Cada vez que echo la vista atrás y recapitulo los momentos más importantes de mi vida, me doy cuenta de que siempre ha estado allí una mujer (manifestación de mi anima), o bien, la Diosa, cuando se trataba de lo femenino interior, apoyándome en mis transformaciones, sanando las heridas que el patriarcado había infligido en mi alma, guiándome en la oscuridad y, cual Sibila, mostrándome mediante visiones, ensoñaciones, sueños, inspiraciones, etc., cuál era el camino que debía tomar o el futuro que me habría de aguardar. Ella, la Diosa, ha sido para mí como un ángel de la guarda, del que podía decir, como en el Sanctus de un réquiem, benedictus qui venit in nomine Domine (Bendito el que viene en nombre del Señor). Pero, como indica el mismo Sanctus, con los años he ido tomando consciencia plena de que Ella era una personificación de aquel Deus Absconditus que los orientales denominan Tao, y que definen como la forma sin forma, la conjunción de los opuestos, Yin y Yang, término que podría traducirse como camino, sendero, sentido o, también, Verdad, en el sentido de principio universal que lo engloba todo. Los evangelios gnósticos llaman al Creador/a con el nombre de Hystera, es decir, Útero o Matriz del Padre, con lo que se evidencia su hermafroditismo. Hoy, los científicos se refieren a él como a un Orden Implicado, allende el Orden Explicado de la realidad exterior o manifiesta. A este Dios oculto yo lo he denominado ABRAXAS en mis dos últimos libros, tanto en encuentros en la oscuridad, cuanto en LA HERMANDAD DE LOS INICIADOS, y expresé mi experiencia de unión con la divinidad andrógina en un poema que escribí en mi libro El Retorno al Paraíso Perdido y que ahora reproduzco:
En una noche de confusión
Nació la semilla del corazón¡Oh, dichoso destino!De entre las tinieblas surgió, colosalLa imagen eterna del hombre primordial.¡Cuán extraordinaria belleza,Emanada de su androginia!Y fui atraído por su bonanza,En túnica plateadaQue me envolvía en cuerpo y alma. Durante más de una semana, fui leyendo y releyendo el libro, siguiendo un orden aleatorio, aquel que mi interior me dictaba, y dándome cuenta de que, cuanto había escrito en mi último libro LA HERMANDAD DE LOS INICIADOS, me parecía que, tal vez, podría tener una importancia trascendental para la civilización occidental, pues podría servir de ayuda a muchas personas, en una época de crisis mundial como la que está atravesando el way of life occidental. Una revelación que la misma Sibila me había proporcionado en sueños y visiones y que buen amigo Raúl Ortega me recordó, medio en broma, al llamarme José de Arimatea, después de leer el original. Aquel mensaje urgente a las mujeres que la doctora Shinoda Bolen había escrito en uno de sus libros, me parecía que podría haberlo hecho extensible a toda la humanidad, plasmándolo en las más de 230 páginas manuscritas de mi ensayo novelado, como, cinco años atrás, había realizado en mi libro El Retorno al Paraíso Perdido, obra ésta última que escribí en uno de los momentos más convulsos de mi vida. Entonces, revisé algunos de los capítulos de mi último libro, LA HERMANDAD DE LOS INICIADOS, que trata sobre la experiencia del Cristo interior, para perfilar ciertos aspectos referentes a lo Sagrado Femenino, y a la importancia de la experiencia mística, para comprender la Unidad que trasciende los opuestos.En ese periodo, que duró cerca de dos años, se produjeron una serie de fenómenos de sincronicidad que han provocado un nuevo cambio en el rumbo de mi vida: mi descubrimiento del “Evangelio de Judas” me hizo saber la importancia de la integración de la sombra del cristianismo para el mundo occidental; mis investigaciones sobre María Magdalena en el mito cristiano me demostraron que ella representa el aspecto seductor de lo Sagrado Femenino, lo que previamente al cristianismo, en Sumeria y Babilonia, personificaban las Hieródulas o servidoras sagradas del templo; mis encuentros con varias Vírgenes, en el sentido original de la palabra, es decir, mujeres independientes, libres, seguidoras de su propio instinto femenino, Hieródulas modernas, me brindaron la oportunidad de comprobar cómo actúa el arquetipo de la Virgen en una mujer; el premio gordo de la lotería de navidad terminó con el número 365, que es la cifra correspondiente al título del último capítulo de mi último libro inédito, según la antigua ciencia de los números o guematría, lo que, a su vez, coincide con la constelación e integración de mi anima, algo que se me había manifestado en un sueño algunos meses antes.Existe una ley psicológica que establece que cuando uno cambia (como consecuencia de una ampliación de nuestra consciencia), cambia todo a nuestro alrededor y, por lo tanto, también cambia nuestro Destino. De repente, uno comienza a atraer hacia sí ciertas situaciones, acontecimientos, relaciones, personas, etc., que se corresponden sincronísticamente con la transformación que se ha operado en lo Inconsciente Colectivo y la propia percepción del individuo se ve modificada. Esto significa que el individuo empieza a percibir aquello que se encuentra en el campo de acción del nuevo arquetipo, y que, antes, permanecía en la más completa oscuridad, o se percibía sólo parcialmente. Una de las consecuencias derivadas de este principio es que nosotros somos los responsables últimos de todo cuanto nos sucede, que las “desgracias” o las “dichas” que nos acontecen las atraemos nosotros. Y, no sólo eso, sino que, además, podemos cambiar cuanto nos sucede, si cambiamos nuestro proceder (o sea, si elegimos el arquetipo acorde al momento y al objetivo). El límite para cambiar nuestro Destino lo constituye nuestra personalidad y nuestra identidad última (Sí-Mismo u Hombre Primordial). Y ese cambio, si es verdadero y profundo, afecta también al colectivo, puesto que estamos actuando sobre arquetipos, que son los constituyentes de lo Inconsciente Colectivo, una suerte de memoria universal a la que el físico David Bohm denominó orden implicado y Rupert Shaldrake campo morfogenético. En definitiva, desde distintos campos del saber se está empezando a tomar consciencia de que todos estamos interconectados e interrelacionados a través de un ámbito suprapersonal y, por consiguiente, que cuanto hacemos tiene una resonancia mórfica en el Universo. Cuando estas renovaciones son llevadas a cabo por un número suficiente de individuos, se obtiene una masa crítica, a partir de la cual dicha transformación adquiere una dinámica propia que le permite sostenerse y ampliarse de un modo exponencial.Para la gente común, analfabeta en lo concerniente al conocimiento de sí misma, esto resulta perturbador y hasta inverosímil. Pero quizás sea ese desconocimiento el que agrave el hecho de que el ser humano es el mayor peligro para sí mismo y, por supuesto, para el planeta. De ahí la importancia del autoconocimiento, de la Gnosis, para la salvación de la humanidad. De ahí, también, que el Universo mismo nos brinde la oportunidad de cambiar nuestro destino al permitirnos descubrir, justo cuando más lo necesitamos, un antídoto al veneno que carcome las entrañas de la civilización occidental: los evangelios gnósticos. Una señal, sin duda, de la imperiosa necesidad de poner en práctica la antigua máxima délfica “conócete a ti mismo”. El Universo conspira para que se produzca un cambio de consciencia; Dios desea ser conocido por nosotros, puesto que necesita de nosotros para desplegar su Obra Divina. Hasta hace bien poco, se desconocía la existencia de una materia diferente a la ordinaria, de la que están compuestos nuestros cuerpos humanos, las estrellas o los planetas, y, pese a no saber la composición de esa materia oscura, los astrónomos afirman que su abundancia es seis veces mayor que la común u ordinaria. Algo semejante puede decirse de lo Inconsciente Colectivo. Por supuesto, soy consciente de que estoy traspasando las fronteras de lo que la ciencia está en condiciones de explicar, aún. Mas en este ensayo no pretendo ceñirme a los límites de la ciencia, y menos aún a la estrechez del racionalismo científico, sino mandar un mensaje a hombres y mujeres para que se unan y colaboren con el nuevo zeitgeist o espíritu de nuestra época, generando así una onda expansiva que surta un efecto mariposa.
Evidentemente, una buena parte de la población, tanto femenina, como masculina, aún no está preparada para experimentar la libertad, la independencia y la individualidad asociadas a la autorrealización o individuación. Gracias a Dios, esta tendencia está cambiando. Así pues, el activismo feminista debe comenzar con uno/a mismo/a, pues uno/a mismo/a es la materia prima que hay que tallar a fin de que se transforme en el diamante que en potencia se es. El campo de batalla en el que, hombres y mujeres, han de bregar es su propio interior, su psique. Quienes consagramos nuestra vida al cultivo del alma humana formamos parte de un Círculo, invisible, aunque efectivo (una Hermandad de los Iniciados). Un Círculo que permanece en contacto directo a través de los movimientos de plegamiento y despliegue que se producen en lo Inconsciente Colectivo u Orden Implicado, y cuyo objetivo último es la salvación de la humanidad, y, por consiguiente, de la Tierra y de las distintas criaturas que en ella habitan, de un destino al que se ve abocada si se obstina en seguir ciega ante la destructividad inherente a la raza humana. Destructividad que corre pareja a su creatividad, de modo parecido a la potencialidad humana de experimentar éxtasis místicos y orgasmos sexuales en idéntica medida. Precisamente, ese contacto íntimo con lo Inconsciente Colectivo es el motivo por el cual llegamos a las mismas conclusiones, expresamos las mismas ideas y luchamos por conseguir los mismos objetivos, pese a estar alejados en el espacio y, también, en el tiempo. Y todo ello, por supuesto, de un modo independiente. Querido lector/a: ¡Te exhorto a que, a través de tu renovación y de acuerdo con tu propio Destino-Personalidad, formes parte de dicho Círculo y ejerzas una influencia beneficiosa en tu pequeño círculo de relaciones y actividades!