James William Buel (1849-1920) fue un periodista y escritor de Illinois que escribió numerosos relatos y obras divulgativas ambientados en la misteriosa África o el Salvaje Oeste, junto a otras, como la que más ha acaparado nuestro interés: Tierra y Mar, publicada en Philadelphia en 1887 y que en portadilla el autor presenta como “Las maravillosas y curiosas cosas de la naturaleza existentes antes y desde el diluvio”. De entre sus 300 grabados, los que más nos gustan son los antediluvianos, claro.
Megalosaurio e iguanodon: El último presenta el cuerno que el descubrimiento del Iguanodon bernissartensis en 1878 reveló como un pulgar modificado. Dollo expuso al público los primeros especímenes en Bélgica en 1882, tan sólo cinco años antes del libro de Buel, quien obviamente desconocía esta circunstancia.
Compárese con este otro grabado de La tierra antes del diluvio (1864), obra de Edouard Riou (1833-1900). Al menos, en el dibujo de Buel el que muerde es el carnívoro.
Combate entre plesiosaurio e ictiosaurio: al fondo nos parece intuir la presencia de una ballena expulsando agua por sus espiráculos, lo que constituiría una licencia muy arriesgada por parte del autor. El pakicetus, cetáceo más antiguo en el registro fósil, descrito en 1981 por Gingerich y Russell, tiene unos 56 millones de años.
De nuevo, nos vemos obligados a comparar con otro grabado de Riou, en esta ocasión para Viaje al centro de la Tierra (1864, Julio Verne). Obviamente, el francés constituye una influencia patente en Buel.
Monstruos de las llanuras de Kansas librando su última batalla: Este tratado se publicó en plena “Guerra de los huesos”. En 1868 Cope enseña el elasmosaurio que ha encontrado en Kansas a Marsh, que le explicó que había colocado la cola en el lugar del cuello (Leidy lo comprueba), comenzando su enemistad.
Hadrosaurio y animales contemporáneos: Descrito en 1858 por Leidy, el hadrosaurio fue el primer esqueleto de dinosaurio que se montó, diez años después. En la imagen vemos también pterosaurios y aves, una de ellas con aspecto de arqueopterix, descrito por Owen en 1863 y que, gracias a la cabeza dentada que en 1877 Haberlein consigue en Solnhofen, se confirma como eslabón entre los reptiles y las aves.
Aquí podemos verlo en otro grabado norteamericano de 1886 (el año anterior al de Buel), obra de Robert W. Shufelt (1850-1834) para la revista Century.
Hombre primitivo peleando con elasmosaurio: Siguiendo la tesis bíblica, si el diluvio extinguió a los dinosaurios, también se llevó por delante a los ancestros de Noé… pero estos habrían podido coexistir con aquellos. La tentación de dibujarlos juntos pese a la ausencia de cualquier indicio científico de su coexistencia fue más fuerte que la profesionalidad de Buel. En todo caso, recuerda que El origen de las especies se publicó en 1859 y que su tesis no fue inmediatamente aceptada (las evidencias de que el arqueopterix era a su vez un eslabón evolutivo contribuyeron a ello); es más, en 1915 aún se creía que el Cretácico había ocurrido hacía tan sólo tres millones de años.
El volador pterodáctilo: lo que más nos llama la atención de este dibujo es la presencia de una meganeura, y no por tratarse de un nuevo anacronismo (un insecto del carbonífero en una escena mesozoica), sino porque fue descrita por Charles Brongniart en 1885, sólo dos años antes del dibujo de Buel.
Por último, os dejo con estos hermosos ejemplares de teleosaurio, que seguro que hacen las delicias de El Koprófago. Hemos intentado inútilmente de identificar a la víctima, aunque creemos estar en disposición de asegurar que no vais a tener ocasión de disfrutarlo con una cervecita en ningún chiringuito este verano.