Revista Arte
Jesús marchamalo; virginia woolf, las olas (ilustrado por antonio santos): la familia, los amigos, la literatura y… las olas
Por Asilgab @asilgabTal y como reza la leyenda que acompaña a cada uno de los libros de Nórdica: «Pronto llegará la nieve. Se siente en el aire» y, tal y como es costumbre en los últimos años, cuando el calendario llega a su fin: «Pronto llegará un nuevo libro del tándem formado por Marchamalo y Santos». En esta ocasión, la escritora elegida ha sido Virginia Woolf. Una escritora que, como los anteriores —en palabras del escritor y periodista Jesús Marchamalo— también tiene el sesgo de rara o especial. Una virtud a la que el escritor, una vez más, ha sacado brillo y singularidad, porque este corto e intenso retrato que nos brinda sobre la famosa escritora del grupo deBloomsbury, es entrañable a la vez que genial, a la par que: único, sintético, luminoso, certero, lírico o sobrecogedor. No hay detalle que se escape a la mirada de Marchamalo, pues en apenas ocho folios deja una semblanza inolvidable del personaje que aborda que, como un eco, se repite dentro de nosotros una y otra vez sin tiempo para la negación. Su escritura, lírica y elíptica, es una majestuosa sucesión de imágenes que nos atrapan y nos devuelven a ese tipo de literatura hipnótica y magistral que nos deja sin aliento. No nos dejemos engañar, porque este pequeño libro: Virginia Woolf, Las olas, te invita a su lectura no sólo una vez, sino varias, por la profundidad de sus frases y palabras y, como no, por las magníficas ilustraciones de Antonio Santos que, de nuevo, nos arrastra con sus imágenes a esa Inglaterra victoriana de principios del s. XX. Magníficas son sus ilustraciones que, en ocasiones, nos recuerdan a ese desnudo intelectual presente en los cuadros metafísicos de De Chirico; o en otras nos evocan a los grandes maestros de la pintura española a través de sus imponentes retratos que nos obligan a dejar de leer para contemplar en toda su plenitud la esencia de los gestos y los trazos —sencillos y sobrecogedores— de este artista que desnuda almas y que, a través de su dualidad: blanco-negro, proyecta la austera plenitud de la vida, ya sea ésta alegre o triste, luminosa u oscura, parca o metafórica.
Virginia Woolf, Las olases una vida en sí misma, pero también, una vida en muchas otras y a la inversa, pues todas ellas confluyen en el alma trabajosa y atormentada de uno de los mitos de la literatura. Un mito que expresó sus miedos y su libertad cuando decidió poner fin a su vida: «¡Contra ti me lanzaré, entera, invicta, oh muerte!». Un extraordinario epitafio que fue esculpido en una placa que, a su vez, fue depositada entre dos olmos. En su sombra esa Ofelia trágica paró su reloj a las doce y cuarto del día en el que decidió marchar sola en busca del rugir de las olas que la mecieran y acompañaran en el letargo del sueño eterno. Un sueño eterno que nos retrotrae hasta su recuerdo. Un recuerdo que siempre irá acompañado de su familia, los amigos, la literatura y… las olas.
Ángel Silvelo Gabriel.
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