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* Este artículo fue publicado originariamente en El (viejo) glob de Manuel, el 10 de enero de 2006, con este mismo título y bajo la etiqueta Medios de comunicación.-
Tras una temporada de descanso, posterior a la finalización de la emisión en Canal Sur TV de sus Ratones coloraos, vuelve, en horario estelar y en la cadena de cadenas –por más que los índices de audiencia se empeñen en marcar tendencias contrarias a tal consideración-, la primera de TVE, el inefable Jesús Quintero, más conocido antaño, y aun a día de hoy –y qué difícil que le está resultando descolgarse de la "denominación de origen"- como el loco de la colina.
Loco, pero no tonto. O sea, que más bien diría que se lo hace. El loco, digo... Jesús Quintero se ha convertido, en la actualidad, en una especie de referente de un perfil, el suyo propio –personal, intransferible-, al que, sin embargo, traiciona en lo sustancial de manera inmisericorde, muy lejanos ya aquellos tiempos en que, desde su púlpito radiofónico, a primeros de los años ochenta del pasado siglo, creara escuela, otorgando a las hasta entonces lánguidas madrugadas de radio el rango de objeto de interés y especial seguimiento, a base de congregar a todo un pelotón de oyentes ávidos por saborear su especial manejo de los silencios, sus estentóras carcajadas, con ese puntito socarrón y maquiavélico, y su extraña, casi alquímica, capacidad para, cumpliendo el viejo sueño de Sylock, arrancar libras de carne sin derramar una sola gota de sangre de sus invitados-entrevistados.
Ese Quintero, que en su momento trasladó sus esquemas radiofónicos al formato televisivo, con evidente acierto (algunos de sus programas forman parte ya, por méritos propios, de la pequeña –o grande, quién sabe- historia de la televisión en España) y sin viaje de retorno (jamás ha vuelto a dicho medio), además de un éxito bastante notable -en consonancia con lo acertado de su trabajo-, logró cuajar una maniobra que, según nos enseña la experiencia más que reiterada, no siempre alcanza buen puerto, dado lo complicada de la misma (de cadáveres exquisitos está lleno el puente que enlaza a ambos soportes comunicativos, ahí están las hemerotecas para atestiguarlo).
Pero su última aventura televisiva, esos Ratones coloraos que tan excelentemente han funcionado en la televisión pública andaluza, nos han mostrado a un Quintero tramposo, un loco muy poco loco y con una doble faz bastante cínica: la de aquel que, pretendiendo erigirse en paladín de la lucha contra la telebasura –a base de diatribas en su línea más lisérgica y mefistofélica: abstracciones a base de mucha filosofía de barra de bar, puros fuegos de artificio-, no dudó en edificar sus magníficas ratios de público sobre la base de exprimirle el jugo (o, al menos, intentarlo: en muchos casos, ciertamente, no había zumo alguno que sacar de tales "frutas"...) a toda esa caterva de personajes que constituían (y aún constituyen, y no sabemos qué cuerda le quedará a este relojito...) el sustento de toda la bazofia que llena el espectro catódico de las grandes cadenas generalistas.
A eso, por más que se vista el muñeco con la (bastante presuntuosa, por cierto) pretensión de buscar el "lado oculto", esa faceta humana que los carroñeros (los otros, qué gracia...) no son capaces de sacar (y él sí, qué gracia...), le llamamos en mi tierra, que es también la de Jesús Quintero, echarle mucho morro. Pero, en fin, amigos lectores, como siempre cabe la posibilidad de que aquel que ha tenido (talento, y mucho, y grandes dotes para la comunicación televisiva, aunque también esos ratoncitos coloraos nos ofrecieron a un Quintero bastante aliviado –prácticamente, con el piloto automático-), algo haya retenido, habrá que esperar y ver si, para esta nueva singladura televisiva, aún dispone de algún conejo que sacar de la chistera. Ojalá, y suerte...
* APUNTE DEL DÍA: cine de fin de semana, con propuesta española: Los ojos de Julia. Mi crítica en La Butaca, en este enlace.-
* Antecedentes penales (El viejo glob de Manuel) IV.-