La editorial Edhasa publicó el mes pasado La libertad interminable, continuación de La guerra interminable, un extraordinario libro de ciencia ficción escrito por Joe Haldeman. Como estos últimos meses ando algo desconectado, la sorpresa al encontrármelo ha sido mayúscula. La novela fue publicada en EE.UU. en 1999, y recuerdo haber compartido entonces en algún foro, con cierto aspaviento, mi deseo por leerla. Más de una década después, cuando ya la tenía olvidada, aparece al fin en las librerías. En otra época, mi instinto me habría empujado a agarrar el libro y sacar la cartera del bolsillo, pero ya no. Ni siquiera lo he comprado, hace años que aprendí a contenerme.
Ya no soy presa de aquellos arrebatos de antaño; me he vuelto más frío, y el libro no tiene ahora lo mismo que ofrecerme. Por un lado, se trata de una continuación innecesaria, cuyo poder de atracción parte del cariño que se tenga a unos personajes y un universo determinado. La guerra interminable es una novela redonda, autoconclusiva, y cuenta con un final extraordinario que está a la altura del conjunto. La libertad interminable contiene aventuras nuevas de los protagonistas, pero no completa nada. Para recuperar ese cariño por ellos lo más indicado sería leer de nuevo el primer libro (cayó hace casi tres décadas), cosa que estaría bien dada su gran calidad, pero en realidad no hace falta.
Lo cierto es que ya he leído esta continuación, pues fue publicada hace un par de años por Norma Editorial. Me refiero a la adaptación al cómic realizada por el dibujante belga Marvano, fiel al texto original y recogida en un ómnibus que incluía las dos novelas, la segunda bajo el título Libre para siempre. Si se tercia, hablaré más profusamente de esa novela gráfica otro día, pero lo que quería decirles es que gracias a su lectura ya conozco la trama. Así pues, ahí se queda el libro, en la librería, como muchos otros a lo largo de estos últimos años. Quizás algún día acabe, de un modo u otro, en mi biblioteca.
Hay una tercera novela escrita por Haldeman de título similar, Paz interminable, pero no tiene nada que ver con las otras. El parecido es una engañifa comercial. Ganó los premios Nebula, Hugo y John W. Campbell Memorial, lo cual, como saben, no es garantía de nada. De hecho, esta es otra de esas obras que demuestran lo poco válidos que son algunos de estos premios como baremo de calidad de un libro.
Esta novela nace con un serio handicap de salida: la comparación con una obra maestra del género. Semejante inconveniente no se debe, como sí sucede otras veces, a un error de criterio del lector, sino que es responsabilidad directa tanto del autor como del editor. Del primero, si es que fue él el responsable, por titular esta nueva novela de forma clónica, justo con el antónimo de su mayor éxito. Del segundo, por prometer, tanto en la contraportada como en la introducción, que se trata de una versión actualizada del clásico escrito por el autor hace veinte años, que como ya habrán adivinado, no es otro que La guerra interminable. El handicap es, sin embargo, anecdótico, pues se tarda poco en apreciar que el parecido empieza y acaba justamente en el título, lo cual facilita al lector cambiar el chip. Ambas novelas difieren, no sólo en lo referente al argumento, sino también, desgraciadamente, en cuanto a su calidad.
Consideremos tres aspectos a la hora de analizar un libro, tres elementos que son fundamentales en su percepción. Uno es la idea central, el núcleo del relato sobre el que giran los demás elementos. Otro es la historia de la que nos vamos a servir para hacer llegar esa idea al lector, la trama. El último es el estilo. En cuanto al tercer apartado, que suele suponer la diferencia entre acabar un libro y no acabarlo, la realidad es que en este caso no tengo pega ninguna. Haldeman es un buen escritor. Paz interminable no es un libro pesado de leer, aunque haya veces en que las cosas no quedan muy claras, y además he de confesar que, al contrario de lo que parece ser la norma, el libro me ha gustado más al final que al principio. Creo que lo que es interminable son las doscientas primeras páginas en las que no sucede nada. A mitad de novela no recordamos que hayan pasado grandes cosas, y eso es siempre veneno para el lector, que necesita de una fuerza impulsora que le haga seguir leyendo.
Paz interminable no es, como digo, un libro pesado, pero sí aburrido. Es aburrido porque el segundo elemento del que hablábamos falla. La historia a través de la cual nos llega la información, aparte de estar innecesariamente alargada, carece de interés, no engancha. Los personajes no llenan en absoluto, tienen repentinos ataques de incongruencia consigo mismos y su importancia global acaba por minar la suspensión de incredulidad. Haldeman ha querido contar el cambio total de la Humanidad a manos de un reducidísimo círculo de amigotes, quizá porque no ha sabido hacerlo de otro modo, y eso enciende la alarma de las casualidades forzadas. Todos "saben" de repente qué cosas hacer y cómo hacerlas, y no se paran ni un instante para recapacitar sobre lo que suponen sus acciones. El grupo y sus habilidades está elegido demasiado a propósito de lo que luego necesitará hacer.
En cuanto a la fabulosa extrapolación socioeconómica de la que se habla en la cubierta, aparece en dosis tan pequeñas y tan pobremente desarrolladas que no es en absoluto significativa. El mundo que se describe no es ninguna novedad, es como la realidad llevada unos años adelante en el tiempo (todos sabemos que el primer mundo cada vez será más rico y el tercero más pobre). La fascinante "máquina para todo" de la que habla sin parar el editor en la introducción, es decir, la nanofragua, podría haber dado para un inteligente relato especulativo, pero se queda, por falta de ánimo del autor, en una simple "lámpara maravillosa" de la que nuestro protagonista saca un bonito collar para su novia, y de la que no se da ningún tipo de información técnica.
Todo lo explicado anteriormente es una auténtica lástima, porque el primer elemento del que hablaba, el que solía ser fundamental en la cf de antes, es decir, la idea, me parece verdaderamente interesante. Es el verdadero centro de una novela que mejor tratada quizás hubiera sido importante. La pregunta que se nos plantea es extraordinaria y muy válida. ¿Sería beneficioso arrancar de raíz la peor cualidad humana si eso supusiera dejar de ser humanos? Haldeman trata de comprometer al lector en la causa, haciéndole partícipe de una cruzada cuyos objetivos están muy claros moralmente, pero cuyos medios son criticables. La narración busca las simpatías hacia un bando de moralidad dudosa, que actúa bajo la misma autoridad que el peligroso razonamiento del dictador que realiza sus actos de fascismo "por el bien del pueblo", pero sin consultarle.
Como decía al principio, es una idea fascinante, y sin duda es lo que ha empujado a Haldeman hacia el Hugo, aunque para mi sin merecerlo. Paz interminable es, en resumidas cuentas, un libro aburrido que trata de manejar un tema de enorme relevancia sin lograrlo.
El texto original de esta reseña fue publicado en el Sitio de ciencia ficción.