Revista Cultura y Ocio

J.I. Pidal Montes

Por Acalvogalan

J.I. PIDAL MONTES Mencionado por:
Ángel Muñoz Rodríguez
Menciona a:
Diana Rodrigo Ruiz
David De La Sierra
Sergio S. Taboada
Sinda Miranda
Verónica Nerea Redondo Moreno
Rodrigo Olay
Bio-bibliografía
J.I. Pidal Montes (El Fadiellu -Asturias-, 1970)
Poeta asturiano de lenguaje alto y claro que busca combinar en sus poemas un equilibrio entre inmediatez en sus mensajes y calidad en su aspecto formal. Considerado por él mismo como un poeta de barriada minera, en sus versos tienen cabida desde los amigos enganchados a la droga, hasta la realidad social, familiar o afectiva de su siempre presente pueblo de Carbayín; no dudando nunca Pidal Montes enarbolar la bandera de la cultura de su tierra en una búsqueda permanente de la difusión y dignificación de la histórica pero aún poco reconocida y todavía no oficializada Llingua Asturiana. Siempre al encuentro del cuerpo a cuerpo a través de los recitales en vivo, fue uno de los fundadores del colectivo cultural “Versoadictos”. Siendo a su vez miembro y cofundador del Grupo Poético “Versos Libres”, en el que junto a otros poetas afincados en Asturias, pretende acercar la poesía a las personas o colectivos con menos acceso a la misma. Colaborador habitual de la web cultural y artística “Requiem amb Ria”, publicará su primer poemario titulado “Nadie se salva” con la editorial barcelonesa “Versos y Reversos”.
Poética
Si alguna vez acabo vagabundeando en compañía de un fiel perro callejero, le llamaré “Poesía”, y os aseguro que a ese animal nadie, repito nadie, nadie le pondrá collar.
Y como escribió Pablo Neruda: “Si nada nos salva de la muerte, que al menos el amor
nos salve de la vida”.

Poemas
SI TE DICEN QUE CAÍ

No descartes que llegue a dormir
en camas de cartones,
en albergues municipales.
-torres más altas cayeron-.
Porque ya se sabe que la suerte
es una novia caprichosa
que hoy camina enamorada
colgada de tu brazo, y mañana
quizás no recuerde ni tu nombre.
Tampoco descartes que
en mi posible desgracia
vagabundee en compañía
de un fiel perro callejero.
A ese perro le llamaré poesía.
Y puedo asegurarte
que a ese animal nadie
-repito nadie-,
nadie le pondrá collar.
SIEMBRA

Hace tiempo que no escribo poemas
con fondo de violín.
Todos me salen entre ecos
de maquinaria parada;
de fábricas y minas cerradas
donde lo bueno ahora es malo
y viceversa.
Donde algunos viejos, por no molestar,
se atrofian al sol
como pieles de cuero a curtir
que mañana serán zapatos o chupas.
También los hay
que se doctoran en miserias ajenas;
que se buscan la vida en charcas sin vida
en la que los croares de las ranas
suenan a reproches y despedidas.
De entre todos esos destacaba uno
que era listo como el hambre
y embaucador como un demonio necesitado.
A ese, la gente del barrio
le llamaba la Mala Semilla,
porque cuando le traía el viento,
dejaba el parque sembrado de yonquis.

REVOLUCIÓN
En mi tierra,
los de mi generación,
vivimos una reconversión.
Y años después, una brutal recesión
que parió una crisis
que nos devoró vivos.
Por eso, ahora,
Pienso que ya nos toca
vivir una revolución
-de palabras de momento, pero revolución-.
DEBES SABER
En los dobladillos de mis pantalones
yacen atrapados cientos de etcéteras:
Ella no me quiso, etc...
Esta vida no es para mí, etc...
Nunca vivirás de la poesía, etc...

Pero en el fondo me consuela saber
que ahora nadie te guarda
las cuatro esquinitas de tu cama
porque el angelito que lo hacía
ya no está en condiciones:
Debes saber que hace años
que es politoxicómano
y ya no sabe ni donde tiene
su mano derecha.
Que un alud de sinceridad
sepulte y mate a toda hipocresía.

PORTAL 28, BAJO-D
Nunca vuelves a ver el mundo
de la misma manera
una vez que ya lo has visto
asomado a la ventana
de un piso de una barriada minera.
Debe ser por lo dilatado de la pupila
tras tantas generaciones
trabajando bajo tierra.
Debe ser por el orgullo,
quizás por la condenada genética.
Pero gracias a todo eso
tienes para muchas cosas respuesta:
como cuando mi hija vino ayer
con una herida que se había hecho
en el recreo y, aún llorando,
me dijo que las otras niñas se habían reído de ella
porque de su herida la sangre brotaba muy negra.
“Tranquila María -le dije-.
A tu sangre no le pasa nada.
Lo único que sucede
es que en ella llevas carbón”.


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