Revista Religión
Leer | LUCAS 4.14-19 | Al volver a su ciudad, Jesús entró en la sinagoga y, para asombro de todos los que estaban allí, leyó su descripción de trabajo, del libro de Isaías. Tal vez algunas personas en la congregación estaban confundidas por su afirmación de que fue enviado para pregonar libertad a los cautivos y poner en libertad a los oprimidos (Lc 4.18). ¿Quiénes eran esos cautivos? ¿Iba Él a tomar por asalto las prisiones?
Jesús estaba hablando de cadenas espirituales, no físicas. Todos nacemos con una naturaleza pecaminosa, y todos estamos esclavizados al pecado hasta que las cadenas son rotas por la fe en el Salvador. Pero incluso después de la salvación, Cristo está librándonos de cosas que nos atrapan y que obstaculizan nuestra relación con Él. El Señor nos hace libres…
• Del error: La Palabra de Dios nos protege de los errores y las mentiras que Satanás utiliza para bombardearnos.
• De las malas acciones: El Espíritu Santo nos da poder para resistir la tentación y vivir correctamente.
• De la esclavitud emocional. El Señor no quiere que nos controle el temor, la culpa, la envidia, los celos, la amargura, el resentimiento o la baja autoestima. Sí aprendemos a confiar en Él en cada situación, Él nos hará libres de estos sentimientos negativos.
Muchos cristianos viven en esclavitud sin darse cuenta. Saben que algo está mal, pero no pueden enderezar sus vidas. A pesar de todos sus esfuerzos por “mejorar”, siguen fracasando. Ningún prisionero tiene la llave para abrir la puerta de la celda; sin embargo, Jesucristo está parado fuera, llamando: “¡Confía en mí, y yo te haré libre!”
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