Jasper Johns era un chico del sur que llegó a Nueva York empujado por el empeño de su profesor de arte de la universidad, aunque él ya deseaba pintar desde los cinco años, y que terminó siendo uno de los pintores americanos más influyentes de la segunda mitad del siglo XX.
Nacido en Augusta (1930), creció en Allendale sintiendo el amor por la pintura desde niño. Esto le llevó a estudiar, primero en la Universidad de Carolina del Sur, entre 1946 y 1947, y luego en la Parsons School of Design de Nueva York, en 1948, donde realizó sus primeras exposiciones. Después, la guerra de Corea hizo un alto en su camino artístico y le llevó a servir dos años en el ejército, una parte de ellos en Japón.
De vuelta a Nueva York, en 1952, Jasper Johns estuvo trabajando durante unos cuantos años en diferentes librerías mientras se introducía en los ambientes artísticos de la ciudad y entablaba amistad con artistas como el músico John Cage o el coreógrafo Merce Cunningham, que influyeron mucho en su forma de entender el arte, y muy especialmente el pintor Robert Rauschenberg siendo ambos los mayores exponentes del expresionismo americano de los cincuenta, aunque luego su obra diera un giro total y creara nuevos estilos. Su visión del arte sufrió un impacto total a raíz de una visita suya a Pensilvania para ver la obra de Marcel Dunchamp, The Large Glass, en la que el artista plasmaba una nueva forma de crear conocida como readymades (lo ya hecho), según la cual, se transformaban objetos encontrados y se creaban con ellos una obra nueva. La influencia de esta creación le llevó, más adelante, a incorporar a sus cuadros diferentes objetos (reglas, cucharas, perchas) como una parte más de la pintura.
En 1954 y 1955, crea sus famosas banderas, Flags, que tanto influyeron en la iconografía americana del siglo XX: Flags, Target y Numbers formaron parte de su primera gran exposición en solitario, en la Galería Leo Castelli de Nueva York. Las diferentes banderas creadas con la técnica de la encaústica (cera aplicada a la pintura y pulida con un trapo de lino), supusieron toda una revolución por su aparente simplicidad, y por su fuerza. Tal fue su impacto que el Museo de Arte Moderno de Nueva York compró tres piezas para exponerlas en sus salas. Jasper Johns había dado un paso de gigante en la incorporación de lo cotidiano a la imaginería norteamericana: «las imágenes, dijo, son las cosas que la mente ya conoce».
Más interesado en el proceso creador que en la obra en sí, Johns no se conformó con una sola técnica y llevó a cabo muchos de sus trabajos tanto mediante el grabado como con la serigrafía o la litografía. Es en estos momentos de su carrera cuando se aleja del expresionismo abstracto en el que empezó a crear, para acercarse a nuevos estilos como el Arte pop, el minimalismo o el arte conceptual, del que muchos le consideron creador. En sus cuadros empieza a incorporar diferentes objetos, auténticos collages que los transforman en esculturas.
A lo largo de los años sesenta colaboró con otros muchos artistas de aquel momento, como Andy Warhol, Robert Morris o Bruce Naumann. Esto le ayudó, no solo a dar un gran impulso a su carrera, sino a continuar su investigación y su aprendizaje en el mundo del arte, conociendo nuevos puntos de vista y haciendo nuevos trabajos, como las ilustraciones del libro del escritor Frank O'Hara, In Memory of My Feelings. En 1964, Johns realiza uno de sus grabados más famoso, Ale Cans, dos latas de cerveza que anteriormente había recreado en una escultura: Bronze (1960). El artista buscaba las diferentes maneras de ver un mismo objeto a través de diferentes disciplinas, ya sea grabado, escultura e incluso fotografía.
Para algunos seguidores y estudiosos del pintor, la década de los setenta supuso una nueva transición hacia un estilo más autobiográfico, bastante alejado de lo que habían sido sus trabajos iniciales, homenajeando a Cézanne y a Picasso, y llenos de colores primarios como sus obras Scent (1973–74) y Weeping Women (1975), obras formadas por varios paneles a modo de trípticos. Son años también en los que parece obsesionado con la repetición de imágenes en diferentes técnicas, haciendo suya la frase de su amigo John Cage: «si haces una cosa más de una vez puedes obtener mejores resultados». En realidad se trataba de buscar las diferencias o semejanzas en el resultado final de las diferentes representaciones.
También en estos años, tras la retrospectiva del Withney Museum of American Art de Nueva York, sus cuadros se convierten en protagonistas de varias exposiciones europeas, como la bienal de Venecia de 1978 o la exposición sobre su obra gráfica del Kunstumuseum de Basilea, entre otros.
Y de nuevo, vuelve a abrir un nuevo camino en la forma de hacer arte, un nuevo ciclo dentro de su propia creación. Fue en la exposición del Museo de Arte Moderno de Nueva York de 1987, con la serie Las estaciones, (Seasons) en las que incluyó la figura humana, tituladas Spring, Summer, Fall, y Winter. Esta exposición fue el precedente de la que luego se llevó a cabo en nuestro país, en el Museo de Arte Reina Sofía de Madrid, y que abarcó veinticinco años de su carrera a través de 180 obras seleccionadas por Riva Castleman, directora del departamento de grabados y libros del Museo de Arte Moderno de Nueva York y que fue una de las retrospectivas más importantes de las que se realizaron sobre su obra.
Sus trabajos empezaron a subastarse a precios increíbles, convirtiéndose en el artista vivo más cotizado de esos momentos. Sin embargo, él no dejó nunca de crear, a pesar de todos los cambios experimentados en su carrera, y tampoco abandonó nunca su «amor» por el gris, como se demuestra en las obras Bridge (1997), Catenary (I Call to the Grave) (1998) y Near the Lagoon (2003) , cuadros que cuelgan de unas cuerdas sobre una superficie absolutamente gris. Su obra regresaría de nuevo a España en 2011, gracias a una nueva exposición retrospectiva organizada por el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) que contó con una escultura creada por Johns en 2007 y que se mostró al público entonces, por primera vez.
«Para ser un artista, hay que entregarlo todo, incluido el deseo de ser un buen artista». Quizás esta frase pueda explicar los continuos cambios en la trayectoria artística de Johns; un hombre inquieto que rompía con su propio estilo para dar lugar a otro. Pero independientemente de esto, su gran poder fue la influencia aplastante en las generaciones que le siguieron, siendo además uno de los artistas cuyas obras han sido de las más cotizadas y han alcanzado precios verdaderamente elevados.
Aún hoy, a sus 84 años, sigue siendo noticia en el mundo del arte. Su gran última exposición se pudo ver en Nueva York, en el Museo de Arte Moderno (MoMA) este mismo año, con su última producción, Regrets, que incluía treinta obras entre pinturas, dibujos y grabados creados en el último año y medio, y en la que ha destacado la fotografía de Lucian Freud, tomada en 1964 y que Johns decidió incluir ahora en una pintura.
«Mi trabajo se basa sobre todo en la relación entre ver y conocer, ver y decir, ver y creer». Durante toda su carrera ha visto, conocido y creído en todo tipo de materiales y técnicas (litografías, grabados, serigrafías, estampados en papel y trabajos en plomo) creando una obra personal, un movimiento propio dentro del arte y siendo uno de los grandes maestros del siglo XX para los artistas posteriores.
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