Revista Arte

José F. Vásquez o la injusticia del olvido

Por Lasnuevemusas @semanario9musas

José F. Vásquez o la injusticia del olvido

Hay una parte de mí que no se extraña de que la mayor parte de los posibles lectores de este artículo no sepan a quién nos referimos, hay otra que se escandaliza.

Que la mayoría de los mexicanos no recuerde a quien fuera el fundador de la Filarmónica de la UNAM, de radio UNAM y de la propia facultad de música de nuestra máxima casa de estudios, es penoso y muy triste.

Desde hace ocho años me involucré en el rescate, conservación y difusión de este archivo que parece una locura que no haya sido valorado en su justa medida. Tengo el enorme miedo de haber llegado muy tarde pero la certeza de haber al menos llegado.

Desgraciadamente, tenemos que admitir que hemos logrado más solos, José Jesús Vásquez (su heredero universal) y yo que con la ayuda de las instituciones. Sin embargo, también hay que hacer notar que nunca nos hemos sentido solos. Nos hemos topado con montones de personas, de músicos y de artistas preocupados por este legado y la verdad es que tenemos una ópera transcrita en vocal score, varias obras de envergadura también en transcripción y publicación, así como una página web que cada día recibe más visitas. El montaje de una de sus óperas está en proceso de producción con el Studio Katzarava y cada día se abren más posibilidades para la interpretación de su obra.

Fue tal el entusiasmo de los asistentes al Diplomado de Ópera Mexicana con la sesión dedicada a este compositor que las sesiones con el director de orquesta catalán Melani Mestre, se tuvieron que alargar y aumentar.

Nada de esto borra la espantosa historia de saqueo y expolio de este archivo, que afectó primero a sus hijos y herederos, pero supuesto, pero que nos dejó a todos los mexicanos sin parte de un legado que es nuestro y que ni siquiera hemos tenido acceso a él.

Creo que no es exagerado comentar que es una absoluta lástima que nos hayamos perdido tantos años de escuchar a un compositor como Vásquez. Un intelectual que trabajó tanto para que la música fuera parte de la formación de los jóvenes, que trabajó tanto por la educación musical y que dejó un legado enorme de música para orquesta, para piano, para voz etc.

Nadie puede contarlo mejor que su hijo y aquí tienen, una historia más de un desastre que estamos empezando a componer.

José F. Vásquez o la injusticia del olvido

Preguntas a contrapunto

1- Introito.

El olvido es el peso muerto de los hechos humanos; un lastre que con frecuencia se cohesiona con la ignorancia maquillada; la más feroz cuando se exhibe como la ñoña exquisitez de la predilección de lo extranjero.

Contra eso sólo queda el poder de la curiosidad, porque hay dos formas de ver la vida, con miedo o con curiosidad.

Como el único hijo sobreviviente de uno de los grandes fantasmas de la música clásica mexicana, la única herencia que tengo de él es su palabra en la mía, su ideario vital en el mío, su historia en mi mano, su olvido en mi recuerdo en aquél niño que fui, cuando vivieron sus batallas en favor de la cultura, sus ejemplos más simples, sus logros incuestionables, sus empeños y su filosofía, y su inexplicable derrota frente al olvido institucional que ha venido resistiendo hasta hoy, su paso por la vida.

Porque José F. Vásquez, forma parte de la larga lista de músicos mexicanos, desconocidos para el público, incluso para los músicos jóvenes; no sólo como compositor sino también como personaje distinguido de la historia cultural del país. Una grieta en su conocimiento que por su rareza puede aportarles luz y respuestas fuera de programa.

A mí hace tiempo que me gusta la naturaleza de la excepción y de ahí la existencia de mis preguntas que tres décadas y media después, en buena parte siguen vigentes.

¿Es posible desconocer la existencia de un corpus musical vasto y diverso, formado por casi 200 partituras, y una trayectoria tan larga y exitosa?

Es posible; los años de trabajo me permiten saber que la historia del arte en México y su estudio, se han gravado de inacción y negligencia; y que la mano de sus escribanos ha propalado verdades parceladas bajo la criba del poder, suprimiendo su nombre del relato histórico de la música mexicana.

Además sus partituras se extraviaron debido a un expolio cometido a rajatabla, al morir mi madre, tres años después que él, y luego estuvieron arrumbadas y carentes de cualquier cuidado profesional, demasiado tiempo, hasta que una a una, las encontré.

José F. Vásquez o la injusticia del olvido
A la luz de nuestro modesto resultado particular en pos de uno de los fantasmas de la música mexicana, parece revelarse una exigüidad investigativa y la disgregación del criterio académico, que estudia a ciertos compositores sólo en posgrados, casi como rara avis, acaso por desinterés, por desconocimiento o costumbre, por desidia, y en algún caso incluso por desprecio de quien administra y decide, anteponiendo su complacencia o su pereza limítrofe, y criterios ajenos al respeto por el arte y a la historia de las propias instituciones que representa.

Visto desde mi enfoque literario, el tema de mi padre representa un apetitoso poema sinfónico de carácter detectivesco, un rompecabezas absolutamente fragmentado pero turbador, dada mi relación filial, pues sobre todo al inicio, mi actividad fue permeada por la naturaleza del dolor vivido en primera fila; porque la orfandad precoz es como la vida misma: enseña pero no explica.

Nuestros efectos de investigación, aún marginales, han logrado desenterrarlo del olvido absoluto, sin contar con recursos de instituciones como las que el mismo Vásquez fundó, abriendo aulas, orquestas y fuentes de trabajo que hoy siguen vigentes, donde tal parece que el déficit no ha sido presupuestario, como me han dicho, sino de voluntad.

Algo que podría estar variando debido a la postura de algunos funcionarios actuales, pero en especial debido al empuje de la nueva generación de profesionales que aman la cultura desde toda posición, y que no se conforman con recibir un menú tan reiterativo.

Porque cuando hay voluntad, siempre hay un camino.

Por tanto a partir de la localización y del rescate alcanzados hasta la fecha, de al menos 184 partituras, la custodia, preservación, y necesaria difusión de la obra, debiera ser una prioridad institucional y no sólo un empeño familiar yendo a cuestas, apoyado por un pequeño grupo de amigos y de una red de complicidades solidarias tejidas a lo largo del camino, cuya primera meta ha sido la apertura de la web como su mejor ejemplo.

Porque esta historia de 35 años de búsqueda y rescate de partituras, incluso de un bazar de la Lagunilla, no puede entregase al vacío; no debe haber rendición por carecer de ayuda oficial; ya hay demasiado olvido coligado a la ignorancia y a la dejadez funcional de este país, donde el parasitismo de conciencia ignora dos deberes primigenios: ser feliz pero también ser útil.

2- Poco Allegro, pero andante

¿Por qué la trayectoria de mi padre es un relato inexistente dentro de la historia de la música de México?

Aquí persiste un silencio en la partitura; si bien el relato de su rescate bien podría acabar siendo una parábola muy provechosa para esta misma historia, y no sólo desde un enfoque musical. Siempre que la moraleja no vuelvan a escribirla los mismos.

José F. Vásquez o la injusticia del olvido

¿Por qué mi reseña es breve pero no frágil frente a lo típico narrado, donde falta un sentido historicista y ecuánime que impida marginar informaciones y hechos de una cara oculta colmada por creadores valiosos, de modo recurrente, indolente, acaso miope, en agravio del conocimiento de la totalidad de nuestros valores musicales?

¿Será posible la revisión de programas educativos en las escuelas de música?

¿Sería fructuoso abordar las asignaturas desde un diseño con mayor alcance de miras; más sano, incluyendo el estudio amplio de toda nuestra música? Porque nada justifica oír a jóvenes egresados de las facultades, escuelas y conservatorios, quienes al menos a mí me han dicho, repetidamente, que han podido conocer quién fue y qué hizo este señor Vásquez, de apellido exóticamente escrito, sólo por la persistencia de este proyecto nuestro, o gracias a su inquietud personal para descubrir su obra, su labor docente o como funcionario cultural, como director de orquesta internacional, o su tenaz defensa y promoción de la ópera mexicana.

¿Será posible corregir esto?, y no sólo hablo de él, por supuesto, porque el conocimiento es su derecho como artistas y como mexicanos.

¿Dónde deberían haber hallado estos jóvenes la respuesta a tanta pregunta aún vigente?

¿Dónde debieron conocer y estudiar la obra de este compositor, así como la de tantos valiosos fantasmas nuestros?

¿Dónde se aprende que en México han existido mucho más de los 6 o 7 autores importantes, a los que por cierto, y sólo gracias al furor patrio, las orquestas tocan mayormente en septiembre?

¿Será posible implantar cambios para que la luz siga comiendo sombra, y como dice Enid Negrete, para pensar en México de otra manera?

¿O renunciaremos a esto y que la próxima generación se arregle como pueda?

Porque tengo la impresión de que por nuestra raza no han hablado aún todos los espíritus. Y que en esta partitura sobran silencios.

Pero un cambio es la pugna entre necesidad y resistencia; ¿qué pesa más?

Sobre el anonimato y demérito de JFV dentro y fuera de la UNAM, me hago preguntas, tomando el riesgo propio de quien hurga en la gratitud ajena:

¿Existe alguna escuela oficial o universitaria que lleve su nombre?... No.

¿Existe una orquesta oficial o universitaria llamada José F. Vásquez?... No

¿Existe alguna sala o recinto, al menos un aula universitaria donde con su nombre se le recuerde con gratitud por sus casi 40 años al servicio de organismos musicales dentro de la UNAM?... No.

¿Hay alguna agrupación orquestal de cámara o algún coro o ensamble con su nombre?... No.

¿Hay algún premio de dirección orquestal, composición o docencia, dentro de la UNAM, que conmemore su labor?... No.

En su calidad de fundador y universitario ilustre, ¿se programa con regularidad alguna de sus casi 200 partituras, dentro de alguna de las agrupaciones universitarias?... No.

¿Hay interés en realizarlo, al menos por curiosidad o por fidelidad universitaria?... No; todo indica que no.

¿Se le reconoce como el primer Jefe del departamento de Radio de la universidad?... No.

¿No serán demasiados noes?

¿Se merece algo de esto, o es una exageración filial?

Cómo rige la máxima de que únicamente somos lo que hacemos o dejamos de hacer, el único sí; el único memorial a los fundadores de la hoy OFUNAM, amén de un párrafo del programa de mano actual, fue la colocación en 1996 de una placa alusiva en el vestíbulo de la Sala Nezahualcóyotl, efecto de mi perseverancia. El resto de mis peticiones sigue formando parte de la inacción que puebla la realidad de los noes, como leitmotiv de su relación con las instituciones que fundó o dirigió dentro de la UNAM, y en las que invirtió casi toda su vida laboral.

3- Troppo largo assai

¿Cómo inició todo esto?... Me lo preguntan siempre. Y como casi todo lo útil en la vida, fue con una duda que de inmediato se volvió esperanza

¿Verdad papá que mi abuelo está en la enciclopedia?

Así fue la génesis; con la pregunta de un niño de 8 años cargando un gran libro en mitad de su fiesta infantil, de cara a la incredulidad de sus amiguitos. El niño fue Omar; mi hijo, por quien hoy además disfruto de la feliz abuelidad con Gabriel, mi inspiración.

En aquel instante se abrió la lenta y profunda asimilación que cambió mi vida, pues hasta ahí, ese joven padre y trotamundos que fui entonces, en cada visita a una sala de conciertos o al ser preguntado sobre su pasado musical y el olvido de su padre, respondía aún en un tempo doloroso, pero en el fondo con la utópica idea de que: el tiempo habría de poner las cosas en su lugar...

Una falacia total, contraria a los dictados que la orfandad precoz me había demostrado, pero que hasta ese día surgió como una prioridad antepuesta incluso a la vida que hasta entonces yo llevaba.

Con todo por hacer generé cambios y remodelé mi vida, mi tiempo y mi profesión. Era como haber descubierto un nuevo continente pero en trozos y con remembranzas acalladas en la partitura; era levantar un proyecto de migajas aptas como material para ensamblar un personaje muy cercano, entrañable, añorado, pero terriblemente desconocido.

10 años de vida común entre aquél niño que fui, y su padre, habían impuesto una clausura de palabras y de vivencias truncas, de modo irremediable.

Así puedo explicar que mi trabajo registrado en la sección Memorial dentro de la web, sea caleidoscópico y enfocado desde los ojos del niño que fui. Con la perspectiva de la memoria restaurada en modo de rompecabezas filtrado por la oralidad de sus contemporáneos entrevistados durante los años de búsqueda y localización de las partituras. Asimismo, nutrido en fuentes heterogéneas de información de la época; artículos, entrevistas, programas de mano, convocatorias, fotos, carteles, declaraciones y reportajes hechos al personaje del mundo cultural de primera mitad del Siglo XX. Testimonios avalando aquella máxima de la dramaturgia que aprendí con mi querido maestro Hugo Argüelles, de que al personaje se le conoce no por lo que él dice de sí mismo, sino por lo que los otros dicen de él.

De ese modo, paso a paso, la curiosidad y la pasión fueron ganando terreno a la nostalgia, como un eclipse benévolo avanzando con la luz inherente al conocimiento. Pese a ello, cada hallazgo creó una letra en la página en blanco, y con la emoción in crescendo fui colmado por el asombro, pues cada uno de esos instantes fueron editando células renacidas y trozos recuperados del expolio, encima, eran toda una revelación que me hacía cavilar con incredulidad...

¿Cómo era posible?...Y así llegué a los días de los "cómos a contrapunto ".

4- Grave

¿Cómo era posible que José F. Vásquez, ya no mi padre, haya desaparecido, expulsado de la historia cultural mexicana?

¿Cómo se comprende la pérdida de fragmentos sustanciales en la historia de la música en México, como los vividos y gestados por este hombre?

¿Cómo es que se hayan velado sin explicación, sus batallas en favor de la cultura, sus ejemplos más simples, sus logros incuestionables, sus empeños inquebrantables, su éxito a pesar de todo, sus triunfos en el extranjero, o la generosidad de su filosofía y la modernidad de su labor docente?

¿Cómo pueden soslayar los frutos de sus largos años de trabajo, quienes han resultado ser sus propios beneficiarios, en un atril, en un podio, en un aula, o en un escritorio lujoso?

¿Cómo pudo borrarse su prolongado conflicto contra la ignorancia?

¿Cómo que ni siquiera por error se toque algo de una obra semejante?

En otro contexto quizá sería menos explicable, pero en México, por todo lo antes dicho, y por una conexión de factores oscuros y azarosos, hay en gran medida respuesta, amarga pero al fin respuesta a preguntas de tal calado.

Sin embargo, luego de los "cómos" vinieron los "por qués"... Hasta que de modo progresivo la edad fue curtiendo la perspectiva de mi andadura en pos de un padre y su obra; esto giró mi enfoque como efecto natural de mi cambio cronográfico de la vida frente al tiempo restante, y como resultado de la merma natural de la energía y hasta de la salud, lo que me llevó a centrar cualquier idea sólo en trabajar; y reitero mi gratitud a mis amigos, a mis cómplices imprescindibles, a la generosa contribución de donantes, algunos anónimos o apenas conocidos a través de la red, que hicieron posible la apertura de la web; gracias a tal fuerza, la luz sigue comiendo sombra... Aunque con la conciencia de lo que somos, del medio en derredor, y de la circunstancia que como realidad hemos creado todos con lo que hemos hecho, pero también y sobre todo en casos como el de José F. Vásquez, con lo que como contemporáneos hemos dejado de hacer.

¿Algún día seremos testigos de un medio favorable o al menos que no sea hostil, omiso, negligente, y a veces despectivo con la cultura en México?

Pues según las noticias venidas por el túnel del tiempo, que tantas veces he cruzado en pos de réplicas, tal pregunta fue respondida hace años por este músico a quien decidí no dejar en el olvido.

Su respuesta trascendió a base de sueños de éxito traídos al presente, en el cimiento de los edificios de instituciones aquejadas de alomnesia; un desorden de la memoria que implica distorsión en el recuerdo de una situación pasada. Como su fundación, por ejemplo.

Como no saber lo que deberías saber, para saber lo que eres por lo que antes de ti ocurrió; los años del prólogo tan en contra que les tocó vivir a los fantasmas de la cultura, como mi padre.

De él podría agregar anécdotas inéditas de todo tipo... Desde que en 1941 organizó un concierto solidario para dos autores polacos de la Varsovia ocupada entonces por los nazis, hasta que un día se bajó del coche a defender a un hombre pequeño que estaba siendo golpeado por otro mayor.

Que fue en 1913, a los 17 años de edad, cuando encabezó la protesta que puso a salvo los restos de Ernesto Elorduy de la fosa común. O que en 1945, en Bellas Artes, dirigió las seis sinfonías de Tchaikowsky en una semana simbólica, con el ejército rojo a las puertas de Berlín.

Podría citar su clarividencia colaborando estrechamente en la creación de la Orquesta Sinfónica de Yucatán, o que dio su apoyo total a la Orquesta Típica de la Ciudad de México, y su protección a las bandas de Marina y de la Defensa. Que fue jefe de la sección de música del Gobierno del DF, que es hijo predilecto de un estado que no lo recuerda. Que junto a José Rocabruna da ejemplo de longevidad sobre un podio compartido... Quizá no sea récord pero sí un rasgo de carácter de ambos... Y sin duda pocos saben que a los 14 años de edad compuso su primera obra y un año después una opereta. Las anécdotas suyas que he ido recopilando durante 35 años, nos darían para otro texto.

Pero quiero citar la magia encerrada en todo esto, con una muestra:

El 13 de octubre de 1987, no pudo ser más perfecto para recobrar la partitura de la Pequeña suite para piano, dedicada de su puño y letra: Para mi hijo José Jesús... 13 de octubre... de 1959.

Una sincronicidad, diría Jung, emergida como señal del buen camino.

José F. Vásquez o la injusticia del olvido

Sin embargo, será mejor encaminar los hechos hacia la ópera; una de sus grandes pasiones. A la que entregó la mitad de su vida. De hecho, escribió 73 obras vocales entre óperas, misas, cantatas y lieder.

Para esto elegí una entrevista suya enlazada con la ópera mexicana, una prioridad no sólo como compositor de 6 de ellas, más una opereta, sino además como promotor, empresario e impulsor del género en favor de la obra de otros autores nacionales y no sólo de la suya.

Es una entrevista de 1934 que evidencia su papel como gran promotor del género nacional, menospreciado entonces quizá tanto como hoy, y esto nos dará la medida del conflicto encarado con tal de hacer oír la obra mexicana.

¿Un asunto recurrente y actual?...

Al principio mi padre explica el método implantado en la Escuela Libre de Música que él mismo había fundado en 1920, gracias a un préstamo bancario y al trabajo solidario inicial entre amigos. Habla de la independencia en su funcionamiento, subordinado únicamente al pago de cuotas del alumnado, y desmenuza el método que creó e implantó, podría decirse: personalizado y aún vigente, basado en las diversas capacidades artísticas de cada aspirante, abatiendo así esquemas educativos antiguos y pensando que ni el tiempo ni el trabajo deben ser factores reguladores del aprendizaje, sino lo que por razón natural lo determina: la capacidad artística de cada individuo.

La segunda parte del diálogo discurrió hacia la organización de la compañía de ópera en cuyo repertorio sólo habían autores mexicanos. "El decorado y los vestuarios fueron costeados exclusivamente por esta Escuela"... Aclaró el entrevistado.

A continuación compartió una lista de óperas presentadas; la mayoría, ya se sabe, jamás han vuelto a recuperar su vida en el escenario.

José F. Vásquez o la injusticia del olvido
En aquel año, con sus alumnos, JFV presentó: Atzimba de Ricardo Castro, en el Teatro Nacional (hoy Palacio de Bellas Artes). Due amori de Rafael J. Tello en el Teatro Arbeu y en algunos teatros de los estados. Así como Citlali, El Rajah, y El Mandarín de su propia autoría. Y agregó: "Tenemos montadas La Leyenda de Rudel, también de Castro y Nicolás Bravo del maestro Tello".

Luego señaló que casi todos los conciertos de la escuela programaban obras mexicanas, tanto de autores consagrados como de nuevos valores. Y si esto ocurría dos años antes de la fundación de la hoy OFUNAM, podemos imaginar ya su necesidad por tener una orquesta sinfónica básicamente enfocada en la difusión de la obra universal con énfasis mexicanista. Un cometido cumplido cabalmente en cada temporada durante sus cinco lustros como director titular de la sinfónica universitaria. Un tema que daría para otro texto.

Hacia el final, Vásquez recuerda que su labor escolar finalizó aquél año, organizando un ciclo de homenajes-conferencias sobre "Nuestros grandes desaparecidos"...

Y subrayo que me encanta el adjetivo posesivo que usó entonces al evocar la figura de los músicos mexicanos muertos, en riesgo (yo supongo) ante los biombos mentales y la burocracia siempre activa en contra de la memoria histórica, más aún la de artistas no populares, y más todavía si el caso atañe a creadores ajenos al poder establecido.

No puedo saber si en ese renglón de la charla, José F. Vásquez pudo presentir algo, es difícil aventurarlo, pero no deja de ser ingrato que hoy las instituciones que él erigió y las orquestas que él fundó, no le concedan los adjetivos posesivos que tanto bien hacen a la dignidad de las mismas, y a la preservación de la verdad de los hechos que nos explican mejor, por qué somos lo que hoy somos.

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Por cierto, aquellas conferencias fueron ilustradas por la obra de los recordados y presididas por sus familiares. Una manifestación de respeto a los herederos que por desgracia no siempre se consuma.

Y el hecho de que la Secretaría de Relaciones Exteriores de entonces, usara después los textos de cada evento en la propaganda cultural extrafronteras, también bosqueja todo un perfil de la época.

Dos años después de la entrevista, él concretó la fundación de la hoy OFUNAM como parte del magno proyecto cultural de la UNAM. Una agrupación que con muy pocos recursos y sueldos muy bajos vio la luz. Donde se inventaron concursos de composición, piano, violín; conciertos didácticos, conciertos gratuitos en los primeros 3 años de la OSU, ciclos de conciertos al aire libre o en foros populares, los primeros en el Alcázar de Chapultepec en 1952, todas iniciativas en pro de la música y en pos del público juvenil.

Mención aparte merece su peregrinaje para conseguir patrocinios privados que varias veces salvaron la vida de la orquesta frente a la permanente fragilidad presupuestaria.

¿Un Sísifo desde el podio?

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En 1937 y nombrado por el rector Gustavo Baz, encabezó los brotes verdes de una radiodifusora cultural dentro de la universidad: Radio UNAM, a la que como su jefe dirigió con independencia y bajo la misma premisa cultural, popular; orientada en esencia a captar al público juvenil tan próximo al Anfiteatro Bolívar, primera sede de la orquesta, un recinto frecuentemente atiborrado con jóvenes emocionados, sentados incluso en las escalinatas. Un panorama inspirador hacia el futuro, dijo algún periodista...

Ante los hechos hoy palpables y pese al relato oficial que no le concede ese pronombre posesivo que le corresponde, consecuencia de la historia institucional, por su espíritu habla su labor que aún fluye.

Porque no es igual decir en los programas de mano: " En su fundación, la Orquesta de la Universidad estuvo a cargo de José F. Vásquez y de José Rocabruna... que decir: Nuestros fundadores los maestros: José F. Vásquez y José Rocabruna... Porque así como están plasmados los 25 años del intrincado inicio institucional, acaban discretamente marginados en una mención menor de 33 palabras en un sólo párrafo, de dos empleados que estuvieron a cargo... Donde toda labor creativa, artística y promotora es borrada de un plumazo, incluido el título de maestros, ganado a fuerza de vida.

Uno de esos casos donde la importancia de la partitura suele no ser visible; o de cómo 25 años no son nada, sin tener que ser un tango.

Corregir esto sería un chispazo de conciencia que impregnaría la realidad presente de un sentido responsable, inclusivo e historicista del que carece; donde el olvido sería de todos, pero la memoria también.

-¿Podría decirnos, maestro, qué proyectos tiene para el futuro?

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Esa fue la última pregunta, y la respuesta se disipó tras la resurrección a manos del escáner. Por eso en mi calidad de su heredero me atrevo a especular con su respuesta, con la ventaja de conocer hoy las luces de su aventura humana oculta detrás del biombo mental burocrático de la omisión, y de la marginación selectiva.

Quizá aquél hombre, por entonces en plena floración intelectual, encuadrado por un momento en el inevitable crepúsculo vital que se avecinaría tarde que temprano, habrá dicho:

-Ustedes, quienes un día me han de espiar desde el futuro, tengan a bien incluir mi nombre, mi corpus musical, y mi lucha universitaria, dentro de sus pronombres posesivos, porque la totalidad de mis frutos les han de pertenecer algún día, como parte de esta familia de arte y oficio... Y al hacerlo por favor háganlo sin un renglón de más, sin adjetivos pomposos pero sin cicaterías; como si hicieran la fotografía de un edificio, de un podio, y nada más.

87 años después, mis puntos suspensivos van detrás de mis preguntas...

Lo hago sostenido por la razón y optimista en que la nobleza obligue.

Y porque al final el arte es capaz de sobrevivir al olvido, solamente cuando se le antepone un pronombre posesivo, respetuoso y plural, capaz de incluirlo y defenderlo, como a nuestra vida.

José J. Vásquez Torres

Escritor, dramaturgo, administrador de teatros, y docente.


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