Revista Opinión
La verdad que con lo que está pasando en Japón, se quitan las ganas de frivolizar, sobre la vida de los famosos y es el momento de darse cuenta de que esta vida es una “asquerosa mierda”, que te golpea cuando menos lo esperas y que la madre naturaleza, más que madre es una madrastra.
Ya no se pueden ver, ni leer las noticias, salvo que tengamos la cuota de morbosidad, por las nubes, por eso este post no lleva fotos de la devastación, porque es la repetición una y otra vez de escenas dantescas propias de una película, en la que diríamos, que el director se pasó tres pueblos con el guión, escenas humanas, donde una vez y otra hacen que afloren las lagrimas a los ojos, que el corazón se encoja como un calcetín arrugado y te haga sentir lo afortunado que eres por vivir tan lejos y por no tener un ser querido allí.
Porque evidentemente, la cosa cambia, cuando no tenemos alguien que nos duela directamente, el dolor es lejano, ajeno y que dura, lo que se tarda en cambiar de canal, cerrar el periódico, apagar la radio o desconectarte de Internet, pero aunque solo sea un rato, nos duele y sentimos pena, real y verdadera, por esa gente que lo ha perdido todo, incluso seres queridos, que seguramente, en un alarde de sinceridad, si les preguntases, envidiarían a los muertos, por no tener que ver, lo que nunca nadie hubiera querido ver.
Pero a pesar de su desgracia, de su dolor, de su impotencia, no se han dejado derrotar y aunque huyen de la muerte, ¿quién no lo haría, en su lugar?, que los persigue con los largos tentáculos de la radiactividad, son una piña, una piña que se pone a salvo para volver, en su momento, a reconstruir su país y lo que más me asombra, que puede parecer que peco de materialista, pero es admiración, es que cuando vuelvan todas sus cosas, a los que le quedan cosas, evidentemente, seguirán ahí, no habrá ningún vecino o desalmado, que aproveche su ausencia para librarlos de su pertenencias. Igualito, igualito que en algunos países, que no pongo a ninguno por ejemplo, por aquello del que “esté libre de culpa, tire la primera piedra” , que iban a tardar en desvalijarte la casa o el negocio, el delincuente habitual y el ocasional, amparándose en lo de “para casa, aunque sea, una piedra” y enriquecerse a costa de la desgracia ajena.
Ellos nos están dando y nos darán siempre, porque lo llevan en su interior, desde que nacen,una lección de unidad, de serenidad, de saber vivir y compartir, de mirar al dolor con ojos de desafío al futuro, lanzándole el mensaje de “por mucho que nos golpees, no nos vencerás” y nosotros ¿aprenderemos esa lección?... ¡Ojala nunca tengamos que saberlo!
Hoy os recomiendo visitar a “Luciano y su Blog Ojos de Mermelada”, No olvidéis pasaros por allí.
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