Con José Luis Guerín nos disponemos a ver “En Construcción”, uno de los documentales más reconocidos de los últimos años. El director catalán nos guía en un paseo por el popular “Barrio Chino” de Barcelona para asistir a su demolición, después de contemplar unas imágenes de archivo sobre su vida en los años cincuenta. Tras la secuencia inicial en blanco y negro, entramos en la vida real del barrio con todo su colorido y frescura, y el primer plano es el de un gran muro con sus grietas y pintadas, que nos habla del paso del tiempo. Enseguida escuchamos a un anciano simpático y locuaz dar sus opiniones sin que nadie le pregunte, a unos niños jugar al fútbol en plena calle o a unos obreros proceder al desmantelamiento de un edificio.
Constatamos que no hay estrellas de la interpretación entre sus personajes y que apenas se vislumbra un guión, que todo se desarrolla con la espontaneidad y falta de pretensiones con que se nos ofrece la misma realidad, que los individuos se desenvuelven ante la cámara sin reparar en su presencia, porque su vida es la de cada día, sin sucesos extraordinarios ni heroicidades que reseñar.
Hablando de lo divino y de lo humano
La cámara visita a unos y otros sin llamar la atención, con planos fijos y discretos, respetuosos e inquisitivos a la vez. Se nos presenta con todo el tiempo del mundo para escuchar las confidencias de una pareja de jóvenes desocupados y sin familia ni educación, un poco aturdidos quizá por la marihuana y amenazados por un embargo cercano. También atiende a las consideraciones pseudo-filosóficas en torno a Dios y la Trinidad, a la revolución obrera o a la soledad… que mantienen un escéptico peón comunista con otro marroquí que tiene alma de poeta; o a la del encargado de obra con un amigo hablando de las construcciones faraónicas y la mano de obra barata que las sostenía; o a las miradas cómplices del joven encofrador que se siente atraído por la chica que a diario asoma al balcón de enfrente.
Toda la vida del barrio se pone sobre el tendedero como lo hacen esas mujeres que dejan la ropa para secar, y el espectador entiende que está contemplando la vida real de unas personas sencillas y auténticas, de clase baja y escasa cultura, que miran el paso de los días sin ninguna prisa ni ansiedad porque tienen todo el tiempo del mundo, que observan curiosos unas excavaciones en las que aparecen restos humanos o un gran reloj que marca el paso del tiempo desde la azotea del edificio.
Guerín nos regala, además, sentencias de sabiduría popular en torno a la muerte y al amor, o reflexiones atinadas de una niña que explica a otra que los esqueletos del cementerio no se levantan por la noche, que eso solo sucede en la televisión donde “todo es fantasía”. Este comentario le sirve al director para marcar la frontera entre realidad y ficción, lo mismo que la consideración del albañil marroquí que dice, a raíz de unas pesadillas que su compañero de trabajo ha tenido, que “hay sueños que se parecen a la realidad y que incluso aterran más”.
La creatividad y sutileza de Guerín
Sin embargo, José Luis Guerín no se conforma con registrar lo que sucede ante la cámara, sino que busca recrear esa realidad pasándola por el filtro de su manera de pensar y de su sensibilidad artística, hasta que el reportaje social se convierte en “documental de creación”. Él mismo lo explica cuando declara que “yo podía decir que el capataz de la obra es un canalla explotador, y ya está. Pero no, a veces puede serlo y después ser un tío seductor, inteligente o entrañable. Hay que captar los matices de la realidad, no simplificar. El cine tiene que recordar a la gente que no existen los monstruos sino la monstruosidad; aunque ya sabemos que la televisión necesita monstruos”. Porque para él “la realidad nunca decepciona si se sabe mirar (…), aunque no se deja capturar por las buenas”, y lo recogido se convierte a la vez en metáfora para hablar de otras realidades más amplias, en este caso, del cambio del mundo, de la fugacidad del tiempo y de la vida misma.
La misión del director será ayudar a capturar ese trozo de realidad creando un dispositivo cinematográfico, “una estrategia para captar las palabras de los vecinos sin traicionar la verdad de su vida, y acaso provocar situaciones, seleccionar a las personas y esperar el milagro de la actuación”. En eso consiste su puesta en escena y su trabajo de creación documental, auténtica labor de búsqueda y re-construcción de la realidad, gracias a la cual la cinta no pierde la belleza de su naturalidad ni cae en el cliché vacío. Hay pocos elementos a priori en el guión, e interesan más las personas vivas y en su ambiente, para después “trabajar el material rodado cada día, acompasarlo, repensar los personajes que íbamos encontrando, acotar o desviar la acción en nuevas direcciones”. Para Guerín, “ese es el territorio más propio del cine, en el que nunca podrá ser reemplazado por los rostros fabricados por un ordenador, porque basta su ética y su estética en la inequívoca realidad de un rostro humano”.
En las imágenes: Fotogramas de “En Construcción”- Copyright © 2001 Ovideo TV. Todos los derechos reservados.
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Publicado el 28 febrero, 2013 | Categoría: 8/10, Años 2000 / 2005, Documental, España, Filmoteca
Etiquetas: documental, En construcción, José Luis Guerín