Revista Cultura y Ocio

José Emilio Pacheco, unos poemas en memoria.

Publicado el 29 enero 2014 por David Pérez Vega @DavidPerezVeg
En abril de 2010 acudí al Círculo de Bellas Artes de Madrid para escuchar una entrevista que allí le hacían a José Emilio Pacheco, después de haber sido galardonado con el premio Cervantes.
Había comprado su libro Como la lluvia, que el poeta tuvo la gentileza de firmarme. Esto escribió en la tercera página del poemario:
A DAVID, ESTE FINAL QUE ES UN PRINCIPIO
JOSÉ EMILIO MADRID 2010
El libro lo leí unos meses después. La reseña que escribí sobre él está AQUÍ.
José Emilio Pacheco, unos poemas en memoria.
Todavía no he leído más libros suyos, pero lo cierto que casi siempre que visito la biblioteca pública de Móstoles acabo hojeando el volumen con sus obras completas que le publicó Tusquest, titulado Tarde o temprano (Poemas 1958 – 2009), y leo algún poema suelto. Pacheco practica justo el estilo que más me gusta para la poesía: la línea clara, narrativa y honda. Así que supongo, que aunque son 840 páginas, tarde o temprano acabaré leyendo ese libro.
Esta semana falleció José Emilio Pacheco y yo estuve buscando poemas suyos en internet. Como homenaje al poeta, me gustaría dejar aquí algunos de ellos:
ECUACIÓN DE PRIMER GRADO CON UNA INGÓCNITA
En el último río
de la ciudad, por error
o incongruencia fantasmagórica, vi
de repente un pez casi muerto. Boqueaba
envenenado por el agua inmunda, letal
como el aire nuestro. Qué frenesí
el de sus labios redondos,
el cero móvil de su boca.
Tal vez la nada
o la palabra inexpresable,
la última voz
de la naturaleza en el valle.
Para él no había salvación
sino escoger entre dos formas de asfixia.
Y no me deja en paz la doble agonía,
el suplicio del agua y su habitante.
Su mirada doliente en mí,
su voluntad de ser escuchado,
su irrevocable sentencia.
Nunca sabré lo que intentaba decirme
el pez sin voz que sólo hablaba el idioma
omnipotente de nuestra madre la muerte.
INMEMORIAL
El misterioso día
se acaba con las cosas que no devuelve
Nunca nadie podrá reconstruir
lo que pasó ni siquiera en este
más cotidiano de los mansos días
Minuto enigma irrepetible
Quedará tal vez
una sombra una mancha en la pared
vagos vestigios de ceniza en el aire
Pues de otro modo qué condenación
nos ataría a la memora por siempre
Vueltas y vueltas en derredor de instantes vacíos
Despójate del día de hoy para seguir ignorando y viviendo
LA NOCHE NUESTRA INTERMINABLE
Mis paginitas, ángel de mi guarda, fe
de las niñeras antiquísimas,
no pueden, no hacen peso en la balanza
contra el horror tan denso de este mundo.
Cuántos desastres ya he sobrevivido,
cuántos amigos muertos, cuánto dolor
en las noches profundas de la tortura.
Y yo qué hago y yo qué puedo hacer.
Me duele tanto el sufrimiento de otros,
  y apenas
intento conjurarlo por un segundo con estas hojitas
que no leerán los aludidos, los muertos ni los pobres
  ni tampoco
la muchacha martirizada. Cuál Dios
podría mostrarse indiferente
a esta explosión, a esta invasión del infierno.
Y en dónde yace la esperanza, de dónde
va a levantarse el día que sepulte
la noche nuestra interminable doliendo.
NOCHE Y NIEVE
Me asomé a la ventana y en lugar de jardín hallé la noche
enteramente constelada de nieve
La nieve hace tangible el silencio y es el desplome de la
luz y se apaga
La nieve no quiere decir nada: Es sólo una pregunta que
deja caer millones de signos de interrogación sobre el
mundo
TRATADO DE LA DESESPERACIÓN: LOS PECES
Siempre medita el agua del acuario
Piensa en el pez salobre y en su vuelo
reptante
  breves alas de silencio
El entrañado en penetrables líquidos
pasadizos de azoque
  en donde hiende
su sentencia de tigre
  su condena
a claridad perpetua
  o ironía
de manantiales muertos tras dormidas
corrientes de otra luz
  Claridad inmóvil
aguas eternamente traicionadas
o cercenado río sin cólera
que al pensar sólo piensa en el que piensa
cómo hundirse en el aire
  en sus voraces
arenales de asfixia
  Ir hasta el fondo
del invisible oleaje que rodea
su neutral soledad
  por todas partes


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