Revista Cine
En 2004 se estrenó Napoleon Dynamite, que se ha convertido en una película de culto, amada y odiada a partes iguales y sobre la que no cabe una posición equidistante. Desde que la vi ayer por la tarde yo ya la adoro, me parece una genialidad en la que su guionista y director Jared Hess (nacido en 1979) encuentra el tono adecuado y sabe mantenerlo durante la hora y media que dura. Me parece una especie de traslación del estilo de Wes Anderson (nacido diez años antes que Hess y estrenó su primera película, Bottle Rocket, ocho años antes que Hess estrenase Napoleon Dynamite) a una historia de instituto centrada en Napoleon, el adolescente friki más friki visto en el cine.
El film funciona porque todo es extravagante y exagerado, desde los personajes -el mismo Napoleon, su amigo Pedro, su hermano, su tío e incluso la llama Tina- a las tramas -la delirante máquina del tiempo comprada vía internet o la novia de hermano-. Funciona porque tiene un guión muy trabajado -repeticiones de rutinas como Napoleon jugando solo en el patio o Napoleon ensayando sus bailes que cimentan la importancia de escenas posteriores vitales-, interesantemente construido -Pedro le dice a Napoleon que tiene una bici, corta a ellos mirando bici y Napoleon dice que Pedro debe saltar mucho, corta a Pedro saltando con la bici en una rampa y Napoleon dice que quiere probarlo, corta a Napoleon saltando con la bici- y potenciado por la realización -planos largos, planos generales muy descriptivos-. Funciona porque la interpretación de Jon Heder es memorable y bien acompñada por unos fantásticos secundarios.
Ilusionado me propuse hincarle el ojo a su tercer largometraje, que tenía descargado de hacía un tiempo: Gentlemen Broncos. Dura lo mismo que Napoleon Dynamite, una hora y media, pero se me hizo eterna, pesada y aburrida. Es un despropósito de película que no tiene ninguno de los méritos que le vi a la otra. Lo único en común es la extravagancia y la exageración, aunque en esta ocasión Hess lo lleva al terreno del mal gusto -ya sea por medio de la escatología pura con vómitos y serpientes cagando o por medio de horteradas presuntamente graciosas e irónicas-.
Entre medias de estas dos películas me queda Nacho Libre, segundo film de Jared Hess. Tras leer varias críticas y opiniones por internet puedo asegurar que mi intención ahora mismo es no verla. Por momentos pensé que con Hess podríamos tener un nuevo Wes Anderson -por parecidos estilísticos y por paralelismos en sus edades y películas- pero creo que me puedo ir olvidando de ésto. A las malas siempre nos quedará la magnífica Napoleon Dynamite y el impacto popular que tuvo en su momento y que tendrá en el futuro.
Para terminar algunas curiosidades: un magnífico artículo del New York Times sobre los algoritmos utilizados en internet para recomendar a los usuarios según sus gustos y los problemas que crean películas como Napoleon Dynamite, una infinidad de vídeos caseros imitando el baile de Napoleon y un vídeo más:
El baile original de la peli