Revista Arte
Me acuerdo y sus emociones. Me acuerdo y la luz que proyecta sobre nuestras vidas. Me acuerdo como la raíz desde la que parte todo: el hombre, sus sentimientos, sus luchas y obsesiones. Me acuerdo como un suspiro lastimero: el de no me acuerdo de lo quisiera acordarme. Con la meticulosidad del orfebre, con la paciencia del artesano y con el poder de observación del escritor, Jesús Marchamalo se cuela en el caleidoscopio incierto de los recuerdos —pues no siempre recordamos con certeza aquello que sucedió sino lo que nuestra antojadiza memoria ha seleccionado por nosotros—, para fabricar con ellos la esencia de la vida. Decía Patrick Modiano que: «los recuerdos son solo la realidad fragmentada y desordenada de nuestras vidas». Y algo de razón tiene, sobre todo, cuando uno lee estos me acuerdos tan genuinos y bien fragmentados que te llevan directamente a las entrañas del corazón y a ese lugar donde uno se detiene cuando se encuentra a sí mismo. Me acuerdos que, por cierto, evitan en todo momento la excelencia literaria o la metaliteratura pomposa —a pesar de que también contengan referencias a novelistas, poetas y sus obras—, pues el verdadero propósito de este libro es reencontrarse con los impactos de la realidad —oculta o no— que nos define como personas. Me acuerdo está más cerca de la generosidad del corazón que de la frialdad de la razón.
Jesús Marchamalo, profundo conocedor de la palabra y de su valía y poder, en esta ocasión nos invita a transitar a través del tiempo y de la vida. Y lo hace con sus comas, entonaciones y ritmos marca de la casa. Comas, entonaciones y ritmos que perfilan muy bien el carácter como escritor de Marchamalo, que siempre será un fallido poeta para Javier Lostalé, tal y como nos lo recuerda cada vez que puede al amplio auditorio que se concita entorno a las presentaciones del autor madrileño. Quizá no le haga falta a Marchamaloadentrarse en las siempre cenagosas tierras de la poesía, porque su forma de escribir es en esencia muy poética. Y desde ese lirismo es desde el que observa la vida, despojando de ella lo superfluo para quedarse con lo esencial. Ejerciendo de mago de las palabras, imágenes y ensoñaciones, porque Me acuerdo es una gran colección de recuerdos con los que mantener siempre encendida la llama de la vida. Marchamalo, alquimista de la palabra, lo cubre todo: la infancia, la adolescencia, la pubertad, la juventud, la madurez. Las pequeñas cosas que se hacen grandes al recordarlas. La literatura, la televisión, las películas, el cine, el colegio, el boxeo los teléfonos y los tebeos. Los libros, el recreo, los relojes, las anécdotas, los veraneos, el campo, el mar, las frases hechas, y aquello que permanece oculto en un rincón del desván de nuestra memoria y que él convierte en fragmentos y frases plenas de sentido.
Me acuerdo representa las huellas de la memoria que se entrelazan con el caprichoso destino de los recuerdos. Recuerdos que unas veces nos vienen a la cabeza y otras huyen de ella, inmutables a su poder y su significado. Recuerdos que son cautelosos con el menesteroso que todo lo recuerda y prepotentes con el olvidadizo. Quizá, porque jugar a me acuerdo es hacerlo junto a la inmediatez del asombro, la majestuosidad del paso del tiempo o con los granos de arena del tiempo: resbaladizos, innumerables, infinitos. Me acuerdo es el mejor ejemplo de que los recuerdos forman parte de la esencia de la vida… 507 Me acuerdo del día que Jesús Marchamalo me entrevistó para el programa El ojo crítico de RNE y me preguntó por el cielo de Roma.
Ángel Silvelo Gabriel.