Un mundo nuevo quiere hacer de Jordi Pigem es el cuarto capítulo del libro Espiritualidad y política.
Con esta hermosa metáfora del tránsito a la nueva vida, a través del canal del parto, Jordi Pigem, filósofo y doctor en filosofía de las ciencias, quiere mostrarnos el camino hacia la transformación de un mundo en crisis. Ese mundo en crisis es nuestro modelo de civilización basado en un paradigma mecanicista, materialista y antropocentrista del mundo. Es una crisis en la percepción del mundo y de nuestro lugar en él. Ese cambio debe operar en el ámbito de la percepción y de la comprensión de nosotros mismos, de nuestra relación con la humanidad, con la Tierra y con el Todo.
Jordi Pigem despliega unas metáforas sobre el orígen y el desarrollo de la crisis así como afrontar y actuar ante el cambio. Crisis y cambio son 2 caras de una moneda: un modelo mental del mundo. Se circumscriben a la mentalidad que ha originado un determinado modo de percibir, comprender y de actuar en el mundo. Pigem quiere indicarnos las estructuras obsoletas- materialismo, capitalismo, ...- de este modelo mental a través de las cuales hemos intentado dominar la naturaleza y la vida, y, cómo la superación de esta crisis multidimensional- ecológica, social, económica, ...- que padecemos, pasa por la superación de estas estructuras que nos constriñen y nos paralizan.
Etimológicamente, la palabra crisis procede del griego. Durante siglos, la palabra crisis tuvo sólo un sentido médico: era el movimiento decisivo en el curso de una enfermedad, cuando podía cambiar súbitamente: hacia un sentido u otro. Según fuera el resultado, se hablaba de buena crisis o mala crisis. La buena crisis suponía la sanación y la mala crisis, por contra, la muerte. Al principio, la palabra crisis estaba sólo circumscrita a la medicina hasta que lentamente se fue trasladando a todos los ámbitos de la actividad humana- economía, política, medioambiente, sociedad..-, generalizándose su uso.
La actual crisis es una crisis sistémica y multidimensional que responde a una crisis de civilización. Desde el hundimiento de la economía mundial, en el otoño de 2008, a causa del pinchazo de la burbuja especulativa e inmobiliaria en los EE.UU., y posteriormente en Europa, situación que aún continúa, se nos dijo que era una crisis económica puntual, un momento de desaceleración propio de los ciclos de expansión y recesión del capitalismo. Era- es- obvio que la economía no iba a poder seguir creciendo de forma ilimitada. La ecomomía tenía-tiene- unos límites de crecimiento. Esos límites se están imponiendo lentamente en la economía global. Son los límites ecológicos que el planeta impone a esta ideología del crecimiento. La crisis económica es una crisis ecológica donde la economía ha intentado escapar de la regulación de los ciclos de la biosfera y del propio control humano. Esta falta de control de la economía ha conducido a la alteración de esos ciclos, introduciendo una incertidumbre: o abandonamos este modelo de crecimiento suicida o nos abocamos a la autodestrucción, y con ella, a la aniquilación de la vida en la Tierra.
Para Jordi Pigem, el origen de esta crisis está en la burbuja cognitiva. En esta burbuja flota una vision economicista del mundo. La creencia en una economía como un sistema cuantificable, abstracto y autosuficiente, independiente de la biosfera y del propio ser humano. En este sentido, la crisis del sistema económico tiene su origen en una crisis de percepción del mundo. La solución a la crisis económica no puede ser sólo económica sino que debe producirse una revolución mental.
Dependemos excesivamente del imperio de lo económico. Hemos renunciado a una economía sujeta a consideraciones éticas, morales y sociales. Esta renuncia voluntaria ha obligado a las sociedades humanas y al planeta a insertarse forzosamente en la economía global. Hemos decidido inconcientemente- o no- insertar la sociedad y el planeta en la economía, en vez de integrar la economía en la sociedad y ésta en el planeta. Esta decisión se traduce en la obligación de la sociedad de satisfacer las necesidades de la economía global y a su vez la obligación del planeta de cubrir la demanda de esta economía globalizada. Hemos de cambiar esta tendencia destructiva de la economía, insistiendo en la necesidad de incorporar la economía global como una filial de la biosfera, de lo contrario, corremos el riesgo de poner en peligro la viabilidad de la vida en el planeta. Como pone de manifiesto Jordi Pigem en su artículo:"Aunque se cree por encima de todas las cosas, la economía global es sólo una filial de la biosfera, sin la cual no tendría ni aire ni agua ni vida". En este sentido, la economía debe integrarse en los ciclos de la biosfera. Debe respetar y actuar a corde a esos ciclos. La economía global no puede intervernir y actuar de forma independiente en los ciclos de la biosfera como hasta ahora.
¿Cómo hemos llegado a considerar la economía como algo que debe permanecer en un plano superior a la biosfera? Nuestra sociedad está organizada con el propósito último del crecimiento. Lo verdadermente trascendente, es el incremento de la riqueza de un país- PIB-, independientemente de cómo crecemos y para qué necesitamos ese crecimiento. En último término, por qué necesitamos crecer y por qué poseemos ese derecho en exclusividad. La economía global es la primera religión verdaderamente universal. La ciencia económica no es tanto una ciencia como la teología de esta nueva religión. Una religión que tiene mucho de adicción, de mentira y de ilusión. Una forma de autoengaño que nos está pasando factura.¡Y, a qué precio!
¿Hay alternativa a este modelo economicista y materialista del mundo? Jordi Pigem propone un modelo basado en el término gandhiano Sarvodaya o "Bienestar Universal" acompañado del desarrollo de la responsabilidad social y ecológica y de la cohesión y la armonía social.
¿Qué es el Sarvodaya? Gandhi acuñó este término de Sarvodaya o Bienestar Universal después de leer un libro de John Ruskin. Extrajó tres principios:
- El bien del individuo es inseparable del bien común.
- Todo trabajo tiene el mismo valor.
- La vida más digna de vivir es la de quien se dedica a cultivar la tierra o la artesanía.
Los valores de este nuevo mundo son los que contribuyen a la verdadera felicidad y a la cohesión social. No se trata de escoger entre sostenibilidad ambiental, armonía social y plenitud personal. Todo lo que contribuye a la responsabilidad social y ecológica contribuye al bienestar personal. El verdadero bienestar es estar bien y fluir con lo que pide cada momento.