Revista Espiritualidad

Jesús: paradigma de la individuación

Por Joseantonio

La verdadera rebeldía de Jesús: Más allá de la obediencia

Vivimos en un mundo que a menudo confunde la obediencia con la virtud suprema. Se nos enseña a seguir las reglas, a no desviarnos, a encajar. Pero si miramos de cerca la vida de Jesús, descubrimos algo radicalmente distinto. Él no fue un simple modelo de obediencia a los hombres, sino un arquetipo de la verdadera rebeldía: aquella que desafía las normas vacías para ser auténtico y fiel a un propósito superior.

Jesús fue obediente a Dios, a la voz de su conciencia, a su propia verdad. Pero su mensaje y su vida a menudo se enfrentaron a la Ley y a los líderes de su tiempo. Él se atrevió a sanar en sábado (Marcos 3:1-6), a comer con pecadores y publicanos (Mateo 9:10-13) y a defender a los marginados. Si hubiera obedecido ciegamente las convenciones, la revolución del amor y la gracia que trajo nunca habría sucedido.

Su ejemplo nos llama a la reflexión: ¿A qué estamos siendo obedientes? ¿A las expectativas de los demás, a la tradición, a un conformismo que ahoga nuestra esencia? O, por el contrario, ¿somos valientes para escuchar y seguir nuestra propia voz interior, nuestra conexión con lo divino, aun cuando eso nos haga diferentes? La grandeza no radica en ser una copia, sino en tener el coraje de ser uno mismo.

El hijo pródigo: La parábola que celebra el error y el regreso

La parábola del hijo pródigo (Lucas 15:11-32) es mucho más que una historia sobre el perdón. Es un himno a la vida, una celebración del camino personal, con sus errores, sus aciertos y el aprendizaje que resulta de equivocarse. La narrativa nos presenta a dos hijos: el mayor, siempre obediente y en casa; y el menor, que se atreve a irse, a equivocarse, a caer en lo más bajo.

A menudo, nos identificamos con el hijo mayor, pensando que nuestra rectitud es suficiente. Él obedeció, no se fue, pero en su corazón había amargura. Su obediencia no lo hizo feliz, porque no era una obediencia que naciera del amor, sino del deber.

El padre, sin embargo, no celebra al obediente. Celebra al que se atrevió a ser él mismo. Al que se equivocó, tocó fondo y, con humildad, decidió regresar. Esta parábola nos enseña que el viaje de la vida es más valioso que la perfección. Es un mensaje de esperanza para todos los que hemos cometido errores, para los que hemos tomado el camino equivocado. Dios no premia la obediencia ciega, sino la valentía de vivir, de aprender y de volver a casa. Nos invita a aceptar nuestras imperfecciones y a entender que el arrepentimiento y la autenticidad son el verdadero camino hacia el hogar.

El buen samaritano: El discernimiento frente al "buenismo"

La parábola del buen samaritano (Lucas 10:25-37) es quizás la más malinterpretada de todas. Se ha usado para promover un "buenismo" ingenuo que nos insta a ayudar a todos sin pensar, sin discernir. Pero el mensaje de Jesús es mucho más profundo.

Un sacerdote y un levita, personas de fe y supuestamente "buenas", pasan de largo al herido. Un samaritano, un "enemigo" despreciado por los judíos, se detiene a ayudar. ¿Qué nos está enseñando Jesús? Que la compasión no conoce de etiquetas ni prejuicios. El samaritano no ayudó por obligación, sino porque fue capaz de ver la humanidad en el otro, más allá de sus diferencias.

Esta parábola no es una llamada a la ingenuidad, sino una invitación a desarrollar el discernimiento espiritual. Es un recordatorio de que debemos ser sabios (Mateo 10:16), capaces de diferenciar entre la compasión genuina y la imprudencia. Ver a Dios en cada ser humano (Mateo 25:40) no significa que debamos exponernos a cualquier riesgo sin prudencia, sino que el amor y la ayuda verdadera trascienden razas, nacionalidades y creencias. El verdadero reto es ser compasivos sin ser ingenuos, y eso solo se logra con un nivel de conciencia y discernimiento que va más allá de la simple obediencia o el "buenismo" superficial. Es un llamado a la acción sabia, a un amor que se atreve a ver la humanidad en el otro.


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