Jeroglífico popular

Flaca memoria la de Esteban González Pons, vicesecretario de Comunicación del PP, cuando ayer trompeteaba comparando Egipto y España enardeciendo a las masas para que eleven su espíritu descontento, que lo hay, en lo que supondría una “egiptización” del país. Pero eso ya pasó, y pasó con ellos, precisamente.
Durante la semana anterior al atentado del 11-M, las encuestas daban mayoría, aunque no absoluta, al PP, que habría salido así indemne a la constructiva y talantosa, pero poco talentosa oposición que llevó a cabo el PSOE en los años anteriores. La oposición tranquila y respetuosa de Zapatero no había hecho mella ni en el PP ni en la sociedad y, de hecho, el partido del Gobierno se mostraba más beligerante que la oposición socialista.

Los días que transcurrieron entre el atentado del 11-M y las elecciones generales fueron un hervidero de mensajes SMS y correos electrónicos de una sociedad como la de ahora aletargada. Pero sólo en la forma. Y pasó factura la manipulación y la ocultación de información por parte del PP respecto a la autoría de los atentados para sacar rédito electoral y que no fueran vistos como lo que eran, una consecuencia de su nefasta política exterior, que culminó con la guerra de Irak, su guerra. La gente  salió a la calle de forma masiva en busca de respuestas creíbles, de la verdad que todos sabían porque la habían leído y visto en todos los medios internacionales y la habían escuchado de las fuentes de la investigación. Sólo querían una confirmación, pero no hubo tal. Continuaron la tergiversación y las medias verdades hasta llegar al final del callejón. Si decían la verdad, perdían por una política exterior irresponsable en contra del sentir popular, contrario a la guerra, y si mentían, perdían igualmente porque ya todos sabían la verdad que ellos negaban con todo su aparato de incomunicación. Jaque mate.
Pero ya de todo aquello no parece acordarse González Pons, tan falto como sus compañeros de partido de memoria histórica de todo tipo. No lo pases.