo del Leonardo DiCaprio anciano pero no en el caso de Armie Hammer en el papel de Clyde, pues a la inexpresividad que tiene de joven se suma el acartonamiento de la vejez… y le convierte en una ridícula figura de cera. Aunque DiCaprio hace un buen trabajo, su personaje apenas evoluciona y siempre aparece con gestos tan marcados como exagerado es su personaje, con un ceño fruncido y tenso de manera permanente, con una mirada torva y enfadada que no le abandonan en todo el metraje. Su personaje cerebral y desconfiado y la puesta en escena de Eastwood hacen que la película sea fría y distante, sin momento para la emoción ni la identificación con los personajes. Junto a una Naomi Watts que presta su mirada compasiva y su gesto contenido a Helen Gandy, Judi Dench es otro punto fuerte de la película… y no sólo por su firmeza ante su rígido y acomplejado hijo.
Desde el punto de vista narrativo, la primera parte resulta un tanto pesada y plana en el desarrollo inicial de la Oficina, con caídas de ritmo en el guión… por ejemplo durante la investigación del secuestro del niño, y eso a pesar del esfuerzo de montaje por solapar el pasado y el presente con transiciones eficaces o de una planificación que busca el dramatismo. Sobra metraje a la película y también algún episodio que se hace reiterativo al buscar remachar la idea de complejidad y oscuridad crecientes. Por otra parte, mejor la trama personal y humana del protagonista que la historia del país y los deslavazados apuntes a sus presidentes o a Luther King…
No siendo lo mejor de Clint Eastwood ni tampoco de DiCaprio, nos queda un biopic complejo y narcisista sobre un padre y su bebé (el FBI), sobre una madre y su niño “que sería el hombre más poderoso del país”, sobre un hombre que dejó un legado de luces y sombras, de expedientes confidenciales y cómics made in USA, de deseos infantiles y obsesiones paranoicas, de verdades históricas convertidas en memorias maquilladas.
Calificación: 7/10
En las imágenes: Fotogramas de “J. Edgar”, película distribuida en España por Warner Bros. Pictures International España © 2011 Warner Bros Pictures, Imagine Entertainment y Malpaso. Todos los derechos reservados.