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Javier Muñoz Villén: “Escribo novelas en el móvil, pero lo que deslizo son las sombras del ser humano”

Publicado el 10 octubre 2025 por Delecturaobligada @DelecturaOblig

Ha revolucionado la narrativa negra con su método scrolling read, escribiendo thrillers complejos desde un teléfono móvil. En sus historias conviven la tecnología y el mito, el fanatismo y el poder, los secretos familiares y la eterna lucha entre la luz y la oscuridad.

Por: Alberto Berenguer / Instagram: @tukoberenguer; @delecturaobligada

Javier Muñoz Villén: “Escribo novelas en el móvil, pero lo que deslizo son las sombras del ser humano”

Ha escrito novelas complejas y extensas únicamente con el móvil, en ratos robados al día a día. ¿Qué cree que revela de nuestra época literaria ese método que usted mismo ha bautizado como scrolling read?
Una realidad implacable: vivimos tiempos de profunda conexión con la tecnología, del querer todo en el momento, dependientes de la dosis de dopamina diaria que obtenemos deslizando el dedo en una pantalla. Eso ofrezco al lector: capturar su interés deslizando no más de dos o tres hojas de papel. El móvil es mi soporte perfecto para la escritura, nada más.

La página 428 juega con tres líneas temporales y un final imprevisible. ¿Qué le atrae tanto de los saltos en el tiempo como recurso narrativo?
Permiten realizar conexiones en las tramas, cruces inevitables entre las historias de mis personajes, caminos que se bifurcan y vuelven a encontrarse en un destino ya marcado; aportan un crecimiento orgánico de la historia para que la novela pueda asumir su propia condición de ser biológico. 

Javier Muñoz Villén: “Escribo novelas en el móvil, pero lo que deslizo son las sombras del ser humano”

La maldición de Langsford Road tiene ecos de Stephen King y de Dicker, como señaló Adolfo García Ortega. ¿En qué medida juega con las expectativas del lector de novela negra y en qué momentos decide romperlas?
Busco como escritor lo que buscaba como lector: sorpresas. Ese aturdimiento sobrevenido tras el golpe de un desenlace inimaginable. Todo comienza ahí en la construcción de la trama, lo demás son regates imprevisibles para distraer al lector mientras se acerca lo inevitable. King y Dicker serán siempre referentes inalcanzables.

Sus protagonistas suelen cargar con secretos familiares o identidades ocultas. ¿La ficción es para usted un espejo de esas verdades que siempre se intentan esconder en la vida real?
Todos escondemos algo: secretos, nuestro pasado, culpa o arrepentimiento. Lo que me parece diferenciador es el peso de lo soportado, de lo oculto. Las verdades sepultadas en mis personajes terminan por cambiar sus destinos de una manera más o menos trágica.

En Las alas del caído, su última novela, introduce la sombra del Tercer Reich y la obsesión por las reliquias religiosas. ¿Escribir sobre fanatismo y poder le ha hecho reflexionar también sobre los mitos y creencias que hoy siguen moldeando nuestra forma de ver el mundo?
Creo que el ser humano es mitómano por naturaleza. Necesitamos aferrarnos a algo aún a sabiendas de que su significado se haya exagerado. Ya la definición del diccionario nos arroja bastante luz sobre el término: ¨Tendencia morbosa a desfigurar, engrandeciendo la realidad de lo que se dice¨. Fanatismo y poder siempre han ido de la mano dado que el segundo se ha nutrido históricamente del primero para consolidarse. 

Además, un hallazgo arqueológico desencadena una persecución a través de agencias secretas y sectas ocultas. ¿Cómo consigue mantener el equilibrio entre lo verosímil y lo fantástico para que el lector no pierda la credibilidad en la trama?
Yo lo llamo caminar sobre el alambre. Hay que intentar mantener el equilibrio con un buen trabajo de documentación que aporte credibilidad con datos e intentar no cruzar la línea de lo inverosímil en el relato. No obstante, siempre hay una maya de protección que puede evitar la caída, porque al final, la realidad siempre supera a la ficción.

Javier Muñoz Villén: “Escribo novelas en el móvil, pero lo que deslizo son las sombras del ser humano”

El objeto maldito que vertebra Las alas del caído funciona casi como un personaje más. ¿Qué simboliza para usted esa pieza y qué reflexión quería provocar en el lector sobre el poder que atribuimos a lo prohibido?
No es un simple objeto, es todo un símbolo. Es la proyección de la obsesión de un arqueólogo, la redención de un agente secreto despiadado, la excusa que sustenta intereses políticos, sectarios y protectores de la seguridad nacional… Representa lo inalcanzable, lo prohibido; un intento por ocultar la verdad, por cambiar el relato de lo acontecido; la confluencia de trágicos destinos. Simboliza algo más profundo aún: la eterna batalla entre el bien y el mal, entre la luz y la oscuridad.

En este sentido, si mañana apareciera en el mundo real un hallazgo arqueológico tan disruptivo como el de su novela, ¿cree que la humanidad estaría preparada para conocer la verdad o preferiría seguir viviendo en la ignorancia?
¿En la ignorancia está la felicidad? Es posible que lo tomáramos como una noticia ficticia más que añadir al cúmulo de informaciones conspiranoicas actuales. Una pantalla más que arrastrar con el dedo en nuestras redes sociales. Lo difícil sería tomarlo en serio. Para ello el despliegue mediático con base científica tendría que ser abrumador. No todo el mundo estaría preparado para cuestionar que la historia que nos han contado ha sido manipulada por los poderosos que dirigen nuestro mundo. Solo los despiertos, al menos, escucharía.

Su literatura transcurre entre escenarios como Maine, Siria, Río de Janeiro o El Cairo. ¿Qué busca al situar sus tramas en territorios tan dispares?
Podría responder sin pensar mucho con la palabra: globalización, pero la realidad es que son las ciudades las que se adaptan a las circunstancias de los diferentes personajes, entendidas como entidades vivas, orgánicas, capaces incluso de cambiar el clima según el relato. Son los propios personajes quienes parecen elegirlas y las que acaban formando parte de ellos mismos.

Almuzara ha apostado fuerte por sus thrillers. Más allá de la publicación, ¿qué significa para usted contar con una editorial que ha arriesgo y ha apoyado sus obras del género negro?
Agradecimiento infinito. Almuzara, y en especial mi editora, Ángeles López, me han hecho sentirme desde el principio, importante, valorado, arropado y querido. Agradezco la confianza que han depositado en mí como autor, más allá del género de mis novelas. 

Como lector, ¿qué novela le acompaña en el dormitorio en este momento y ha aprendido algo de ella que le gustaría aplicar a su escritura? 
“La desaparición de Stephanie Maile”, de mi querido y admirado Joël Dicker. Acabo de empezar, porque desgraciadamente escribir le ha robado tiempo a la lectura. La tenía pendiente y por fin ha llegado a la mesita de noche. Y por lo que he podido comprobar hasta ahora, si algún día quiero parecerme a mi ídolo, parece que no voy por mal camino.

Para terminar, déjenos robarle una confidencia. Después de hurgar en maldiciones, reliquias prohibidas y obsesiones del pasado, ¿con qué secreto, literario o personal, piensa sorprendernos en su próximo proyecto?
Como me encanta el misterio, os voy a dejar solamente dos únicas palabras para que saquéis vuestras propias conclusiones: tratamiento psiquiátrico.


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