Revista Arte

Janucá VIII

Por Zeuxis
La purificación del amorJanucá VIII
Janucá VIII
Janucá VIII§ 14. Parergon.
Durante días completos estuvimos utilizando el teseracto, el cronógrafo y otros tantos artilugios más que el anciano me enseñaba con paciente amabilidad. Buscábamos de alguna forma dar con un orden, aquel puzle de claves se presentaba como un caótico acertijo que nos quitaba el sueño, el hambre, las responsabilidades cotidianas.

En el banco poco a poco mis compañeros se fueron dando cuenta de mi descuido, los clientes llegaban a la ventanilla y me encontraban perdido en un mar de conjeturas, rayando papeles, facturas, cheques, cuentas de cobro. Al principio Helena me secundaba pero luego se le hizo imposible resguardar mi comportamiento. Lo inevitable llegó, el gerente me hizo un llamado a su oficina, se me notificó por medio de un memorando y se me dio un plazo estricto para modificar mi actitud frente a los clientes del banco. Se me prohibió llevar cualquier aparato tecnológico desde celular hasta hologram. Sin embargo el potencial que había adquirido en aquellos días bastaba para no tener que necesitar de tales tecnologías. Me bastaba con inventar conversaciones con Gustav para ir avanzado en el misterio.Cuando no hubo salida, solicité unas vacaciones, aduje el pretexto de fatiga laboral contemplada dentro de las políticas de la empresa y me fui a vivir al apartamento del anciano. Sabía que cuando volviera de mis vacaciones ya no tendría trabajo, sin embargo, ese riesgo no me importaba en absoluto.Estaba develando un secreto universal que valía más que cualquier empleo. Sacrificaría mi sangre, mi aire con tal de seguir con aquel proyecto.Los primeros días fueron un completo desastre, no sabíamos como comenzar, a pesar de que el teseracto nos había dado el orden correcto, los bucles, las espirales de nada, de tiniebla, de desconocimiento seguían allí encadenado cada recodo, cada segmento con absoluta tiranía.Lo único que sabíamos era que Isabella contenía la clave rotunda, el número áureo se hallaba en ella de alguna forma oculta, también sabíamos que Isabella sí había sido raptada por Marcial y él sabía que Isabella contenía el único número áureo que era  capaz de vencerlo.¿Pero cómo conjugar los demás elementos?, ¿qué tenían que ver los objetos fantasmas, la frase de “no quiero ir nada más que hasta el fondo”, la anagoge,  la piedra cubica y demás con la estabilidad del número áureo, con la representación de la única arma favorable para la victoria?Teníamos la información precisa sobre la espada vorpal pero al igual que aquel indescifrable poema, todas las claves se perdían dentro de su misma complejidad.Para no volverme loco me di en imaginar aquellas siguientes tardes que habían vivido los Hrönir.Era imposible que cada Hrönir sólo existiera para aquella causa, para aquella demostración de una clave, me era preciso creer en una continuidad de sus vidas, de sus existencias. Para poder darle un orden a mi incertidumbre decidí unir todas las historias en una sola, digo que decidí creer que una sola pareja conocía todas las doce claves, que las habían vivido y que ahora yo podía imaginar su idilio con el enriquecimiento de todos esos conocimientos.Ahora sé que eso era lo que esperaba el anciano, la clave estaba, no el orden que podía darle el teseracto  a las láminas, sino en la forma en que yo, alguien con la capacidad de creer en Gustav e Isabela, podía llegar a introducir una lógica en una historia de amor coherente.Lo que no tuvimos en cuenta es que a veces algunas cosas que se imaginan pueden llegar a hacerse realidad, que la descripción de un diálogo por muy ficticio que parezca puede  darse en alguna parte del mundo, que personas reales estarán sufriendo o llevando a cabo acciones que parecían sólo meras fabricaciones fantasiosas. Convertirse en demiurgo o en hacedor es algo que siempre pertenece a las cualidades de un creador pero ser un oráculo es y ha sido una de las habilidades que se les han negado a los dioses. Hasta el dios científico se basa en la incertidumbre. Lograr aquello entonces me condenaba, estaba irresolublemente forzado a la condena de escribir una historia fatal.Pero el anciano se había guardado de informarme sobre estos asuntos y yo ilusionado por tener un aporte que dar me di en crear.Comenzaba el nudo.Sólo había alguien a quién ellos podían acudir. Esperaron que pasara la conmemoración del Janucá, esperaron el ritual de Isabella, el florecimiento del siete cueros y la entrega de sus poderes, luego de realizado todo aquello Gustav se comunicó con Isabella, iban a visitar a un viejo amigo de su padre. ― Se trata de un duende. Se ha configurado de la mejor manera posible entre nosotros y aunque su apariencia es humana, sus poderes pertenecen a la raza de helsa. El hace parte de los artesanos y es el maestro de los tubalcaines que son una familia ancestral que se dedicó a la fundición de los tatuajes sagrados. Mi padre me trajo  a él cuando mis dallas y mi espada debían se selladas.Punkfluid era un hombrecillo larguirucho de aspecto fantasmal, andaba siempre abovedado y tenía cierta manía en su andar que recordaba el vértigo.Cuando los chicos se anunciaron en el hotel Roy, el chico de la recepción, de ojos celestes, diminuto, y escondido debajo de su sombrero de copa, comenzó a estrellar el filo de sus cuchillos, pronto la puerta del vestíbulo se abrió, Gustav subió por los escalones de madera seguido de Isabella.Adentro en una sala casi vacía frente a una chimenea se hallaba un hombre sentado sobre una poltrona de color verde. A su lado una mesita de noche con la estatuilla de un orangután cibernético que se mantenía hirsuto dispuesto a alcanzar una vasija parecían ser los únicos objetos vivientes.Punkfluid los recibió dibujando sobre el entablando algo así como el esqueleto orgánico de unas sillas isabelinas que emergieron al instante para que los chicos se sentaran.― El número áureo, ¿cómo lograste dar con ella Hijo de guardián?― Me enamoré ―. Contestó el chico mientras el delgado duende examinaba a Isabella. La joven, incomoda, buscaba distraer su nerviosismo mirando los pequeños seres que saltaban de un lado hacia el otro sobre la fogata que seguía brillante en la boca de la chimenea.― ¿Consultaste el arqueómetro?― Sí. Fue lo primero que hice.― Y revisaste bien “La verdad”, recuerdas los números.― Sí― Entonces no perdamos más tiempo, dime, ¿ella trae consigo sus objetos fantasmas?El poporo que había realizado Isabella tenía la estructura de un ptix, del interior de la concha en forma de infiernillo surgía un morzumbante casi indefinible, ese zumbido de los muertos tronaba hasta el centro mismo del martillo de Punkfluid. El duende, un tanto aturdido aclaró que el poporo que había construido Isabella no sólo era un arma de protección sino que a la vez era un  arma de ataque, por un lado la concha deslumbrante en forma de caracola aplastada le serviría como escudo y el morzumbante le serviría para desorientar y cegar, el chillido infernal eco de miles de muertos que se conjugaban en la niebla densa de un grito oscuro podía quebrantar cualquier ataque.El Pitx fue puesto al frente de la chimenea en el centro del arqueómetro que el duende había trazado con sal; la chica se hizo en medio del círculo de las casas astrológicas entre Capricornio y Sagitario. Aquella noche era una noche maya, noche del equinoccio. Gustav sabía que el 21 de Marzo era el inicio del agua, elemento fundamental en el rito y en los poderes entregados a Isabella.El tunjo fue puesto en la casa de acuario, Isabella había construido su colgante en balso, se trataba de la reproducción de una fusión entre el triskel celta y el pentáculo, lo maravilloso de este junco eran los tres agujeros sonoros que tenía en su centro. Punkfluid le enseñó la armonía y como con ella podía trasladarse.Punkfluid sabía que a pesar de que esta Isabella era un ur, aquella ilusión estaba directamente unida al espíritu de la verdadera sacerdotisa. Gustav se acomodó en la casa de escorpión mientras que el duende terminaba de colocar todos los botones como guardianes del circulo arqueométrico. Allí estaban el hombre sin entrañas, el gatoperro cancerbero y la salamandra. Se enunció el poema completo de Artaud: “El cuerpo sin órganos” y acto seguido se bendijo la rama dorada en la entrega de las manos de los amantes. Comenzaba la elipsis, el arqueómetro tembló y punkfluid con los brazos en alto comenzó la oración de los guardianes:“Madre Tierra, eres mi sistema de soporte de vida. Como soldado, debo beber tú agua azul, vivir dentro de tu arcilla roja y comer tu piel verde. Ayúdame a equilibrarme. Mientras estés equilibrado, también lo estarán la Tierra, el mar y los entornos espaciales. Ayúdame a abrir mi corazón, sabiendo que el Universo lo alimentará. Rezo que mis botas siempre besen tu cara y mis pasos marquen tus latidos. Lleva mi cuerpo a través del tiempo y del espacio. Tú eres mi conexión con el Universo y con todo lo que viene detrás. Soy tuyo y tú eres mío. Te saludo”. La elipsis era una oración que no tenía sujeto alguno y que iba dirigida inexorablemente a algo indefinido, cada frase omitía ese ser del lenguaje que la convertía en elipsis y al mismo tiempo en mensaje claro para cada mente que la escuchaba en aquel recinto.Esta unión del todo con el todo realizada mediante la desambiguación directa hizo posible las lágrimas de sangre de Gustav, el éxtasis había comenzado, pronto todos podrían reconocer la forma de manejar adecuadamente el número áureo. Sin embargo algo se salió de control. Los universos membrana comenzaron a reflejase uno sobre otro, superponiendo las branas y entretejiendo los bulks como si reprodujeran el arqueómetro en una forma voluminosa e inabarcable. Isabella comenzó a convulsionar, era claro que este arquetipo no lograría superar la prueba; era necesario mantenerlo estable mientras se pudiera reconocer en su cuerpo la clave aurea, la verdadera Isabella estaría en algún lugar ahora brillando como un escorpión que es enfocado con luces ultravioletas. Si Marcial se daba cuenta de aquello sospecharía que los guardianes estarían haciendo algo. Gustav comenzó a recitar el zeppitsu y el duende lanzó la piedra cubica para entablar  un escudo y equilibrar el Ur.― Es hora de que el soñador teja la madeja, ya ni si quiera los espectros de Herschel sirven, no podré contener el arqueómetro por más tiempo, debes crear el agujero de gusano ― mientras decía aquello el interior de la casa giraba a la merced del ojo de un huracán invisible, todos los elementos se aferraban a la centrífuga fuerza del caos ―, ¡apresúrate!, toma la mimosa y lánzala al centro así se abrirá el portal, no nos queda más tiempo, mi fuerza se agota. Pronto, antes de que nos abismemos en la paradoja Schrödinger.El duende tenía razón, al estar utilizando un artilugio de ilusión, era posible que nunca se enteraran de lugar específico del número áureo porque aquel ur podía existir o dejar de existir en cualquier momento, lo paradójico es que el ur seguiría allí vivo para ellos sin saber qué había ocurrido y en este sentido lo que les señalara esta Isabella como lugar del número podía ser solo una proyección de las propias necesidades de Gustav y Punkfluid. La única manera era filtrarse en la realidad. En esa dimensión ordinaria donde sabían estaría ocultándose Marcial. Gustav fue el primero en abalanzarse. Mientras se desintegraba alcanzó a escuchar la frase de Isabella: “no quiero ir nada más que hasta el fondo” y antes de convertirse en un simpe bosón de Higss le lanzó la clave al duende que se lanzó detrás mientras arrojaba hacia afuera la llave del Mohán. El círculo se cerró, la habitación quedó vacía y sobre el viejo entablado donde antes se encontraba dibujado el arqueómetro se hallaba el lienzo de La anagogue, de seguro en la otra dimensión la verdadera Isabella sufría. El origen de su enfermedad ahora tenía un lugar señalable.La entrada se dio. En medio de la fiesta de los sombreros en el muelle de los locos, Gustav y Punkfluid aparecían mezclándose entre los cirqueros y cuenteros que acababan de realizar el aquelarre. Era un 20 de marzo, al día siguiente se daría el encuentro y ellos ya sabían el lugar del número áureo.Clave para el lector

Sólo sé que aquella tarde había caído una tormenta  y que dos arco-iris se levantaron sobre el cerro de Monserrate. Todos los transeúntes que bajaban hacia la diez y nueve por el eje ambiental se detenían sin temor a empaparse para observar el espectáculo invernal.  
Ese era el día del encuentro, un encuentro que todos los lectores se dieron en buscar porque irremediablemente este no se daría en el libro sino en aquella tarde. El lugar era específico: el encuentro de Marcial e Isabella con los guardianes tendría lugar en la Candelaria. Habían aparecido donde debían hacerlo, el agujero de gusano no había fallado. Llevaban consigo el lugar exacto del número áureo y las armas para salvar a Isabella.Esa noche disfrutaron como humanos en la fiesta de los sombreros. El muelle de los locos  estaba ubicado detrás de la universidad de la Salle, justo en el corazón del encuentro, mañana sería un día definitivo, sólo bastaba que los lectores levantaran la gran serpiente de Midgard y se dispusieran a buscarlos en ese 21 de marzo de cada uno. Que llegaran a esta frase y se decidieran a ir en su búsqueda ese día, que esperaran ese día. La misión era clara: se trataba de encontrarlos. Esta aventura entonces ahora, inevitablemente estaba determinada por la realidad que cada lector pudiese encontrar.Las doce historias habían llegado a su fin y habían  servido para un milagro, ahora con todos los poderes, la guerra comenzaba. 

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