Revista Cultura y Ocio
Sentada frentre al escenario, en una mesa con varios vasos de mojito, movía la cabeza con los ojos entrecerrados al ritmo del saxo, casi en extasis. Aunque la acompañaban sus amigas parecía estar sola, como si en el local solo estuviesen los músicos y ella.
El saxo gritaba nostálgico mientras piano, guitarra, batería y contrabajo le intentaban consolar con sonidos más melódicos.
Se hizo el silencio y el grupo dejó los instrumentos a un lado para tomar el último descanso.
-Toca bien esta gente.- comentó a su amiga.
-Te lo dije, les he oido varias veces y cada vez me gustan más.
Al mirar a la barra se topó con una cara conocida. El también la miraba como si se hubieran visto antes pero ninguno lograba recordar exactamente quien era el otro.
-¿Has visto a aquel tío de la barra?- susurró a su amiga
- Joder y quién no, está buenísimo.
- Calla, no es por eso, juraría que le conocco de algo pero no se de qué, no consigo ubicarlo, dudo mucho que sea alguien de Linköping pero si fuera de aquí le recordaría ¿no?.
Mira, no me voy a quedar con la duda, voy a preguntárselo, total como mucho pensará que estoy ligando con él, si es así solo tiene que rechazarme o.... quién sabe... ¡echo de menos la pasión española! - bebió un trago, guiñó un ojo a su amiga y se fue hacia la barra.
El tipo, nervioso, bebía de su copa sin apartar la vista de ella. Era evidente que se dirigía hacia él pues le estaba sonriendo pero ¿de verdad le recordaba?
- Perdona, tu cara me suena, se que es típico pero te lo digo en serio. ¿Por casualidad no habrás estado hace poco en Linköping?
- Frío, frío...- dijo mientras se apartaba la bebida de la boca.
Entonces, al oir su voz fue como si un fogonazo iluminara su mente y lo recordó incrédula.
- Dios, no puede ser, ¿de verdad eres tú?- se abalanzó para darle dos besos, ganar algo de tiempo y así recobrar la compostura porque estaba temblando de la emoción.
- Hace casi diez años que no sabía nada de ti... Así que al final te fuiste a Suecia. Y parece que te olvidaste de todos.-dijo él.
Para eso se fue, para olvidarse de todos, aunque a él añoró durante mucho tiempo. Es cierto que ella no habia dado señales de vida pero tambiés es cierto que no había cambiado de número y él nunca la llamó así que creyó que lo mejor sería dejar de pensar en él a pesar de que algunas noches aparecía en sus sueños para remover aquellos sentimientos que no le llegó ni si quiera a insinuar. Nunca pasó nada entre ellos, solo algunas miradas de esas que dicen mucho pero que acaban perdiendose acobardadas.
-Ya, bueno, eso intenté, aunque a algunos ya ves que no he podido olvidaros.... ¿Que haces por aquí?¿te gusta este sitio?
-Si, suelo venir a menudo, sobre todo cuando viene este grupo, me entusiasma el saxo.
-Me encanta, es muy bueno, a veces es como si cada nota fuese un lamento. Rabia, pasión, cada uno de sus sentimientos transformados en música. Se nota que lo vive y te hace vivirlo a ti. Es genial.
Perdona, estoy en mi hora cursi .... la hierbabuena del mojito...
Me ha hecho mucha ilusión verte, supongo que estás con alguien no quiero molestarte y creo que van a empezar a tocar en cinco minutos.
-No has cambiado nada, ¿me estás intentando preguntar si vengo con alguna chica?- dijo con esa sonrisa suya capaz de derretir a la más pintá.
- ¡Y tú!, tan creido como siempre... me refería a algún amigo que estuviese en el baño, yo que se....
- Ya.... pues ni lo uno ni lo otro, hoy solo me acompaña éste. - dijo alzando su gin tonic. - Si quieres nos puedes acompañar tu también y me cuentas tus andanzas por aquellas tierras frías.
Y de nuevo un instante de silencio mientras se hablaban con la mirada, aunque esta vez no iba a acobardarse.
- ¿Sabes? Solo voy a estar en Madrid una semana y aunque no creo en el destino me parece que esto es cosa suya. No quiero perder ni un minuto más pelando la pava. Llevo algún que otro mojito de más, a lo mejor estoy diciendo una tontería (la hierbabuena) pero si tu compañero te lo permite creo que deberíamos salir de aquí ahora mismo y dejar que la noche madrileña nos haga perder la cabeza.
Y con la gracia del mejor James Bond él dejó el vaso sobre la barra diciéndole "Aquí te quedas amigo".
Una historia como esta podría haber ocurrido en el "Berlín Jazz Café": un club de música en directo de ambiente tranquilo por el que han pasado tanto músicos internacionales como promesas españolas y grupos de aficionados nada despreciables, sobre todo de jazz.
El New York Times le dedicó las siguientes líneas: "tal vez el club de jazz más elegante de la ciudad"